La táctica del cortafuego es tan conocida como sus riesgos. No tiene resultado seguro. El oficialismo acaba de difundir los videos del cumpleaños de Fabiola Yañez en Olivos con la esperanza de agotar y cerrar el tema. Repite el juego que, en lugar de sofocar otro escándalo, destapó el vacunatorio VIP. No sirvió la veteranía del disparador de aquella operación y parece difícil que sea mejor el resultado de este capítulo. En cualquier caso, exponen privilegios del poder. La reacción incluye ahora un giro de campaña, con Cristina Fernández de Kirchner en el centro. No serena las aguas. El mensaje proclama el objetivo de larga permanencia en el Gobierno y mayor dominio institucional.
Son muchas las diferencias entre un episodio y otro. El mecanismo de “control de daño” se reduce a agotar el tema lo más rápido posible. Agotarlo mediáticamente y, con pensamiento mecánico, suponer que eso cierra la cuestión. Es imposible calcular los costos en materia electoral, pero es ese el temor que transmite el Gobierno. Y lo expresa con sus operaciones y sobre el escenario de campaña electoral, que ayer demandó una segunda entrega con acto de “unidad”. La primera había dejado como resultado la reconvención de CFK a Alberto Fernández para que “ordene” su equipo. No resultó muy diferente la postal de ayer.
Fuentes oficiales venían exponiendo desde hace días la inquietud por la existencia de videos y no sólo de fotos, en un acelerado cambio de contexto. Fueron dos las fotos y clausuraron el camino inicial de las desmentidas sobre las citas sociales en la residencia presidencial. Las respuestas iniciales del oficialismo no habían frenado el impacto de la difusión de las listas y mostraban impotencia ante las imágenes. Finalmente, difundieron videos que sugieren de mínima cierta edición para evitar secuencias más irritantes.
Pero algunos funcionarios, con independencia de su edad y tal vez como fruto del microclima, parecen no advertir el vértigo de la circulación social en redes y tampoco, la diferencia sobre las consecuencias entre la movida actual y el caso de las vacunas VIP. Un dato distintivo: en aquella oportunidad, la decisión -no ajena a conversaciones reservadas y casi a las apuradas- tuvo como expresión visible a Horacio Verbitsky. Movió el tema. Ahora, más allá de coincidencias visibles, la decisión partió del Presidente y no fue sólo por orillas mediáticas, sino que impactó desde la TV pública.
Pero existen al menos dos cuestiones de enorme peso que estarían poco evaluadas.
En primer lugar, la diferencia de impacto entre la palabra y la imagen. Las listas de Olivos -los visitantes, con horarios de entrada y salida- constituyen un dato potente, pero en el círculo presidencial se presumía que alcanzaba con bajarle el tono afirmando que se trataba de cuestiones de gestión. El caso de una actriz cambió en parte y momentáneamente el foco. El testimonio de las fotos lo repuso en su real y original dimensión. Y los videos potencian todo al máximo, en los medios tradicionales, en los sitios digitales y con su multiplicación en las redes. Parece ingenuo suponer que “quemar” los videos signifique un logro porque desarmaría una jugada contra el Gobierno más cerca de las elecciones. Pero es lo que se repite en el circuito de Olivos.
En segundo lugar, siempre en el análisis previo suelen medirse no sólo objetivos, sino posibles complicaciones, costos y vías de escape o descompresión. El caso de la vacunación VIP, con estribación también judicial, precipitó la salida de Ginés González García. El despido del ministro fue un costo asumido por el Presidente. Ahora no existe tal válvula.
Aquellas informaciones sobre privilegios en la vacunación, que luego Alberto Fernández quiso reducir a la categoría de colada en la fila, constituyeron un mensaje duro frente a la incertidumbre del plan de inmunización. Las imágenes de Olivos remiten al contraste con la cuarentena más dura, pero además confrontan con la gravedad de las cifras actuales -más de 5 millones de contagios y cerca de 110 mil muertes- y con el cuadro de crisis económica y social.
Todo este episodio -listas, fotos, videos- trastocó los planes de campaña del oficialismo. Es una señal de la lectura al menos en un punto coincidente que hacen Olivos y el kirchnerismo duro -antes que los encuestadores- sobre el alcance de su onda expansiva. Eso, además de la difusión de videos -tres cortes, con el Presidente apenas expuesto-, habría motorizado la mayor participación de CFK -se decía que iba a tener un papel más medido- y un discurso más fuerte y confrontativo, menos enfocado en la vacunación como protagonista.
La retocada línea de campaña muestra a la vez y sin decorado el lugar central de la ex presidente, en el escenario y en la jefatura política. El martes en Avellaneda y ayer en La Plata CFK no ahorró gestos sobre su poder. Y buscó a la vez polarizar con Juntos por el Cambio -en especial, con Mauricio Macri como contraparte elegida- y cerrar filas propias.
La ex presidente dejó frases con su sello, en las formas y sobre todo en el fondo, conceptual. Dijo que el oficialismo necesita “muchos períodos” de Gobierno para afirmar su modelo y agregó elogios a sus propias gestiones. Ninguna reflexión moderada, como la que se adjudicaba al Presidente, sino un cierre discursivo sobre las anteriores gestiones kirchneristas. “Lo vamos a volver a hacer”, dijo. En esa línea, como se escuchó ayer mismo, aumentar el número de diputados sería vital para “imponer” los proyectos propios sin la prueba de acuerdos o desacuerdos -es decir, negociación- con sectores de la oposición.
El vértigo político de estas horas agregó así ingredientes fuertes a esta campaña de bajo vuelo y de escaso interés. Se ha dicho: el efecto final es un interrogante. Pero por lo pronto, los videos de los festejos en Olivos y el discurso de la ex presidente aluden a la concepción de poder. No sería poco para el debate.
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