En la Casa Rosada hay un tema que ya no está en agenda. Que es parte del pasado reciente. O eso pretenden. Para el Gobierno el escándalo que se generó por la filtración de la foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez quedó sepultado después de las disculpas públicas de Alberto Fernández. “Es un tema cerrado”, advirtieron en el corazón de Balcarce 50.
Esa misma fue la idea que los principales referentes del Frente de Todos intentaron transmitir a lo largo del acto que se realizó en Avellaneda y que tuvo como objetivo cerrar las grietas internas, y otorgar un fuerte respaldo al Presidente en el tramo final previo a las PASO.
Pero el foco central se posicionó sobre Cristina Kirchner. La Vicepresidenta dijo la frase de la tarde y la que retumbó en todo el oficialismo. Fiel a su estilo, marcó la cancha con un extraño doble sentido. Fue directa pero dejó margen a la especulación. Parte de un estilo discursivo propio que despierta suspicacias en todos los rincones de la coalición.
“Alberto, tranquilo, poné orden en lo que tengas que poner orden, no te pongas nervioso y metele para adelante”, dijo la Vicepresidenta. En el oficialismo no hay dudas sobre a quiénes apuntó. La flecha crítica fue directo al corazón del entorno del Presidente, al que apuntan desde distintos sectores de la coalición por la filtración de la foto.
Después del acto, uno de los hombres más cercanos al Jefe de Estado asumió con resignación la presión que se está generando sobre el círculo más chico de Alberto Fernández para que, como consecuencia de la foto cumpleañera, se desintegre.
“Hay mucha gente que me quiere bajar. Adentro y afuera de la coalición. Eso es el poder. Son las reglas del juego y hay que aceptarlas”, asumió uno de los dirigentes que habla todos los días con el Presidente y que cuenta con su confianza permanente.
En el núcleo duro del “albertismo” asumen el error de que se haya organizado la fiesta y que las fotos se hayan filtrado. Incluso reconocen que la imagen la tenían en su poder todos los presentes en esa reunión que se llevó a cabo el 14 de julio en la Quinta de Olivos. Es decir, que la posibilidad de que se filtrara era alta.
Sin embargo, ese núcleo se mantiene firme. Sin cambios. Indemne frente a las críticas internas que no siempre son públicas y que alteran los humores oficialistas en los subsuelos del poder. “Se hacen muchas interpretaciones. Demasiadas. Alberto no le reprochó a nadie de su círculo que sucedió con la foto”, se defienden en el Gobierno.
Otra voz importante y con llegada permanente al despacho presidencial también buscó desestimar el contenido de las palabras que pronunció la Vicepresidenta. “Cristina no tiene emisarios. Si ella quiere marcar algo lo dice directamente. Además, ella está en los temas centrales, no en el círculo de Alberto”, señaló con contundencia.
Cristina Kirchner utilizó su poder real, el que la llevó a ser la principal ordenadora del Frente de Todos, para hacerle un pedido muy concreto al Presidente. Si bien lo defendió admitiendo que “errores y fallas cualquiera puede cometer”, le dejó en claro que debe tomar decisiones después del escándalo que se generó por la foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez.
Un intendente del conurbano que conoce a la Vicepresidenta definió el estilo del reproche de Cristina con sencillez. “Fue un mensaje con carpa. Livianito. ¿No?”. Pura ironía. La ex presidenta no tuvo demasiadas intenciones de ocultar el verdadero sentido de su mensaje. Se percato de disimularlo apenas un poco.
Los jefes comunales del peronismo tienen muy en claro el modus operandi de Cristina Kirchner. Golpeó con fuerza, adelante de todos y todas, con un fin concreto: que su mirada sea el eje de la discusión pública. Los cuestionamientos estuvieron presentes detrás del doble sentido.
Las voces en off del oficialismo apuntan contra el vocero presidencial, Juan Pablo Biondi y el secretario de la Presidencia, Julio Vitobello. Los dirigentes de más confianza que tiene Alberto Fernández y los que están al tanto de su día a día. Ambos siguen firmes en sus cargos. Fernández no los corrió ni los piensa correr. Asumió el error como propio, sin desligarse de la responsabilidad.
No es la primera vez que Cristina Kirchner apunta contra su propio Gobierno. En esta oportunidad pareció ser más encubierto. Solo pareció. En una carta que publicó el 26 de octubre había marcado que existían “funcionarios que no funcionan”, una frase que quedó marcada a fuego dentro del oficialismo.
En otro plano del discurso, tanto la Vicepresidenta como todos los socios de la coalición que estuvieron arriba del escenario, buscaron correr el foco del conflicto por la foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez y concentrar sus energías en criticar a la oposición. Sobre todo en intentar traer al presente la gestión de Mauricio Macri y profundizar la grieta política.
En su discurso, que quedó disimulado detrás de la contundente frase de Cristina Kirchner, el Presidente criticó a todos los candidatos de la posición sin decir nombres y apellidos. “A los que cruzaron la General Paz y están haciendo un curso acelerado para conocer la provincia”, en referencia a Diego Santilli, y a los que “tuvieron que irse por el desastre que hicieron en la provincia”, apuntando a María Eugenia Vidal.
En ese sentido, resaltó a los candidatos del Frente de Todos, “auténticos bonaerenses y porteños”. Ninguno habló en el acto. Ni siquiera Victoria Tolosa Paz y Daniel Gollan que estaban arriba del escenario.
Más allá de las especulaciones que corren por las arterias peronistas, la gestualidad del acto fue contundente. Todos los sectores le dieron un fuerte apoyo a Alberto Fernández en medio del escándalo en el que quedó involucrado. Pusieron la cara y el cuerpo por él y por el Gobierno.
En definitiva, a ninguno le conviene que el Gobierno se debilite. Si pierden en las elecciones, perderán todos. Nadie podrá bajarse del barco. Por eso es mejor recorrer el camino de la unidad, muy conocido en el mundo peronista, para enfrentar las críticas y fortalecer la estructura oficialista mientras configuran un enemigo a quién golpear. En este caso, Juntos por el Cambio, sus referentes y su pasado.
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