Dar vuelta la página. Esa es la pretensión del Gobierno frente al impacto y las estribaciones de las fotos y las listas de visitas a Olivos en plena cuarentena. Resulta una mezcla de receta básica y voluntarismo: mostrarse blindados, sumar actos, aludir a enemigos externos. Y cambiar la agenda. Al revés y en la práctica, al menos hasta ahora, el efecto es que no pasa página sino que la agrega renglones. Es difícil estimar el costo de las irritantes imágenes y el mal eco de las primeras reacciones, pero el oficialismo se muestra sacudido por la posible profundidad del daño. Lo transmite la nueva postal de unidad, promocionada como respuesta, y el discurso de Cristina Fernández de Kirchner, con su apoyo condicionado al Presidente.
En medios oficiales, las consideraciones no giran exclusivamente en torno a la onda expansiva externa de la foto del cumpleaños de Fabiola Yañez, el año pasado, junto a Alberto Fernández y una decena de invitados en el principal comedor de la residencia. Anoche mismo se agregaba la evaluación interna del discurso de CFK, unas horas antes en Avellaneda. El mensaje confirmaba el malestar en el kirchnerismo duro por este y otros motivos, expresión de la interna del poder. La fórmula sería cargar sobre el círculo de Olivos por ineficacia para “cuidar” al Presidente y salvar en público el tema diciendo que ya había sido asumido el “error”.
Las palabras de la ex presidente no resultaron un hecho aislado en lo que va de la gestión presidencial. En el circuito de Olivos se destacaba hasta hace apenas diez o quince días que había sido frenada la movida de CFK para transformar a Santiago Cafiero en cabeza de la lista bonaerense y precipitar un recambio de gabinete con mayor peso del kirchnerismo duro. Existe un capítulo bastante anterior: aquella carta sobre los “funcionarios que no funcionan”. Con el mismo blanco, sonó la advertencia en el acto que exhibió nueva foto de unidad.
“Poné orden en lo que tangas que poner orden”, le dijo la ex presidente a Alberto Fernández. El escenario era compartido con Sergio Massa, Axel Kicillof, Máximo Kirchner. Y la platea estaba colmada por funcionarios nacionales y bonaerenses, candidatos y dirigentes. La imagen era clara. Y quedaron todos avisados del sentido del respaldo en un momento crítico. Tampoco hacia el interior del oficialismo es un simple dar vuelta la página.
El lugar central en el acto, la letra y el tono del discurso, todo configuró sin reparos el papel de jefa política, lejos de cualquier apariencia de lugar compartido. Lo enfatizó también recordando sus advertencias en el acto que cerró en Plaza de Mayo la celebración por la asunción presidencial. El episodio de las fotos del festejo en Olivos había abierto el espacio para reponer la carga sobre los funcionarios más cercanos a Alberto Fernández.
Nuevo aviso. Lo habían dejado trascender desde La Cámpora y lo dijo a su manera Oscar Parrilli, como una especie de adelanto. Están en esa mira, además del jefe de Gabinete, ministros como Matías Kulfas, Claudio Moroni y Nicolás Trotta, pero últimamente el énfasis está puesto en el equipo de comunicación, asesores y la secretaría general.
Por supuesto, esa tensión interna no se salda en un momento. Y además, es necesario avanzar con la campaña. Tanto el Presidente como CFK recurrieron a la receta tradicional de la polarización. No sólo como ya ocurría poniendo el foco en la gestión macrista -con el presupuesto de la herencia y sobre todo, de la deuda- para marcar la campaña, sino ahora para intentar licuar el efecto de los episodios de Olivos: no negarlos -algo imposible-, sino colocarlos como parte de una operación político-mediática para esmerilar y poner en crisis al Gobierno.
Alberto Fernández llegó al extremo de plantear que lo querrían hacer “caer”. Y en esa línea, sostuvo además que sólo le debe explicaciones al “pueblo”, entendido éste como la propia franja de apoyos -sin contemplar el malestar de otros sectores sociales- y sobre todo, sin considerar las cuestiones institucionales, empezando por no respetar sus DNU. El tono exasperado fue de hecho criticado por la ex presidente.
CFK hizo su construcción habitual. Lo simplificó diciendo que los “errores, fallas, equivocaciones, transgresiones” de los gobiernos “populares” son magnificados, al revés que lo ocurrido durante la gestión de Macri. Una manera de cuestionar a los medios y al poder o los poderes fácticos. En otras palabras, como no puede ser negado el hecho, se lo presenta como menor y asociado a una estrategia oscura, que victimiza al oficialismo.
La cuestión no dicha pero evaluada es que todo el tema de las visitas a Olivos durante las etapas más duras de las restricciones sociales comenzó a afectar el discurso de campaña ya programado. Contemplaba, naturalmente, las posibles asperezas de la disputa con la oposición, pero no el cuadro provocado por las imágenes del festejo de cumpleaños de Fabiola Yañez. El pilar de la campaña fue construido sobre la vacunación, con el acento en generar mejor ánimo social y alguna expectativa económica.
Ahora, el seguimiento de encuestas tuvo que añadir el rubro de los efectos del festejo en la residencia presidencial. Se verá cómo evoluciona, pero por lo pronto se evalúa que va a contrapierna de la intención de recuperar voto desencantado y atraer nuevos votantes. El discurso vuelve a cerrarse sobre la polarización, también en el intento de amortiguar el tema que sacude al oficialismo. No depende sólo de la propia voluntad.
Sugerido en público y repetido sin vueltas en privado, los cuestionamientos al círculo presidencial desde el kirchnerismo apuntan a la poco eficiencia de gestión y la falta de cuidados. Esto ultimo no parece restringido a prevenir “errores”, sino más bien a evitar su trascendencia. Visto así, la cuestión no sería el cumpleaños, sino la imagen.
SEGUIR LEYENDO: