Alberto Fernández participó este mediodía de la asunción de Pedro Castillo, presidente electo de Perú, en un contexto de marcada inestabilidad en ese país que se arrastra desde hace cuatro años. El mandatario argentino llegó a Lima acompañado por la primera dama, Fabiola Yáñez. Pero el primer mandatario viajó con agenda propia, basada en fortalecer su figura a nivel regional.
El respaldo de Alberto Fernández por Castillo no es una sorpresa. Lo había adelantado a mediados de junio cuando aún se estaban dirimiendo los resultados del escrutinio definitivo de las elecciones presidenciales, sin que estuviera firme el triunfo del dirigente socialista por sobre Keiko Fujimori (de la derechista Fuerza Popular). “No he tenido la oportunidad de hablar con quien aparentemente ha resultado electo, pero si eso se confirmara, hoy mismo lo llamaría. Tengo todo el deseo de que trabajemos juntos y unamos esfuerzos en favor de América Latina”, había señalado el primer mandatario ante una consulta de la prensa durante la conferencia de prensa en la Casa Rosada junto al presidente del Gobierno español Pedro Sánchez.
Sin embargo, en Balcarce 50 sostienen que la posición oficial respecto de Perú se basa en la no injerencia en los problemas internos de cada país. “Respetamos las decisiones internas de cada organismo local, de la Justicia Electoral de cada país. Castillo es el nuevo presidente electo y vamos a apoyar para que le vaya bien”, dijeron en Casa de Gobierno.
Crisis política
Castillo asume en un contexto de fragilidad, después de cuatro años de una persistente crisis política que se arrastra desde la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, en 2017; y que continuó durante los gobiernos de Martín Vizcarra -quien fue destituido en 2020-; de Manuel Merino -que gobernó durante 2020-, y de Francisco Sagasti -que asumió en noviembre del año pasado al ser designado por el Congreso-. En abril hubo elecciones en un marco de fuerte polarización, donde se impuso Castillo con ajustado margen.
La semana pasada, al asumir las credenciales como presidente electo, Castillo dijo sentirse “fortalecido y comprometido’', y aclaró que ni él ni su Ejecutivo son “chavistas, ni comunistas, ni extremistas, ni mucho menos terroristas” como respuesta a los grupos de centro-derecha.
Después de una elección apretada, donde hasta el último minuto estuvo en duda si se había impuesto en las urnas efectivamente, Castillo debió hacer una serie de concesiones político-institucionales. El fin de semana, su partido de izquierda, Perú Libre, ofreció ceder la presidencia del Congreso para garantizar la gobernabilidad, al presentar una lista para la Mesa Directiva del Congreso cuyo principal candidato no pertenece al oficialismo, sino a un congresista del partido centroderechista Somos Perú. Así, buscó convocar a otras fuerzas de que le brinden su apoyo en el delicado contexto institucional.
El lunes, en la víspera de su asunción en el cargo máximo del Ejecutivo, Castillo tuvo un primer revés cuando la alianza de partidos de la oposición ganó la elección para dirigir el Congreso peruano, lo cual dificultará los planes del líder socialista para llevar a cabo su plan de reforma constitucional.
Agenda ajustada
Alberto Fernández voló ayer por la tarde rumbo a Perú junto a la primera dama, Fabiola Yañez, y fue recibido junto a la comitiva oficial por el embajador argentino, Enrique Vaca Narvaja. Su primera actividad, esta mañana, fue un desayuno de trabajo con el ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Francisco Bustillo, seguida por un encuentro con el ecuatoriano Guillermo Lasso.
El presidente y su par ecuatoriano se reunieron en el Hotel Westin de Lima. Participaron del encuentro el canciller, Felipe Solá; los secretarios General de la Presidencia, Julio Vitobello, de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, y de Comunicación y Prensa, Juan Pablo Biondi; y el diputado nacional Eduardo Valdés. Por parte de Ecuador asistieron el ministro de Relaciones Exteriores, Mauricio Montalvo; el secretario General de la Presidencia, Ralph Suástegui Brborich; y el consejero Presidencial Aparicio Caicedo Castillo.
En declaraciones a la prensa, Alberto Fernández dijo que el encuentro con Lasso fue “mucho más que productivo”, y señaló: “Tenemos una mirada muy común sobre la necesidad de que América Latina se integre más y que vuelva a constituir un ámbito de unidad donde podamos discutir los problemas que tenemos”.
“Aún cuando muchos nos paran en veredas diferentes, la verdad es que las diferencias no son tantas a la hora de ver cómo concretamos los objetivos, y tenemos que lograr respetarnos en la diversidad y trabajar juntos, por eso lo que necesita América Latina es lograr un espacio donde podamos discutir nuestro destino”, afirmó el mandatario argentino.
En ese sentido, señaló que tanto la Argentina como Ecuador tienen “problemas semejantes” y mencionó los objetivos comunes de “lograr la inmunidad de nuestro pueblo lo antes posible, recuperar el trabajo en la formalidad y garantizar un desarrollo igualitario para todos”.
Asimismo, dijo sentirse “en deuda con el presidente Lasso” por no haber podido asistir a su asunción. Y remarcó: “El pueblo ecuatoriano se expresó, eligió a su presidente y cada vez que la democracia se afianza en un país de Latinoamérica, yo lo celebro”.
Luego, el primer mandatario se reunió con el secretario de Relaciones Exteriores de México, Ebrard, con quien mantiene una relación muy estrecha.
Después de la ceremonia de traspaso de mando, Fernández almorzó con el resto de los presidentes y cancilleres en el Centro de Convenciones de Lima. Por la tarde se reunirá con el jefe de Estado peruano -será una de las primeras audiencias del flamante Presidente-. Por último, se encontrará con el colombiano Duque.
Como parte de la delegación oficial argentina viajaron también la ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta; y el secretarios de Relaciones Parlamentarias, Institucionales y con la Sociedad Civil, Fernando Navarro.
Según la agenda oficial, no habrá una reunión bilateral con Brasil, que envió a Perú a su vicepresidente. Mientras que el encuentro con Bustillo se justifica en parte por la relación de amistad que los une desde hace 20 años, cuando ambos soñaban con llegar al poder.
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