Jorge Ignacio García Cuerva (53), obispo católico de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, fue recientemente designado en un dicasterio clave del Vaticano, la Congregación de los Obispos: “Me enteré cuando recibí un llamado telefónico de Francisco”, dice. Visiblemente conmovido y movilizado por esta nueva misión que le encarga el Papa, García Cuerva habló con Infobae acerca de la importancia de ser un obispo cercano a su pueblo, de los efectos emocionales de la pandemia, de lo fundamental de poner en valor la fraternidad, del dolor que causa la pobreza en la que está sumida la Argentina y de la necesidad de fortalecer con decisión tanto la educación como el trabajo para salir adelante.
A su llegada a la diócesis de Río Gallegos, el 23 de marzo de 2019, en sus primeras palabras, García Cuerva citó al papa Francisco. La frase que eligió ayuda a conocer a este obispo un poco más: “Por mi parte tengo una certeza dogmática: Dios está en la vida de toda persona. Dios está en la vida de cada uno. Y aun cuando la vida de una persona haya sido un desastre, aunque los vicios, la droga o cualquier otra cosa la tenga destruida, Dios está en su vida. Se puede y se debe buscar a Dios en toda vida humana”.
— El 20 de julio se conoció su nombramiento en la Santa Sede como miembro de la Congregación para los Obispos. ¿Cómo se enteró?
— Me enteré el viernes anterior (13 de Julio), recibí un llamado telefónico del Papa Francisco a las 7.30 de la mañana aproximadamente. Luego de preguntarnos cómo estaba cada uno de nosotros, me dijo que estaba pensando en nombrarme en miembro de la Congregación de los Obispos. Me pidió reserva y que todavía no iba a salir la información. Por eso, cuando salió el anuncio el 20 de julio yo fui tan sorprendido como todos porque no tenía la fecha exacta de la publicación.
— ¿Qué es la Congregación y cuáles serán sus funciones? ¿Su servicio será en equipo o trabajará solo?
— Las Congregaciones y Dicasterios de la Santa Sede son como los ministerios o equipos de trabajo que acompañan de cerca al Papa en las distintas temáticas. En concreto, esta Congregación de los Obispos está ligada a lo que es la elección de los obispos en todo el mundo, a su formación a través de los cursos para los nuevos obispos, los retiros espirituales que tienen 5/6 años de consagración, las iglesias particulares con su unión, su división, y el acompañamiento en lo vinculado al magisterio del Papa. Sinceramente, todavía no sé cómo va a ser el trabajo, si individual o grupal.
— ¿Cuál es el perfil que debería tener un futuro obispo? ¿Pesa más la formación, la espiritualidad, la experiencia con comunidades y parroquias, los rasgos salientes de la personalidad?
— Creo que el Papa Francisco, sencillamente, pero de una manera muy gráfica, plantea el perfil del obispo que necesita la Iglesia cuando él dice que quiere una Iglesia en salida, una Iglesia pobre para los pobres, obispos que estén cerca de la gente, cerca del pueblo, obispos que estén cerca de Jesús en la oración, y cerca de los curas que son su primer prójimo, pastores con olor a oveja, cerca del sufrimiento de nuestra gente.
— ¿Tener un Papa argentino cambió algo o mucho en la Iglesia del mundo y en particular la argentina? ¿Estamos tomando lo mejor de esta primavera que nos regala Bergoglio como Papa?
— Creo que el Papa Francisco es un referente para el mundo, un hombre de diálogo, que ha levantado la bandera de la fraternidad universal, que ha podido ser factor de encuentro y consenso entre distintos países y culturas. Un referente para el mundo, un apóstol de la paz. Quizás todavía en Argentina no lo hemos podido comprender, tampoco lo hemos sabido leer y muchas veces opinamos sobre el Papa Francisco en función de los intérpretes que tiene o de los titulares sobre su reflexión. No nos hemos puesto a leer su magisterio y mucho menos a aplicarlo.
— ¿Cómo fue asumiendo la pandemia?
— La pandemia la fui viviendo como la hemos vivido todos: con momentos más difíciles de aislamiento, viviendo esta cuarentena por momentos nos iba enfermando el alma… Hay una frase de Albert Camus en su libro La peste que dice: “Esa enfermedad de porquería que enfermó incluso a los que no se habían contagiado”. De algún modo la pandemia no solamente fue pandemia de Covid para aquellos que nos enfermamos sino que también fue pandemia de emociones. Vivimos incertidumbre, angustia, tristeza y he pasado por esos mismos sentimientos como todos. Descubrimos también la necesidad que tenemos del hermano, de los afectos, de los vínculos, de conectarnos desde la propia vulnerabilidad. La vulnerabilidad no es un accidente en los seres humanos sino que –estoy cada vez más convencido—hace a nuestra esencia. Esto nos hizo más hermanos y más necesitados unos de otros. Por eso, la solidaridad en este tiempo de pandemia ha sido una hermosa escuela de aprendizaje. Y, de mismo modo, aparece el desafío de animar a nuestra gente en la esperanza, hablar al corazón.
— ¿Qué rol le da en su vida pastoral a los contactos virtuales con las comunidades, el clero, las misas?
— Con respecto a lo virtual, he descubierto (como todos) la necesidad de que esto exista pero, como dije al principio de la pandemia, no hay nada más duro para un cura que estar lejos de la gente. El contacto cotidiano no se reemplaza con nada, más allá de saber que la virtualidad es algo muy importante.
— ¿Cómo evalúa el momento actual de nuestro país? ¿Cómo le impactan los números de la pobreza?
— El momento actual del país es muy difícil porque hay dos ordenadores sociales clave que, en nuestro país, son de los más golpeados: la educación y el trabajo. Educación de calidad, especialmente para los sectores más vulnerables. Los índices de pobreza son consecuencia de esto: una educación de muy baja calidad, que no está a la altura de las circunstancias y de la no existencia del trabajo. Para la Iglesia, los índices de pobreza son rostros concretos, son personas con nombre y apellido, son mucho más que cifras, por eso duelen tanto. Hay una responsabilidad de toda la clase dirigente, política, empresarial, religiosa también… En 1975 los índices de pobreza y de desempleo eran mínimos, con una clase media fuerte. A partir de ese año el país se empezó a derrumbar y hay que reconocer que gobernaron todos, militares, radicales, justicialistas. La responsabilidad de sacar el país adelante es de todos. Insisto por eso con la cultura del encuentro, con la fraternidad universal, con el diálogo, con los consensos, con generar políticas públicas más allá del gobernante de turno.
— ¿Y la sanción de la ley de aborto?
— Con respecto a la ley del aborto, es un enorme dolor. Como dice Francisco, es un tema pre-religioso porque tiene que ver con la naturaleza humana, más allá de la concepción religiosa, estoy convencido de que la muerte no soluciona nada. Por eso estoy en contra de aborto y también de la pena de muerte. El aborto, como muerte, no da solución a nada. El otro día en un diario de Santa Cruz leía cuántos abortos se habían llevado adelante en el primer semestre en el Hospital de Caleta Olivia. Me dio tristeza, no es buena noticia, no puede ser buena noticia matar bebés.
— ¿Su reciente designación en la Congregación de los Obispos implica que viaje en el corto plazo a Roma o todo por ahora será virtual?
— Sí, tendré que viajar a Roma para este servicio que yo quiero tratar de cumplir con mucha humildad y compromiso, pero no sé todavía en qué momento. Seguramente ya recibiré indicaciones y habrá algún encuentro virtual.
— ¿Qué expectativas tiene para esta nueva misión?
— Toda esta tarea que me pide el Papa Francisco, que iré descubriendo en el tiempo, la pongo bajo la protección de monseñor Romero, este santo del que soy especialmente devoto, este modelo de obispo, cercano a la gente, apóstol de la paz, que siempre optó por los más pobres, que siempre anunció la buena noticia de Jesús, denunció toda injusticia, fue un profeta. Le pido a él que me ayude en esta nueva misión que me pide la Iglesia y también a la Virgen de Pompeya de la que soy devoto. Es una devoción mariana popular, cercana a la gente, igual que monseñor Romero. Este es el modelo de obispo que nos pide Francisco.
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