Alberto Fernández debería desayunar todas las mañanas con Santiago Cafiero para recibir información clave sobre los asuntos más importantes de la Argentina y el mundo. Y el jefe de Gabinete antes de viajar a Olivos tendría que cargar en un Ipad encriptado un dossier con los datos claves del país y la agenda global preparado por los 21 ministerios y curado por Agencia Federal de Inteligencia (AFI).
Eso no sucede: el presidente carece de método para acceder a la información reservada y ejecuta un sistema de gobierno que le cuesta contener a una agenda política signada por la dinámica interna del Frente de Todos, el impacto inmediato de las redes sociales y la crisis causada por la economía y el COVID-19.
Cuando la foto de la fiesta de cumpleaños de Fabiola Yañez ya sofocaba al Gobierno, Alberto Fernández y su círculo más estrecho -Cafiero, Juan Pablo Biondi, Julio Vitobello, Juan Zabaleta y Gabriel Katopodis- diseñaron una estrategia política para superar un hecho público que erosiona la imagen institucional del jefe de Estado.
La estrategia tenía ciertos conceptos básicos:
1. Admitir el error.
2. Pedir perdón.
3. Poner la cara.
4. Evitar las justificaciones personales o políticas.
Alberto Fernández aceptó las premisas, pero otra vez venció la improvisación.
Durante su discurso en Olavarría, el Presidente perdió la oportunidad de atenuar las críticas de la sociedad y aplacar los cuestionamientos políticos de su propio Gabinete Nacional.
Alberto Fernández no fue con un discurso escrito a la cita pública más complicada y determinante de su gestión. No pidió un Telepronter, ni practicó con sus asesores en la intimidad de Olivos. Le acercaron ciertos borradores que destacaban la palabra perdón. Pero no los usó y apeló a su instinto político, que no termina de acostumbrarse al saludo de los Granaderos y al protocolo institucional de Balcarce 50.
Cuando el jefe de Estado terminó su descargo, los chats oficialistas se multiplicaron a la velocidad de la luz. La propia tropa escribió con desilusión y amargura: se acordó de Marcela Losardo, Ginés González García, Eduardo Valdes, Jorge Taiana y Agustín Rossi, amigos y militantes de Alberto Fernández que cayeron en un segundo de televisión.
El kirchnerismo duro, en cambio, interpretó vía chat que el presidente sacrificó a Fabiola Yañez al momento de hacer el descargo político. Esa interpretación no fue desmentida ni atenuada por Cristina Kirchner. Al contrario.
Alberto Fernández rechazó la interpretación del kirchnerismo y utilizó sus propias palabras para significar su intención de pedir disculpas. Desde Olavarría explicó: “Yo dije que lamentaba lo que ocurrió. Y que no va a volver a ocurrir. Me parece que está claro lo que dije, ¿no?”
Y remató el presidente antes de regresar a Olivos para cenar con su par uruguayo Luis Lacalle Pou: “Dije mi querida Fabiola. ¿Cómo de ahí sacan la conclusión de que le echo la culpa a ella? Que ella haya convocado, no quiere decir que yo no sea responsable”.
La transparencia institucional no causó la crisis política y judicial que enfrenta Alberto Fernández. No está mal revelar a la opinión pública la lista de las visitas a la quinta de Olivos, y además es una obligación legal que se debe cumplir en tiempo y forma.
El cuestionamiento social se apalanca en otros hechos: Alberto Fernández autorizó un cumpleaños que violaba su propio Decreto de Necesidad y Urgencia, y permitió una fiesta en Olivos que no preservó los niveles mínimos de seguridad presidencial.
El presidente conoce de Derecho Penal y sabe que será citado a Comodoro Py. Podría ocurrir en plena campaña electoral, cuando el Frente de Todos puja para evitar que “La Foto de Olivos” complique los resultados en los votantes que aún pensaban en apoyar a la actual administración peronista.
Alberto Fernández, la Primera Dama y sus nueve invitados pueden ser caracterizados como autores materiales de la conducta prevista en el artículo 205 del Código Penal. “Será reprimido con prisión de seis meses a dos años el que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes, para impedir la introducción o propagación de una epidemia”, reza el texto.
El decreto 576/2020 que firmó Alberto Fernández, incluía lo siguiente en su artículo 29: “Cuando se constate la existencia de infracción al cumplimiento del ‘distanciamiento social, preventivo y obligatorio’, del ‘aislamiento social, preventivo y obligatorio’ o de otras normas dispuestas para la protección de la salud pública en el marco de la emergencia pública en materia sanitaria, se procederá de inmediato a hacer cesar la conducta infractora y se dará actuación a la autoridad competente, en el marco de los artículos 205, 239 y concordantes del Código Penal”.
El discurso en Olavarría no exonera ni atenúa la eventual responsabilidad penal del Presidente. Y tampoco sirve para Fabiola Yañez y sus invitados.
La Primera Dama estaba entusiasmada con su cumpleaños. Controló todos los detalles de la fiesta, desde las flores a la mantelería, y sólo tuvo un pequeño inconveniente cuando le presentaron el menú de la cena.
-Quiero salmón. Que sirvan salmón-, ordenó Fabiola Yañez al protocolo de Olivos.
Al margen del gusto gastronómico que impera en Olivos, Alberto Fernández aún se resiste a cumplir determinadas normas de seguridad presidencial. CFK prohíbe los celulares antes de iniciar un cónclave, en la embajada de Estados Unidos e Israel -por citar dos casos- obligan a guardar los teléfonos en un box de metal antes de ingresar a las oficinas diplomáticas, y banqueros con años en la City Financiera exigen que no haya aparatos electrónicos a la vista.
El jefe de Estado -una y otra vez- relativiza estas normas que se aplican alrededor del planeta. Alberto Fernández no controla las fotos que protagoniza, se sacan en su entorno y a su alrededor, y el costo de esas imágenes es infinito y para siempre en la opinión pública.
Un invitado de Fabiola Yañez traicionó al Presidente. Pero la traición sucede si el traidor tiene la oportunidad. La seguridad de Alberto Fernández no revisó la lista de invitados, ni su pasado personal. Todavía está a tiempo: para ocultar un objeto con capacidad de daño, sólo hay que dejarlo a la vista para que pase desapercibido.
Mientras tanto, a cuatro semanas de las PASO, el Frente de Todos debate -cada uno en su espacio- cómo funcionará la Casa Rosada con el recuerdo permanente de la fiesta en Olivos. Hasta anoche, no había respuesta extraoficial y sobrevolaba un temor posible: qué hacer si aparecen más fotos del cumpleaños de Yañez.
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