Un mail escrito el 7 de julio por Cecilia Nicolini, asesora de Alberto Fernández y pieza clave en las negociaciones para adquirir vacunas, dejó al descubierto cuestiones geopolíticas que no habían sido reconocidas públicamente detrás del acuerdo firmado por la Argentina con Rusia para acceder a dosis de la vacuna Sputnik V.
Por ejemplo, Nicolini le recordó a Anatoly Braverman, hombre de confianza de Krill Dmitriev, CEO del Fondo Ruso de Inversión Directa, que el gobierno argentino hizo “todo lo posible para que Sputnik V sea un gran éxito” y que “nos están dejando muy pocas opciones para seguir luchando por ustedes y por este proyecto”.
Esta revelación generó la reprobación de varios dirigentes de la oposición, que pedirán que tanto Nicolini como la ministra Carla Vizzotti acudan al Congreso a dar explicaciones. En ese contexto, la diputada nacional y ex ministra de Salud de Mendoza, Claudia Najul (UCR-Juntos por el Cambio), consideró: “La carta de Nicolini al Fondo Ruso de Inversión Directa revela cómo el Gobierno comprometió la salud pública para priorizar intereses geopolíticos. Es una vergüenza por donde se la mire, es una sumisión disfrazada de amenaza. Inadmisible e injustificable”.
Asimismo, remarcó la calificación hecha por el presidente de su bloque, Alfredo Cornejo, quien había referido: “La carta de Nicolini es una atrocidad política. El ruego disfrazado de amenaza en pos del ‘proyecto’ evidencia lo que decíamos desde el minuto cero. Queremos todas las vacunas, pero sin ideología”.
Najul evaluó que “las definiciones de Cornejo son las mismas de todo nuestro espacio”. “En lugar de negociar todas las vacunas posibles para reducir contagios, evitar muertes y relajar al sistema de salud, pusieron todas las fichas en la Sputnik y ahora miles de adultos mayores esperan hace meses la segunda dosis”, agregó con respecto a las 3 millones de personas que ya tienen el plazo vencido para recibir la segunda aplicación de Sputnik V.
“Es una bajeza total el intento del Gobierno de vender una buena noticia como la producción local como un triunfo político propio el 9 de julio. Detrás del ruego de Nicolini está la desorientación de una gestión que no hace pie en salud, en educación ni la economía. Desde el Congreso ya estamos preparando una respuesta contundente. Exigimos que dejen de jugar con la salud de la gente. Que terminen con las negociaciones oscuras y que den la cara. Que se ocupen de la pandemia y dejen de actuar pensando en las elecciones”, concluyó Najul.
El mail enviado por Nicolini contuvo además una amenaza de “romper públicamente el contrato firmado” y un elemento de presión: “Acabamos de emitir un decreto presidencial que nos permite firmar contratos con empresas estadounidenses y recibir donaciones de Estados Unidos. Las propuestas y entregas son para este año y también incluyen la pediatría, que es otra ventaja”.
Para fundamentar el compromiso de la Argentina con la vacuna rusa, la asesora presidencial le adelantó a Braverman que en los próximos días “se publicará un nuevo estudio sobre la eficacia, la efectividad después de 6 meses y la respuesta a nuevas variantes”.
Nicolini reconoció además que el presidente Fernández pidió un favor político: que las dosis elaboradas en la Argentina por el laboratorio Richmond fueran autorizadas antes del 9 de julio para poder anunciar públicamente el “logro” durante el acto del Día de la Independencia. “Esperábamos tener todo listo para el 9, fue la única y más importante solicitud del presidente Fernández y nuevamente una decepción para él y para su país”, sentenció. Ese día, Fernández pronunció un fuerte discurso que fue interpretado como un punto de partida para la campaña electoral.
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