El Frente de Todos se encuentra en estado de conmoción por el creciente escándalo de las fotos en Olivos durante el aislamiento obligatorio. Después de mantener por dos semanas una postura de relativización del tema, en menos de 48 horas el Gobierno debió hacer un viraje de 180 grados en la estrategia y pasó de la negación al reconocimiento público pleno del “error”. Sin embargo, el tardío cambio de discurso no sirvió para evitar el clima de triunfo en la oposición y la ola de pases de factura entre sectores del Frente de Todos, dentro y fuera de la Casa Rosada.
La táctica del Gobierno durante los días posteriores a que trascendieran las listas de nombres de visitantes, el 27 de julio, e incluso después de que se filtraran las primeras fotos que mostraban a varias personas reunidas en actitud distendida en la residencia presidencial, apuntó a la relativización.
“Ya se desarmó, se desactivó. La teoría que quieren imponer se cayó a pedazos”, decía el viernes pasado un altísimo funcionario que intentaba dar por terminado el asunto de las visitas a la residencia presidencial. La táctica predominante en la administración nacional era negar el tema, a pesar de que aparecía, candente, por doquier. En todo caso, proponían enfocar la mira en las declaraciones misóginas del diputado Fernando Iglesias, de Juntos por el Cambio, contra la actriz Florencia Peña, una de las visitantes a la residencia presidencial durante la cuarentena. La orden era desviar la atención del asunto central de la violación del aislamiento.
Esta semana el oficialismo empezó sus actividades en la misma línea distendida, sin alusiones oficiales al tema, con actos e inauguraciones de campaña. El optimismo duró hasta el miércoles, cuando le llegó el golpe de gracia a la táctica de desmentida y desvío de la atención. Ese día se filtró una foto a través del canal LN+, que mostraba a varias personas reunidas en Olivos por el cumpleaños de la primera dama, Fabiola Yáñez. Entre ellos, el presidente Alberto Fernández. Recién entonces, algunas voces de las altas cúpulas del Gobierno empezaron a llamar la atención a los equipos presidenciales sobre la necesidad de admitir públicamente que se había cometido un error. Sin embargo, la postura permaneció inalterable.
Hasta el jueves por la tarde se mantenía la mirada de minimización de lo ocurrido, a pesar de los pedidos que llegaban desde la oposición para que el Presidente brindara explicaciones y de que cada vez eran más fuertes las voces en el Gobierno que insistían para que se modificara las maniobra de comunicación.
El primer mandatario se había referido al tema por última vez el viernes, en actitud defensiva, en una entrevista con Víctor Hugo Morales. Pero los cuestionamientos al respecto habían escalado en los medios y en las redes sociales. Era el tema central. Ya estaba probado que la famosa imagen no había sido trucada, como alegaban los voceros de la Casa Rosada, sino que era real.
No fue hasta el jueves por la noche cuando, ante las insistentes recomendaciones, el Presidente decidió, desde Olivos, modificar el discurso defensivo que había sostenido durante dos semanas. El funcionario elegido para “lanzarse sobre la granada”, como ilustró la maniobra de comunicación un vocero, fue el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. “Se cometió un error que no debería haber pasado y estuvo mal”, dijo el viernes el funcionario más cercano al Presidente.
Sus palabras, aunque tardías, sirvieron como un catalizador para los referentes del oficialismo, e incluso los candidatos que, desde sus búnkeres, estaban ávidos por continuar con la campaña, pero también preocupados por las inevitables preguntas sobre el tema más caliente.
El viernes por la tarde, la Casa Rosada se mantenía aparentemente silenciosa a la espera de las palabras del Presidente, que, se descontaba, hablaría al respecto en un acto en Olavarría. Pero un fuerte malestar emanaba de todas las oficinas. A diferencia de los días previos, nadie escatimaba palabras a la hora de expresar desazón por la actitud del Presidente. Se utilizaban expresiones como “vergüenza”, combinadas con el temor por la “pérdida de credibilidad” de Alberto Fernández. Hacia las 17.30, dos horas después de lo previsto en las invitaciones a la prensa, el Jefe del Estado habló finalmente desde la provincia de Buenos Aires junto a Axel Kicillof y Sergio Massa. Aunque se disculpó, endilgó parte de la responsabilidad a su pareja. “Lamento que haya ocurrido, no va a volver a repetirse (...) Mi querida Fabiola convocó a un brindis que no debió haberse hecho”, dijo.
Muchos no consideraron suficientes sus palabras. El problema, desde la mirada de distintos sectores del Frente de Todos, no pasaba sólo por el hecho en sí mismo -es decir, la violación, por parte de la máxima autoridad nacional, de la norma que él mismo había decretado para evitar los contagios de coronavirus-. Sino también por el modo elegido por el primer mandatario para manejar la crisis una vez que se había desatado.
Algunos de sus laderos aseguraron que sabían que podrían filtrarse más fotos, y le habían insistido para que “saliera a adelantarse” o “preanunciar el tema”, según revelaron. Fue el propio Alberto Fernández quien se negó a anticiparse. “Si hubiese salido antes, se habrían achicado los daños”, sostuvo un funcionario que suele acompañarlo en las recorridas.
También se registraba una fuerte bronca con la Primera Dama, protagonista del festejo en cuestión. En el Gobierno sospechan que la foto de la reunión fue filtrada por alguien de su entorno y señalan que todos los presentes en el encuentro social eran sus conocidos o amigos de Yáñez. “El Presidente tuvo responsabilidad en esto. Pero ella funciona mal. No se amolda nunca a ningún esquema, no acepta normas ni planes. Ser Primera Dama implica un nivel de responsabilidad política que ella no tuvo”, se despachó uno de los asesores del Presidente.
También hay malestar con la propia decisión del Presidente de hacer públicas las visitas a Olivos en el comienzo de su mandato. Aunque Alberto Fernández lo remarcó como una virtud durante su discurso el viernes por la tarde, se multiplicaban las voces condenatorias de sus laderos sobre esa apertura. “Somos políticos. Guardamos. No regalamos nada. Esto no hubiera pasado nunca en el gobierno de Cristina, ni en el de Macri”, deslizaron.
Al capítulo de las internas dentro de la Casa Rosada se sumaban los cuestionamientos de parte de La Cámpora, que reprocharon, en público y en privado, con palabras, gestos y omisiones, la actitud del Presidente. Cristina Kirchner permaneció en silencio frente a la crisis política donde el principal apuntado era el hombre que ella misma eligió para liderar el Ejecutivo. Mientras que el diputado nacional Oscar Parrilli, miembro clave del Instituto Patria, pidió “un llamado de atención para los que están al lado del Presidente”.
El Presidente pidió disculpas por primera vez durante un acto en Olavarría, que tenía como objetivo central presentar uno de los proyectos más importantes de la gestión legislativa de Máximo Kirchner: la ampliación del Régimen de Zonas Frías, que reduce la tarifa de gas. En las filas del kirchnerismo no ocultaban la pesadumbre. “Es una cosa imperdonable”, lanzó un dirigente de la primera hora en diálogo con Infobae. “Realmente esto es un error no forzado, que nos pone para atrás y es un costo que pagamos todos”, agregó.
La preocupación alcanzaba también el terreno de la militancia, en plena campaña. “Los que nos incorporamos al kirchnerismo y al peronismo sobre todo después de la muerte de Néstor, esa militancia que se enamoró de la política en esa época, se siente dolida”, deslizó un diputado. Mientras se acercaba el fin de semana, cuando todos los candidatos tenían planeado continuar con las recorridas proselitistas, se imponía un clima de enojo en el oficialismo.
Hasta el viernes por la noche no se había establecido otra estrategia que transmitir la nueva línea de disculpas impuesta a último momento, y en contraste con la postura previa, por la Casa Rosada. El discurso que se “bajó” desde el comando central de campaña en las últimas semanas, avizoran, se verá atravesado indefectiblemente por el escándalo que protagoniza el Presidente, que no parece mermar, y que los obligará a correrse por tiempo indeterminado del mensaje de optimismo que buscaban instalar entre el electorado para ganar las inminentes elecciones primarias.
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