Manual, código, instructivo, todo bastante básico. Por ahora, los primeros momentos de la campaña muestran más preocupación por acomodar las filas y el discurso que un mensaje a la sociedad en medio de la crisis y con el fantasma de una nueva ola de coronavirus. Septiembre no está muy lejos. Y las PASO motorizan de diferente modo al Gobierno y a la oposición. El oficialismo puso en manos de sus candidatos un largo texto que, en resumen, apunta a dar una señal esperanzadora y sobre todo moderada, eludiendo los temas donde se impone el sello K. Y Juntos por el Cambio intenta poner en paz la interna por sus liderazgos, para que las primarias resulten atractivas y no extemporáneas a la vista de los votantes.
El instructivo del oficialismo para sus candidatos tiene de entrada la lógica de las listas de unidad, con la provincia de Buenos Aires y la Capital a la cabeza. Los listados fueron definidos en el escritorio y las PASO son presentadas como la primera entrega de la batalla central con Juntos por el Cambio. Casi marginalmente en el texto se alude a la intención de cerrar alguna fuga hacia terceras opciones, seguramente pensando en Florencio Randazzo.
Eso no quiere decir que la disputa doméstica haya sido superada. En todo caso, el resultado electoral agregará un componente gravitante. Pero para esta elección, se trata de mostrar lo contrario y de pulir el discurso más áspero, en un difícil equilibrio para polarizar con la experiencia macrista si recurrir todo el tiempo a la herencia, camino a los dos años de Gobierno.
Por supuesto, no se trata sólo del manual. El giro respecto de la vacuna Pfizer, impuesto entre otras razones por el propio desgaste frente a la cerrazón política de tantos meses, es difundido como una muestra de sensatez, tardía, a contramano del discurso del kichnerismo duro. También, el gesto de Cristina Fernández de Kirchner interpretado como un visto bueno al pago de los próximos vencimientos con el Fondo utilizando los DEG que aportará en estos días el propio Fondo. Según como se lea, una señal de moderación o de explícita doble firma en el poder.
Hay un enorme implícito aunque con pinceladas realistas en el instructivo del Frente de Todos para sus candidatos. La letra sugiere la misma viga de campaña de 2019, que allanó otra vez el camino al poder, antes que la línea de 2017, que significó la derrota de Cristina Fernández de Kirchner en la provincia. El agregado es la lectura sobre el desgaste del oficialismo, aunque anotado como parte de un fenómeno mundial a causa de las políticas frente a la pandemia, sin mirada crítica alguna.
De todos modos, admite las limitaciones de una disputa electoral centrada en la permanente evocación de Mauricio Macri, porque el panorama es complejo: el ex presidente cosecha mala imagen según la mayoría de las encuestas -casi tan mal como CFK-, pero ha dejado de ser la única referencia de JxC. Pesan en sentido inverso Horacio Rodríguez Larreta y en menor medida María Eugenia Vidal, según consigna el lineamiento de campaña.
Un componente fundamental de la fórmula sería, entonces, apostar a un mensaje que pinte un horizonte pospandemia con la vacuna como línea destacada. Futuro vs. Pasado, dice. Un discurso esperanzador, que evite la discusión sobre la administración de las medidas sanitarias, con registros muy altos de contagios y muertes, y el agregado de la incertidumbre por la variante Delta. Una exposición lineal y difícil.
El otro componente fuerte aparece maquillado. Plantea que es conveniente eludir temas tales como la Justicia, la corrupción y la política internacional. Dice que no hay que caer en el terreno que busca imponer la oposición y señala que no son de gran interés para la franja de votantes a disputar. Llamativo: Justicia y relaciones exteriores son rubros con visible registro de las posiciones duras del kirchnerismo. Suena a necesidad de discurso moderado.
En la otra vereda, el código no se terminó de plasmar como prescripción pero alcanzó como línea para tratar de contener la disputa interna. Primero fue la fuerte pulseada en el PRO con Rodríguez Larreta disputando el lugar a Macri e imponiendo criterios para el armado de listas, en Capital y en Provincia. Y después, la batalla abierta en torno de la movida del radicalismo, con la candidatura de Facundo Manes en la provincia, señal de pelea por espacios con el macrismo.
Esa doble interna hizo crujir la estructura de la sociedad opositora. Hubo gestiones de nuevos y viejos operadores para frenar el conflicto, entre ellos Patricia Bullrich, Ernesto Sanz, Mario Negri y Maximiliano Ferraro. Hubo reunión de emergencia, el lunes, y aunque fue eludido un código formal -que no conformaba a las partes- hubo un mensaje básico para tratar de ordenar la pelea.
El punto era y seguiría siendo cómo evitar la banquina. Del texto que circuló, el eje era resumido como un compromiso para ir a las primarias con “respeto y lealtad” entre los candidatos y sus referentes. Se verá cómo es traducido, pero más fuerte resultó el concepto de fondo para la campaña: “El verdadero adversario es el oficialismo”.
El problema, en definitiva, es cómo contener la confrontación en una coalición sin base orgánica y con liderazgos y espacios en discusión. Llevado a la práctica, además, cómo hacer que las PASO resulten atractivas sin dañar el capital compartido, y en competencia con el oficialismo.
Los códigos o instructivos, escritos o no tanto, dejaron también un dato curioso. En JxC se habló de evitar las batallas en las redes sociales. Y en el oficialismo, se planteó que las ofensivas duras contra la oposición deberían quedar para los “canales paralelos”. Sabido, pero inquietante.
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