Santiago Cafiero, Alberto Fernández y un acto deslucido, en ese orden, armaron la respuesta oficial frente a la conmoción -externa e interna- por las fotos del festejo cumpleañero en Olivos, en plena cuarentena. Esa sucesión terminó por agravar el cuadro en lugar de contener el daño, que es lo que se pretendía. Primero fueron las palabras para definir el hecho: un “descuido” y un “error”, según el jefe de Gabinete ante la gravedad del tema. Y después, el giro para evitar una disculpa de fondo con admisión de responsabilidades: el Presidente dijo lamentar el episodio, que adjudicó a Fabiola Yañez. Las intrigas y facturas cruzan en estas horas al oficialismo. Pero sobre todo, asoma el daño institucional en un contexto de crisis y apatía política, cuando restan apenas cuatro semanas para las elecciones primarias.
Las fotos del cumpleaños de Yañez, el año pasado, expone al Presidente junto a una decena de invitados. El momento social que se vivía entonces es conocido. La imagen, además, fue precedida por la difusión de listados de ingresos y salidas de la residencia presidencial. Hubo un intento de descalificación de la primera foto pero la segunda paralizó al círculo presidencial y reanimó el malestar del kirchnerismo duro, con Cristina Fernández de Kirchner en primer línea. Existen temores sobre otros registros de aquel festejo, tal vez por el clima general y no tanto por datos ciertos.
Las reacciones van en dos direcciones. Por un lado, el impacto social, difícil de calcular ya como proyección electoral aunque a contramano del objetivo que expone la campaña oficialista. Se trata de generar expectativa social y económica, con eje en la vacunación y las medidas sanitarias, renglón sobre el que golpean, precisamente, las visitas y encuentros en Olivos. Por otro lado, trasciende la intención de dar con el “responsable” de lo ocurrido. El camino de la foto alimenta especulaciones conspirativas y también operaciones para desacreditar a periodistas. No resulta extraño, pero en esa visión pasaría a ser un dato menor el hecho que las fotografías ponen a la vista de todos.
La oposición se fue alineando en una respuesta fuerte, con declaraciones y hasta con un pedido de juicio político, más allá de que no tenga chance alguna. La respuesta oficialista apunta a rechazar esa carga. Pero la preocupación electoral, antes que nada, se alimenta de temores sobre el impacto que podría tener en las expectativas de recuperar voto desencantado y crecer sobre su núcleo duro, con base en Buenos Aires. Se verá, pero el desconcierto inicial y la tensión posterior -expuesta por Sergio Berni, Oscar Parrilli y voceros formales e informales, de entrada- señala que al menos altera los planes.
Algunos de los sondeos que circulan en estos días señalan que la imagen presidencial venía frenando su deterioro o incluso anotaba una leve mejora, en un escalón realmente bajo. Por supuesto, las encuestas no registran aún el impacto de las fotos de Olivos. Habrá que orejear algún tracking o esperar un relevamiento completo. Por lo pronto, aparece como el primer elemento francamente negativo en este terreno desde la vacunación VIP.
Con ese cortinado de fondo sobre los posibles costos en términos de imagen, el mal clima interno no tardó en ser notorio. En medios oficialistas circulaban especulaciones variadas, que iban desde una operación de servicios de inteligencia a una pesada factura doméstica para el Presidente. Esto último parecía lo menos sólido y asomaba más bien como reacción a mensajes del kirchnerismo duro poniendo en exclusivas manos de Olivos revertir la situación. Había también interpretaciones más llanas: apuntaban a una nueva expresión de falta de solidez del equipo presidencial. Alguna fuente utilizaba palabras más fuertes para calificar este episodio.
En definitiva, y aún en el caso de tomar como atendible la especulación sobre una operación armada -contra el oficialismo en general o para perjudicar sólo al Presidente-, el elemento central sigue inalterable: la celebración del cumpleaños de Fabiola Yañez, las visitas y encuentros en Olivos, en momentos de duras restricciones por el coronavirus. Se trata de una naturalización de privilegios en el poder.
Eso es lo que impacta sobre la imagen, más allá del efecto que podría tener dentro de un mes en las urnas. El acto de anoche con el Presidente en el centro del escenario fue una postal del estado del oficialismo: un respaldo actuado hasta en los aplausos. El mensaje del poder moviéndose fuera de las normas -en este caso, la cuarentena- afecta al Gobierno pero lastima a la política en sentido amplio. Y produce daño institucional, sumado al cuadro de crisis económico y social. Es un camino del alto riesgo.
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