El cierre de listas de candidatos del Frente de Todos dejó heridas en el sindicalismo que serán difíciles de cicatrizar. Sergio Palazzo fue encumbrado por Cristina Kirchner como el nuevo referente del gremialismo K al resultar privilegiado con el cuarto lugar de la nómina bonaerense de diputados. Hugo Moyano se quedó sin nada en el reparto de postulaciones, aunque fue uno de los más apoyó al oficialismo en los últimos tiempos.
¿Qué pasó? El líder de Camioneros no se lo explica y está molesto. Buscaba que dos de sus hijos, Hugo Moyano Jr., abogado laboralista, o Karina Moyano, secretaría de Género del sindicato, estuvieran en alguna de las listas, pero no lo consiguió. “No nos dieron ni una candidatura a diputado provincial”, se quejan en el entorno del “dirigente ejemplar”, como calificó Alberto Fernández al ex titular de la CGT en el apogeo de su relación.
La Vicepresidenta privilegió una vez más a sus incondicionales del mundo sindical: además del jefe de la Asociación Bancaria, también fueron beneficiados en las listas otros dos representantes de la Corriente Federal cercanos a La Cámpora: Vanesa Siley, actual diputada nacional y secretaria general de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Judiciales (FE-SITRAJU), y Walter Correa, secretario general del Sindicato de Obreros Curtidores, además del líder de la CTA oficialista Hugo Yasky, que procurará otro período como diputado nacional del Frente de Todos.
Para colmo, a Moyano no solamente lo marginaron de las candidaturas para alguno de sus hijos sino que Maia Daer, la hija de su archienemigo Héctor Daer, cotitular de la CGT y titular del Sindicato de Sanidad, logró ubicarse como cuarta candidata a legislador porteño. “Fue por su militancia en el peronismo y por pedido del Presidente; su padre no tuvo nada que ver”, aclararon en el oficialismo. La explicación no convenció a Camioneros: “Karina Moyano integra el secretariado nacional del sindicato y tiene mucha militancia política”, aseguraron, aunque no precisaron que la militancia es en el Partido por la Cultura, la Educación y el Trabajo (CET), que fundó su papá hace ocho años y nunca logró buenos resultados electorales.
El escenario tras la presentación de las listas reedita una pelea de fondo del sindicalismo: Sergio Palazzo vs. Hugo Moyano. Ya se enfrentaron en 2013, cuando el gremio bancario dejó la CGT liderada por el jefe camionero tras llegar a un acuerdo con Cristina Kirchner por la normalización de la obra social. En 2016, Palazzo participó del congreso cegetista que encumbró al triunvirato integrado por Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña, pero sólo para anunciar que no integraría la central obrera y reclamar un paro general contra el gobierno de Cambiemos. Las tensiones entre ambos fueron en ascenso hasta que terminaron juntos y aliados a la actual Vicepresidenta para combatir a Mauricio Macri.
En las filas moyanistas están convencidos de que Palazzo “es la apuesta de Cristina Kirchner y de Máximo Kirchner para conducir la CGT”, que renovará sus autoridades en octubre próximo. Creen que en lo más alto del poder ya está acordado que la central obrera será piloteada por un triunvirato, integrado por Daer, Pablo Moyano y Palazzo, y con un liderazgo rotativo, pero que el único secretario general terminará siendo el dirigente bancario. Algo parecido a lo que sucedió en 2002, cuando asumió al frente de la central obrera el triunvirato de Hugo Moyano, Susana Rueda y José Luis Lingeri, pero el camionero quedó como único líder cuando Néstor Kirchner forjó una alianza con él porque necesitaba una CGT disciplinada.
Si no es Palazzo, a quien podría jugarle en contra su condición de radical (todo un pecado para el sindicalismo peronista), cerca de Moyano piensan que Cristina Kirchner y La Cámpora operarán para que Vanesa Siley se sume al futuro triunvirato cegetista: por un lado, se trata de una mujer, y su ascenso en las filas gremiales sería una inédita señal en favor de la igualdad de género, pero, además, es una dirigente alineada fielmente al cristinismo. Como presidenta de la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados, ha sido una pieza clave para la estrategia de Máximo Kirchner.
¿Podrá La Cámpora ocupar casilleros en la conducción de la CGT? Hasta ahora, la expresión juvenil del kirchnerismo nunca había logrado hacer pie en el mundo sindical, con la excepción de algunos gremios estatales, docentes y aeronáuticos. Resultará muy complicado que los muchachos camporistas consigan los delegados al congreso cegetista necesarios para encaramarse en la central obrera. En ese cálculo sigue predominando la alianza de “Gordos” (Héctor Daer y Armando Cavalieri, de Comercio) e “independientes” (Gerardo Martínez, de la UOCRA; Andrés Rodríguez, de UPCN, y José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias), seguida por el moyanismo, el barrionuevismo y el SEMUN, que encabeza el ferroviario Sergio Sasia.
El evidente favoritismo de Cristina Kirchner hacia Palazzo aún no pudo ser digerido por Moyano: siente que es injusto haber sido marginado de las listas por un gobierno al que contribuyó a llegar al poder y que defendió de todas las formas posibles y de manera casi incondicional desde que asumió. Lo curioso es que Hugo y Pablo Moyano siguen compartiendo espacios con Palazzo en Independiente: los camioneros presiden el club y el bancario es su secretario Deportivo, aunque planea renunciar porque no tendrá tiempo para trabajar también en el Congreso y en el sindicato.
La explicación sobre la exclusión del moyanismo de las nóminas electorales todavía es un misterio. Algunos creen que Alberto Fernández le está facturando haberle traído problemas con el empresariado por sus bloqueos contra Mercado Libre y Walmart, aunque el Presidente también es otro de los perjudicados por el reparto de candidaturas que acaparó el cristinismo. Para otros, Cristina Kirchner no quería más bancas para los hijos de Moyano (sigue siendo diputado Facundo) y además, según sospechan, pretende un absoluto disciplinamiento político que el camionero no garantiza.
La CGT también fue castigada por la Vicepresidenta: aspiraba a que su secretario de Prensa, Jorge Sola, fuera candidato a diputado en Santa Fe, pero la jugada, respaldada por Alberto Fernández, no prosperó. Además de los ultrakirchneristas, sólo lograron lugares en las nóminas de diputados bonaerenses la UOM y SMATA, que postularon al metalúrgico Naldo Brunell, en la Sexta Sección Electoral, y los rurales de UATRE, que ubicaron a Cecilio Salazar en la Segunda Sección Electoral. Fue la peor cosecha de postulaciones del sindicalismo peronista en toda la historia democrática.
Es todo un riesgo para el oficialismo el malestar del moyanismo y de la CGT (en el caso de la central obrera, a la ausencia en las listas se agrega que todavía no se cumplió la promesa de Alberto Fernández, efectuada hace tres meses en la Quinta de Olivos, de otorgarles $11.000 millones a las obras sociales para compensar los suculentos gastos del rubro discapacidad en educación y transporte). Se prevé que el año próximo también será un año difícil en materia económica, luego de que se liberen las variables que el Gobierno mantiene contenidas para intentar ganar las elecciones, como el tipo de cambio y las tarifas, y con muchas tensiones sociales por la inflación, el aumento de los precios, la falta de empleo y la puja salarial.
¿Cómo hará Cristina Kirchner para apaciguar a un sindicalismo lastimado por haber sido excluido? Una tregua gremial también se perfila complicada porque la Vicepresidenta quiere que en 2022 se sancione la reforma del sistema de salud, una iniciativa sobre la que ya habló dos veces públicamente y que, según temen los dirigentes gremiales, apuntará a la apropiación de los fondos de las obras sociales por parte del Estado.
Por eso sindicalistas de distintos sectores coincidieron en que la nueva CGT que se elegirá en octubre no será un apéndice del Gobierno, sino una estructura autónoma del poder: la mayor parte de los dirigentes se sienten excluidos por culpa de Cristina Kirchner y abandonados por la desidia de Alberto Fernández. Una pésima noticia para un gremialismo tan acostumbrado a los privilegios otorgados desde los despachos oficiales. Y también para un Frente de Todos que necesitará de todos sus aliados sindicales para amortiguar la protesta social que se insinúa.
¿Será 2022 un año de paros generales de la CGT por las rupturas de los lazos sindicales con el Gobierno? En mucho influirá también el resultado de las próximas elecciones. Un triunfo amplio del oficialismo aplacará las rebeldías. Una derrota será el preanuncio de la resistencia de los gremialistas. Algunos dirigentes no se resignan a haber dejado de ser los favoritos del Gobierno, mientras otros patalean porque no son escuchados. Casi todos están más cerca de mostrarle los dientes al oficialismo que de mirar hacia otro lado ante sus desaciertos económicos y sociales. Algo que hizo la mayoría, hasta ahora, ante la ilusión de que formaba parte del poder y que Cristina Kirchner hizo estallar peligrosamente en mil pedazos.
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