Jake Sullivan es el asesor de Seguridad Nacional de Joseph Biden, un cargo de gravitante influencia global que también detentó Henry Kissinger con Richard Nixon antes de su renuncia por el caso Watergate. Alberto Fernández todavía es un intríngulis geopolítico para Biden y entonces decidió enviar a Sullivan para determinar si el Presidente puede actuar como un aliado regional con capacidad de articular una agenda diplomática destinada a evitar conflictos sociales, económicos y migratorios en América Latina.
Alberto Fernández conoce las dudas que causa en la Casa Blanca por su cuestionamiento a los bloqueos económicos a Venezuela y Cuba, y su posición ambivalente respecto a los derechos constitucionales en Nicaragua. Desde esta perspectiva, el jefe de Estado es considerado en Washington un socio geopolítico de los regímenes populistas que lideran Nicolás Maduro, Miguel Díaz Canel y Daniel Ortega.
El Presidente no tiene intenciones de modificar su mirada sobre los derechos humanos en Venezuela, Cuba y Nicaragua, pero pareciera que no hará un juego de suma cero y aprovechará la relación bilateral con Biden para lograr una mayor cercanía con el Fondo Monetario Internacional y obtener también créditos blandos avalados por el Departamento de Estado.
En este contexto, el jefe de Estado avaló que Sullivan mantenga una sucesión de reuniones con sus principales ministros. Gustavo Beliz, secretario de Asuntos Estratégicos, articuló con Washington la agenda del consejero de Biden y ya están confirmados encuentros con Santiago Cafiero, Felipe Solá, Martín Guzmán, Matías Kulfas y Carla Vizzotti.
“La intención política es privilegiar la relación bilateral. Y evitar un debate geopolítico que nos saque de la agenda que Argentina desea privilegiar con Estados Unidos. No vamos a esquivar ningún tema, pero el Presidente construye un rol regional y además desea profundizar la relación con Biden. Para eso viene Sullivan: para fortalecer los vínculos entre la Casa Rosada y la Casa Blanca”, explicó un integrante del Gobierno que vive en Olivos.
Sullivan no es un improvisado. Llegó al Consejo de Seguridad Nacional por sus títulos académicos y su experiencia diplomática. Estudió Ciencia Política en Yale, una maestría de Estudios Internacionales en Oxford -con la beca Rhodes- y tiene un doctorado en Jurisprudencia de Yale Law School.
Durante la administración de Barack Obama preparó las conversaciones para desembocar en el acuerdo nuclear con Irán, fue vicejefe de Gabinete de Hillary Clinton -cuando era secretaria de Estado- y colaboró en el cese del fuego en Gaza durante la crisis de 2012. Durante la campaña electoral 2020, Biden lo nombró su principal asesor en política exterior para enfrentar a Donald Trump.
El jueves 5, por la noche, Sullivan aterrizará en Buenos Aires con una comitiva oficial que exhibe el interés de la Casa Blanca frente al gobierno de Alberto Fernández. Junto al consejero de Seguridad Nacional llegarán Juan González, su principal asesor en América Latina, Ricardo Zuniga, que ocupa un puesto clave en el Departamento de Estado vinculado al Triángulo Norte de Centroamérica y la inmigración ilegal, y Tarun Chhabra, director de Tecnología y Seguridad Nacional.
Alberto Fernández invitó a almorzar a Sullivan y su comitiva en Olivos. El primer mandatario estará acompañado en principio por el canciller Felipe Solá, Jorge Argüello -embajador argentino en Washington- y Beliz. La agenda será abierta, pero la prioridad del Presidente son las relaciones bilaterales entre ambos países.
Antes y después del almuerzo oficial, si no cambia el cronograma de reuniones, Sullivan se reunirá con Cafiero, Guzmán, Vizzotti, Beliz y Kulfas para profundizar temas comunes vinculados a la negociación de la deuda externa, la crisis global causada por el Cambio Climático, la provisión de vacunas en medio de la segunda ola del COVID-19 y la posibilidad de acceder a créditos blandos a través de la U.S International Development Finance Corporation, que depende del Departamento de Estado.
Alberto Fernández plantea la reunión con Sullivan como un desafío político e intelectual. El Presidente considera que hay cierto prejuicio sobre su gobierno en Estados Unidos, y tiene intenciones de aprovechar la ocasión para insistir con su mirada multilateral de la diplomacia mundial.
El jefe de Estado acepta la importancia de mantener una relación aceitada con Biden, pero ratificará su postura pública sobre Venezuela, Cuba y Nicaragua. En Washington consideran que Maduro, Díaz Canel y Ortega son líderes populistas y autócratas, y en el Salón Oval -particularmente- aún no entienden la perspectiva geopolítica de Alberto Fernández respecto a esos tres regímenes dictatoriales que sobreviven por la ayuda de China y Rusia.
Si Alberto Fernández convence al consejero Sullivan, habrá bilateral con Biden en DC cuando se despeje su propia agenda internacional. En cambio, si el presidente falla en su intento, jamás visitará el Salón Oval. Ya sucedió con Cristina Fernández de Kirchner y Obama: hablaron por teléfono y se encontraron en el G20 de Cannes y en la Cumbre de Cartagena de Indias.
Pero CFK jamás entró a la Casa Blanca. Obama siempre desconfió de sus intenciones geopolíticas, y no dudó en rechazar su visita oficial durante los ocho años que fue presidente de los Estados Unidos.
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