El “efecto Manes” hizo crujir a Juntos por el Cambio. Es que la irrupción del neurocientífico como un competitivo candidato bonaerense envalentonó al radicalismo, más acostumbrado hasta ahora a mantenerse con resignación en un segundo plano del PRO, y le dio un potente envión anímico que preocupó al partido de Mauricio Macri y precipitó peleas por las postulaciones y el protagonismo entre dirigentes de ambas fuerzas en casi todo el país.
El clima tan caldeado en la coalición opositora derivó, por ejemplo, en una reunión reservada que mantuvieron Horacio Rodríguez Larreta y el dirigente radical Ernesto Sanz el martes pasado, 24 horas antes del cierre de la presentación de los frentes electorales, en la que el jefe de Gobierno lo sondeó sobre la posibilidad de que la UCR aceptara integrar una lista de unidad en la provincia de Buenos Aires para evitar la competencia en las PASO.
“¿Ustedes cederían el primer lugar en la lista?”, le preguntó el ex senador radical. “No, Diego (Santilli) no se baja”, fue la respuesta del alcalde porteño. “Bueno, nosotros tampoco bajamos a Facundo (Manes)”, le retrucó Sanz y allí quedó en claro que ni el PRO ni la UCR están dispuestos a ceder el protagonismo electoral en la Provincia y que se jugarán mucho más que una candidatura en las primarias del 12 de septiembre.
Rodríguez Larreta y Sanz se conocen de memoria y mantuvieron una charla profunda, en la que repasaron los acuerdos y desacuerdos electorales de Juntos por el Cambio en todo el país. Faltaban poco más de un día para que venciera la oficialización de los frentes y no sólo los preocupaba la disputa bonaerense. El jefe de Gobierno ya está actuando a tono con el liderazgo político que asumió en el espacio luego de que consiguió imponer como candidatos a María Eugenia Vidal en Capital y a Diego Santilli en Provincia. El ex senador de la UCR llegó hasta el edificio vidriado de la calle Uspallata, sede de la administración de la Ciudad, no como un enviado oficial de su partido sino como un dirigente de fluida relación con el alcalde porteño y, sobre todo, como padrino político de Maximiliano Abad, el ascendente titular del radicalismo bonaerense y uno de los gestores de la postulación de Manes.
El frustrado sondeo de Rodríguez Larreta puso en evidencia que es casi imposible la alternativa de una lista de unidad en la Provincia, aunque el jefe de Gobierno podrá decir que al menos lo intentó, tal como le pidió Jorge Macri tras haberse bajado de la candidatura bonaerense para “no dividir el espacio”.
En las filas radicales confían en que cuando se lance Manes “será imparable” por la combinación de su personalidad y su discurso con el poderío del aparato partidario en el interior provincial, más una lista “multicolor” en donde estarán Margarita Stolbizer, Emilio Monzó y Joaquín de la Torre. Desde las usinas larretistas hay seguridad en que la “impronta peronista” de Santilli cautivará al electorado bonaerense y que logrará la diferencia de votos que necesita en el conurbano, donde el PRO es más fuerte, mientras dudan de la cantidad de sufragios que aportarán las figuras que captó su rival en las PASO.
De todas formas, el PRO y la UCR se enfrentarán en el territorio bonaerense dentro del paraguas de Juntos por el Cambio, algo que estuvo en duda en varias provincias en donde las diferencias internas estuvieron a punto de causar rupturas en los últimos días. Y eso provocó que los jefes partidarios quedaran al borde de un ataque de nervios: los conflictos en algunos distritos amenazaban el equilibrio interno y la suerte electoral de la coalición.
Por ejemplo, los presidentes de la UCR y del PRO, Alfredo Cornejo y Patricia Bullrich, junto con Eduardo Macchiavelli, el armador del larretismo en el interior, hicieron guardia permanente: tuvieron que hacer seis reuniones por Zoom con dirigentes de Río Negro para impedir una pelea cruenta, mientras que la crisis opositora en La Rioja demandó ocho encuentros virtuales hasta que la fractura se evitó a último momento y las diferencias internas en Tierra del Fuego obligaron a organizar una urgente reunión presencial en la oficina de Cornejo en la Cámara de Diputados.
En el PRO se escucharon quejas por las pretensiones del radicalismo de acaparar las candidaturas a senador nacional en muchos distritos en donde se renuevan las tres bancas en las elecciones de noviembre: Catamarca, Chubut, Córdoba, Corrientes, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán. Y esa actitud determinó en varios casos que dirigentes de la UCR amenazaran con no sumarse a los frentes electorales de JxC si no lograban su objetivo. “La llegada de Manes les hizo creer que tienen derecho a desconocer acuerdos previos y a ocupar todos los puestos”, bufó un dirigente del partido de Macri.
Sin embargo, en las filas del partido fundado por Leandro N. Alem también protestaron por el afán “expansionista” de sus socios del PRO. “La novedad es que la UCR nunca discutió sus lugares y ahora lo está haciendo”, razonó un hombre del radicalismo. Y recordó: “En las listas de 2017, el PRO se quedó con el 80% de los puestos y la UCR, con el 20%. No fueron generosos con nosotros. Ahora queremos competir, pero ellos no están acostumbrados a eso”.
En esta nueva dinámica opositora se mezclan varios factores. Luego del gobierno de Macri, donde los radicales tuvieron un papel secundario, tanto en el gobierno como en la coalición, ya no existe un liderazgo único en la oposición. El ex presidente dejó el poder con un 41% de los votos obtenidos en 2019, pero con fuertes cuestionamientos internos a su estilo de conducción y a los resultados de la gestión en el plano socioeconómico. Y luego de que Macri reapareció en 2020 con indicios de querer recuperar su condición de máximo referente de Juntos por el Cambio, dio un sorpresivo paso al costado a fines de junio en materia de definiciones electorales: se declaró neutral en las peleas internas y hasta tomó distancia mediante su viaje a Europa.
Ese movimiento inesperado de Macri provocó el repentino protagonismo de Rodríguez Larreta, que, decidido a disputar el liderazgo opositor y lanzado anticipadamente a la carrera presidencial de 2023, impuso sus candidatos de confianza en la Capital y en Provincia. Se encontró, sin embargo, con un radicalismo entonado por la aparición de una figura distinta como Manes y resuelto a dejar de ser el furgón de cola del PRO. El jefe de Gobierno pudo enhebrar una lista de unidad en la Ciudad, donde mantiene acuerdos firmes con el radical Martín Lousteau, pero no lo logró en el distrito bonaerense: la UCR visualiza la postulación del neurocientífico como una llave maestra para recuperar su peso político tanto a nivel provincial como nacional.
También incide en este cuadro Elisa Carrió, quien renunció a ser candidata bonaerense en un gesto de pacificación interna, como Bullrich y Jorge Macri, mientras mantiene a la Coalición Cívica alineada con la estrategia de Rodríguez Larreta y advierte que una radicalización opositora pondría en riesgo la gobernabilidad. Es otra abanderada de la unidad de JxC, aunque su partido rompió la coalición en Neuquén: irá con lista propia a las elecciones por las diferencias con el PRO y la UCR alrededor de la candidatura de diputado nacional del empresario de medios y conductor radial Carlos Eguía.
El presidente de la Coalición Cívica, Maximiliano Ferraro, se mostró inusualmente duro con la resistencia de sus socios a la postulación de Eguía: en Twitter, habló de “la mezquindad, la miopía y la falta de amplitud de los dirigentes del PRO y de la UCR impiden la conformación de JxC en la provincia de Neuquén”, algo que, a su juicio, “niega la posibilidad de candidaturas competitivas en este momento trascendental” del país.
El otro distrito en donde se fracturó Juntos por el Cambio es San Luis, donde el senador nacional Claudio Poggi, al frente de su partido Avanza San Luis, selló un acuerdo con el PRO y el Partido Demócrata, mientras que la UCR se presentará desde la sigla de Juntos por el Cambio junto con otras fuerzas. Al menos hay una coincidencia: las dos fracciones opositoras se proponen derrotar al gobernador Alberto Rodríguez Saá, aliado al kirchnerismo.
Juntos por el Cambio crujió, pero no se rompió. La relación entre el PRO y la UCR alcanzó su máximo grado de tensión, aunque se llegó a un resultado inédito para una fuerza política que no está en el poder, ese factor determinante que ordena y disciplina a la propia tropa (e incluso a la ajena): la coalición logró que en 22 de los 24 distritos electorales las diferencias quedaran contenidas dentro del espacio y serán dirimidas en las PASO.
No fue fácil. Hubo peleas, intrigas y amenazas de rupturas que finalmente pudieron superarse y que todavía no terminaron: el sábado próximo finalizará el plazo para presentar las listas de candidatos. Esa instancia siempre es sinónimo de conflictos. Se supone que para entonces Macri ya habrá vuelto al país y podrá poner a disposición de Juntos por el Cambio ese papel clave que prometió desempeñar cuando dijo: “Voy a ayudar a contener egos”.
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