Jorge Brito habló de la muerte de su padre, del desarraigo empresarial, del involucramiento de empresarios en la política, de su visión de país, de su optimismo, de los desafíos y del fútbol argentino, en una larga charla con el periodista Iván Schargrodsky, para su blog, Cenital. Del gobierno de Mauricio Macri dijo que nunca hubo un modelo, del de Alberto Fernández, que todavía no empezó, del peronismo, que requiere una renovación, con La Cámpora y con Horacio Rodríguez Larreta encontró puntos en común, y de River certificó que es hoy su prioridad.
Brito es presidente de Genneia, una compañía líder en energía renovable, y de Inversora Juramento, una empresa agrícola ganadera de Salta. Además es vicepresidente de la entidad financiera de capital privado argentino más grande del país, el Banco Macro, vicepresidente de la Asociación de Bancos Argentinos, ADEBA, y vicepresidente primero de River. En su cuenta de Instagram, el espacio de su biografía revela un orden de prioridades: su lugar en River, su presidencia en Genneia, su estado civil y sus hijos Alina, Emma y Napoleón, y finalmente su cargo en el Banco Macro.
En febrero de 2021, Rodolfo D’Onofrio, presidente del club de Núñez, confirmó las sospechas: Brito será el candidato a presidente del oficialismo en las próximas elecciones de diciembre, con Matías Patanian como compañero de fórmula. Tiene el camino allanado para consagrarse como máxima autoridad de la institución en diciembre: de no mediar imprevistos, será el próximo presidente de River, su primer interés en el presente.
“El proyecto de River no solamente es pasión, es un gran desafío. River siempre es un desafío porque, distinto a una empresa donde uno cree tenerla atada y tener en claro hacia dónde va, siempre, semana a semana, pasan cosas”, lo cual, explicó exige “disponibilidad de agenda”. No es un recién llegado a la gestión del club: el proyecto del que participa, ya lleva siete años y medio durante los cuales, asegura, han hecho “muchas cosas” y “quedan algunas otras por hacer”.
En cuanto a la futura presidencia de la AFA, dice: “No tengo muy en claro qué propone cada uno de los candidatos. Debemos hacer un debate profundo de hacia dónde vamos, redactar un plan de acción de cómo hacer para llegar a eso y, después, intentar elegir el candidato”.
Pone como ejemplo su experiencia en River: “Cuando llegamos, él (Donofrio) tenía un diagnóstico de la situación, un plan de acción y teníamos en claro a dónde queríamos ir. La gente te puede elegir o no, te puede salir mal, muchas cosas podrían haber ocurrido, pero había un plan. El plan puede fracasar, por supuesto. Pero el peor plan es el no-plan. Acá no hay un plan. A mí me encantaría que Rodolfo D’Onofrio pueda ser presidente de la AFA o ser parte y aportar sus ideas. Hay muchos dirigentes que intentan ser presidentes de la AFA y no pueden explicar cómo está su club. Es importante que trabajemos todos juntos en un modelo de asociación de hacia dónde queremos que vaya el fútbol, no discutir más por cuánto le corresponde a cada uno, eso ya está. Sí empezar a discutir cómo hacer para que la torta sea más grande”.
También reflexiona sobre el fútbol como metáfora o parábola de la Argentina, traza un paralelismo entre las confrontaciones del seno de la AFA con las grietas político ideológicas y ensaya un mea culpa como componente del arco de dirigentes: “El fútbol es la gran pasión argentina. Todo pasa por ahí”, sostiene. “En términos económicos es irrelevante, no existe”, pero “es la forma por la cual nos conocen y nos ven en el mundo y creo que, como tantas otras cosas de la Argentina que no han funcionado bien en este último tiempo, esto no ha sido la excepción”.
Recuerda que hace unos años se dio la oportunidad “de generar un cambio”, pero no sucedió. “En gran parte, todos los dirigentes del fútbol somos responsables en haber mirado siempre los candidatos en función de beneficios de cada club -admite-. Hemos estado en esta división de Tinelli y Tapia, Superliga y AFA, que no nos ha llevado a nada positivo.” Y afirma creer en la necesidad de “mucho más involucramiento de los clubes importantes, principalmente de la primera división”, para “dejar de discutir”. “Porque en el fútbol -explica- pasa algo muy parecido a lo que pasa en el país. Hablo por los siete años que hace que estoy acá, pero seguramente hace mucho más tiempo que estamos discutiendo cómo se reparte la torta y no hay nadie pensando cómo hacemos para que la torta sea más grande”.
Desde su escritorio de empresario, Brito también hace un diagnóstico de los problemas del país, y cuenta en qué cifra esperanzas. Pero primero, el diagnóstico: “El problema más importante que ha tenido la Argentina a lo largo de los últimos por lo menos 20 años es que el Estado ha gastado más de lo que recaudaba. Eso fue generando endeudamiento. El endeudamiento, en la medida en que entró a ratios que complejizaban su propio repago, requería de mayor recaudación sin mayor nivel de actividad. Con lo cual, eran más impuestos sobre la misma base imponible, generando más presión sobre la actividad privada. Y, en definitiva, generamos un estrangulamiento de la actividad privada. Llegamos a niveles en los cuales un tipo de cambio muy competitivo después, productivamente, terminaba siendo no competitivo. Básicamente, por una cuestión impositiva. No es una crítica a este gobierno, es una crítica a la dirigencia política de los últimos 30 años”.
No es un pesimista ni un agorero de estallidos y crisis. No abona la teoría de la venezualización de la Argentina: no cree que haya un espectro político que obtenga un beneficio ni gente que esté a la expectativa de que eso suceda: “No veo espacio en la Argentina para eso. Creo, sí, que a veces hay una visión de muy corto plazo en el no entender que cuando hacés transferencias de riqueza de los que más tienen a los que menos tienen -que está bien porque hay gente que lo necesita y porque el país lo que más necesita es no tener un estallido social- lo único que uno tiene que tener en claro son las consecuencias y es que el conjunto de impuestos que tienen las empresas, que tienen los empresarios, termina ahuyentando la inversión. Y lo que necesitamos en Argentina es alentar a la inversión”.
No fue, a su juicio, una promoción a la inversión privada el impuesto a la riqueza impulsado por el gobierno nacional. “Ha sido algo que, claramente, ha generado una gran cantidad de empresarios que se fueron a vivir a otro país generando desarraigo”, lo “peor” que puede hacer un país. “La Argentina necesita de esos empresarios y necesita que los hijos de los empresarios sigan arraigados a la Argentina y sigan invirtiendo acá. Porque eso, verdaderamente, es la burguesía nacional que nosotros debemos construir”.
Se mostró optimista en cuanto a diversidad política y espíritu democrático. Siente que es su obligacion serlo por muchas razones. “La primera de ellas es porque no tengo alternativa: toda nuestra familia tiene las inversiones en la Argentina y queremos que así siga siendo. La segunda, es porque hay pequeños pasos que se vienen dando en los últimos meses -y creo que las listas de ambos partidos terminaron expresando- que muestran que no hay espacios para los extremos. No es una casualidad eso. Hoy los partidos, los candidatos, se manejan por encuestas. Y esas expresiones me parece que hoy no pagan políticamente. Fueron castigados en las listas. Creo que eso es algo bueno para el país porque es, en definitiva, una forma de achicar la grieta. Para mí, ésa es la forma de acercarse. Comunicándose. Yo sé, también, que hoy gran parte de los ministros y referentes de este Gobierno tienen charlas y relación con los principales referentes de la oposición”, algo que “no se daba hace cuatro años ni hace ocho” y hoy “nadie se ofende si un empresario habla con un político o con alguien de otro partido; eso lo veo como algo positivo”.
Su optimismo también abarca la inversión extranjera a largo plazo. Más allá de la estabilidad, de las reglas claras, de la previsibilidad, están los recursos naturales de una tierra fértil. Brito se anima a teorizar sobre décadas de crecimiento para el país si se dan ciertas condiciones. Toma el ejemplo de Japón: “Es una sociedad muy evolucionada que tiene todas las intenciones de moverse hacia las energías renovables. Tiene un solo problema: no tiene fuentes de energía renovable. Argentina tiene la Patagonia, que es una fuente inagotable de energía renovable. Y ya se está viendo que a largo y mediano plazo se van a poder exportar formas de energía renovable, como el hidrógeno. A través del viento y del sol, uno puede generar hidrógeno, que es un combustible líquido y que puede ser exportable. Y se habla mucho de las baterías como alternador de energía, tanto para un auto como para cualquier matriz energética. En Argentina tenemos la primera o la segunda mina de litio más importante, en Jujuy. Argentina tiene todo lo que no se puede comprar. Lo único que nos falta son reglas de juego claras. Producimos alimentos, tenemos Vaca Muerta. Creo que el gran desafío acá es que la política se pueda poner de acuerdo, que los empresarios podamos estar a la altura de eso y poder acompañar con políticas de Estado a largo plazo. Estoy seguro que, si eso ocurre, la Argentina va a tener grandes años o décadas de crecimiento”.
Cree que el peronismo necesita un renovación y también piensa que ya se está dando, “con nuevos principios, con nuevos conceptos desde lo económico”, basados en la inversión “para la generación de empleo”. Y agrega: “Está visto en el mundo que no hay generación de empleo sin inversión privada y que los países más desarrollados del mundo son los que tienen niveles de préstamo alto, préstamo privado contra PBI. Para que haya préstamos tiene que haber depósitos. Para que haya depósitos tiene que haber reglas de juego claras. Es toda una cadena que tenemos que ir construyendo. A veces te preguntan: ‘¿Qué hacemos para generar confianza?’. Generar confianza se requiere tiempo. Tiempo de ir haciendo las cosas bien. Creo que eso es un poco lo que espero que, después de la pandemia, vayamos construyendo día a día y semana a semana. El camino de la confianza para que Argentina vuelva a ser -o empiece, porque ya no sé hace cuánto que no lo somos- un país previsible con reglas de juego claras”.
Jorge Horacio Brito, su padre, era un articulador de estos dos planos. Murió el 20 de noviembre del año pasado a sus 68 años en un accidente aéreo. Jorge Pablo, uno de sus seis hijos, dijo que Brito no era sólo su padre, sino su amigo, su socio, su jefe y que por más que muchas veces pensó que se había preparado para despedirlo, comprendió que no lo estaba el día de su fallecimiento. Además de valorar sus enseñanzas paternas, remarcó sus valores como hacedor político: “En Argentina es como que sos empresario o sos político. Y todos los empresarios creemos que los políticos no entienden nada de las empresas, que en realidad están en su mundo y no entienden nada. Y los de la política dicen que los empresarios lo único que hacen es contar la plata y no entienden el quilombo que tenemos acá. Por ahí él era un perfil que entendía un poco de los dos lados”.
Hace tres años conoció a Máximo Kirchner y a Wado de Pedro, dos líderes de La Cámpora, un bloque hostil o enfrentado con el núcleo de los empresarios. “Tengo una buena relación con ellos, muy fluida y son personas que te permiten decir lo que pensás. Nos llevamos bien porque les gusta el debate ideológico. Por ahí pueden tener una visión distinta que uno en la forma de hacer las cosas, pero en el fondo quieren lo mismo: que a Argentina le vaya bien. Tal vez se creó un cuco muy importante, que claramente es un error de ellos no poder transmitir cuando no lo son. La política no sólo se trata de ser sino de poder transmitir esto”.
Para Brito, es importante que esos referentes, “que hoy tienen un rol tan importante en este gobierno, puedan hacerle entender a la gente que su forma puede ser distinta pero que creen verdaderamente en la inversión privada” y que “tienen relación con la oposición”.
Está convencido de que la grieta está en proceso de disolución. Afirmó que no cree que La Cámpora y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, tengan tantas diferencias ideológicas: “En la cuestión de fondo están de acuerdo: quieren que a la Argentina le vaya bien. Hay un problema en el cómo y en la inmediatez. También es cierto decirlo, hoy estamos en una emergencia económica. Países que han tenido una reducción del ingreso per cápita menor a Argentina han llegado a tener estallidos. No hay espacio a más ajuste por más que uno, desde un Excel, mire y diga que hay que ajustar para bajar impuestos. No hay margen para eso. Lo que también hay que tener en claro es que no hay, tampoco, para más impuestos. Lo que hay que pensar de acá en adelante es cómo hacer para generar un compromiso en el cual el Estado no puede gastar más y en el cual el único driver a recaudar más impuestos sea aumentar la base. Que se pongan de acuerdo el gobierno y la oposición en cuatro o cinco puntos que digan hacia dónde va a ir la Argentina”.
En cuanto a la gestión actual es benévolo: “Hasta ahora la han tenido muy difícil, con muy pocos recursos para enfrentar una pandemia inédita, con la única forma para paliar de generar cuarentenas y lo único que generaban era un empeoramiento de la economía. En una economía en la que ya no había más margen. Es difícil, pero creo que ahora se viene un gran desafío y espero que tengan en cuenta el desarrollo como base esencial para la generación de empleo”.
Tiene severas críticas a la gestión de Mauricio Macri. “No hubo nunca un modelo de país. El gobierno nunca tuvo claro adónde quería que entraran las inversiones. Nunca tuve en claro qué querían. Si queríamos ser un país competitivo y generar exportaciones, si las exportaciones debían estar generándole valor agregado a la materia prima que producimos, si queríamos crear un mercado interno potente”. Repetían como un mantra “tiene que venir plata y tiene que venir plata y tiene que venir plata’”, dice. “Y la inversión terminó viniendo como inversión de corto plazo para financiar la esterilización monetaria que hacía en aquel momento el Banco Central para bajar la inflación. Por el otro, desde Economía hacían lo contrario para generar nivel de actividad. No había un rumbo claro”.
Brito pensaba que, después de la experiencia de Macri en el poder, iba a pasar mucho tiempo para que gente del sector privado se involucrara en la función pública. “Tiendo a creer que si uno fue exitoso en el sector privado tiene grandes chances, también, de que le vaya bien en el sector público. Necesitamos gente exitosa del sector privado con voluntad de cambiar la cosa pública”, explicó. Dijo ignoar cuánto de las crisis y los problemas de crecimiento corresponden a los empresarios, “pero lo que sí sé es que somos responsables todos los argentinos: cuando criticamos a la política, la política somos los argentinos, somos lo que elegimos y, a veces, por qué no decirlo también, la poca vocación para dedicarnos a la política”.
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