Este martes Alberto Fernández cumplirá con su último día de aislamiento en la Quinta de Olivos, luego de regresar de Perú, donde estuvo por la asunción del flamante presidente Pedro Castillo. A partir del miércoles uno de los primeros temas que definirá será el reemplazo de Agustín Rossi, a quien desplazó del Gabinete la semana pasada.
“No va a resolver nada hasta que termine el aislamiento”, indicaron desde el entorno del jefe de Estado. Se tomó estos últimos días para analizar el nombre que reemplazará al ministro de Defensa, pero aún no lo tiene resuelto del todo. Busca mantener el equilibrio interno de la coalición con el nombre que designe para suceder al dirigente santafesino.
En principio este mismo miércoles por la tarde jurarían los dos nuevos ministros del Gabinete. El intendente de Hurlingham, Juan Zabaleta, que asumirá en lugar de Daniel Arroyo en el Ministerio de Desarrollo Social, y el o la dirigente que reemplace a Agustín Rossi en el Ministerio de Defensa. En el Gobierno mantienen el hermetismo sobre quién será su reemplazo.
Por el momento, Fernández no piensa en más cambios en el Gabinete. Mantendría el esquema actual hasta que pasen las elecciones. Las dos. Tanto las PASO como las generales. Al menos es la intención en el corto plazo. No hay planes de reemplazar nombres propios en los próximos meses.
En la Casa Rosada asumen que tarde o temprano la renovación del Gabinete se hará efectiva, pero los meses que se avecinan no parecen ser los mejores para concentrarse en los cambios de ministros. Por delante aparece la campaña electoral y el Gobierno tiene la necesidad de mostrarse unido, compacto y seguro.
Avanzar con un cambio profundo del Gabinete correría el eje, que al día de hoy tiene dos temas muy claros: la reactivación económica y el avance del plan de vacunación. Ambos son el sostén del proyecto electoral que el Frente de Todos quiere mostrarle a la sociedad.
Los cambios en la estructura ministerial generarán una nueva negociación tripartita entre los aliados de la coalición, lo que puede derivar en una densa discusión por los cargos. Llevarla a cabo durante el mismo momento en que el Gobierno plebiscita la gestión y pide el voto de confianza parece no ser el mejor camino. Así lo creen en Balcarce 50.
Además, existe un margen de especulación sobre el posible resultado que el oficialismo logre en las elecciones. Concretar un cambio de Gabinete previo a los comicios sería quedarse sin una herramienta importante para poder dar un golpe de timón ante una posible derrota.
El objetivo oficial es utilizar la renovación de ministros para relanzar la gestión del Gobierno después de un año y medio en el que el foco estuvo puesto, mayoritariamente, en gestionar la pandemia a través de las restricciones y las medidas sanitarias.
Dentro de tres meses, cuando se realicen las elecciones generales, el número de vacunados con dos dosis será casi el total de las personas que estén en condiciones de vacunarse en el país. Para ese entonces, el Gobierno planea una vida muy parecida a la que los argentinos dejaron en el camino en marzo del 2020, como consecuencia del inicio de la pandemia.
En ese contexto calza el relanzamiento de la gestión. Una etapa pospandemia que comience con una renovación del Gabinete. Más chico y más ágil para retomar los proyectos de gestión que quedaron frenados por el avance feroz del coronavirus.
Para esa etapa, donde el Gobierno proyecta reactivar la actividad económica con un volumen mucho mayor al que intentan mostrar ahora, un Gabinete más compacto le daría más agilidad a la gestión e impondría un nuevo tiempo político para el tramo final del mandato de Alberto Fernández.
Esas proyecciones están vigentes en los pasillos de la Casa Rosada. Las definiciones dependen del Presidente, que por estas horas solo piensa en efectivizar el reemplazo de Arroyo y Rossi, cerrar la novela que se generó por la decisión del ministro de Defensa de competir como candidato a senador por Santa Fe y volcarse de lleno a la campaña electoral, donde tendrá un fuerte protagonismo.
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