Martín Guzmán aprovechó sus cinco días en Venecia para alinear la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y avanzar en un probable respaldo de la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos al programa económico y financiero que propone para obtener a cambio un crédito de Facilidades Extendidas, que permitirá refinanciar la deuda de 44.000 millones de dólares que contrajo la administración de Mauricio Macri.
El ministro de Economía cumplió con los objetivos planificados antes de llegar a la Cumbre de Finanzas del G20 y a las reuniones con Kristalina Georgieva y el staff técnico del FMI. “Salió todo muy bien. Avanzamos”, comentó un miembro del Gobierno que compartió todos los minutos de Guzmán en la ciudad que entronó a Thomas Mann.
La satisfacción que había ayer en la comitiva oficial no solo se vincula con las distintas conversaciones que mantuvieron con el staff del FMI que lideró Julie Kozack, subdirectora del Departamento para el Hemisferio Occidental del FMI, y Luis Cubeddu, jefe de la Misión para Argentina.
El ministro de Economía también tuvo un papel técnico importante al momento de la redacción del communiqué que habitualmente difunde el G20 como conclusión de las deliberaciones en la Cumbre. En esa declaración final se hace referencia a la posible reducción de las sobretasas a los créditos del FMI, que en el caso de la Argentina implicarían 900 millones de dólares menos a pagar. Guzmán -aunque mantiene su bajo perfil-, empuja esta reforma desde hace meses.
Asimismo, el G20 anunció que después de años de debate se logró un acuerdo para fijar una tasa de impuesto mínimo global a las empresas multinacionales. Guzmán estuvo involucrado en esta discusión y posteó un artículo de Joseph Stligitz -su amigo y maestro- para que quedara aún más explícito que se trata de un hecho inédito que el G20 apoye esta iniciativa tributaria mundial.
“Con las reglas existentes, las empresas pueden eludir pagar su porción justa de impuestos si registran sus ingresos en jurisdicciones con bajos impuestos. En algunos casos, si la ley no les permite simular que una parte suficiente de sus ingresos se origina en algún paraíso fiscal, han trasladado algunas partes de sus operaciones a estas jurisdicciones”, describe Stiglitz la maniobra que la propuesta apoyada por el G20 intenta evitar hacia adelante.
Y por último, hay un anuncio en el communiqué del G20 de que Guzmán conversó con Georgieva durante su encuentro en Venecia. Se podría explicar de la siguiente manera: Joseph Biden puso en agenda al tratado de Cambio Climático, que trata de mitigar el impacto global de las emisiones de carbono. Los países de ingresos medios y bajos tendrán muchísimas dificultades de financiamiento para cambiar su matriz productiva y adecuarla a las exigencias previstas por el acuerdo de París.
Entonces, la idea presentada es crear una tercera vía de créditos del FMI -hasta ahora existen el Stand-By y el de Facilidades Extendidas- para apoyar a los estados pobres y medianos a través de la creación de una nueva línea de financiación sostenida con los Derechos Especiales de Giro (DEG) de las naciones más ricas.
Se trataría de un nuevo resorte del FMI que tendría a su cargo 100.000 millones de dólares, y que se destinaría a la reconversión verde de los denominados países en desarrollo.
“En el FMI estamos proponiendo préstamos de DEG para crear un fideicomiso de resiliencia + sostenibilidad para respaldar #climateaction. Puede ofrecer tasas más bajas y vencimientos más largos para crear espacio fiscal para mitigación, adaptación, transición, especialmente para países de ingresos bajos / medianos altamente vulnerables”, posteó Georgieva en su cuenta oficial de Twitter.
Guzmán coronó el viaje con un encuentro protagonizado por Janet Yellen, secretaria del Tesoro, y acorde a la información que llegó a Buenos Aires, todo corrió bajo lógicos parámetros. Yellen preguntó como sería el programa que permitiría a la Argentina pagar la deuda contraída por Macri, y el ministro describió las bases de su propuesta para refinanciar las obligaciones asumidas con el FMI.
La secretaria del Tesoro conoce la historia de la Argentina y sus defaults, y guarda sentimientos encontrados. Si escucha a David Lipton, su principal asesor, Guzmán tendrá un camino escarpado que recorrer. Lipton fue número dos del FMI en tiempos de Christine Lagarde, y no tiene un buen recuerdo del país y la deuda pendiente por 44.000 millones de dólares.
En cambio, si Yellen presta atención a los consejos de Joseph Stiglitz -mentor de Guzmán-, el titular del Palacio de Hacienda podrá tener una posibilidad frente a la trayectoria de la Argentina como incumplidor serial. Stiglitz ganó el premio Nobel de Economía junto a George Akerlof, esposo de Yellen.
Con todo, y al margen de la influencia que puedan exhibir Lipton y Stiglitz, la negociación que enhebró Guzmán dependerá de la decisión política de Alberto Fernández.
El Presidente debe resolver si paga los vencimientos de capital de septiembre y diciembre (4.100 millones de dólares) con los Derechos Especiales de Giro (DEG) que enviará el FMI en agosto, o acepta la línea maximalista del kirchnerismo duro que propone usar esa partida extraordinaria para hacer populismo a pocas semanas de las PASO.
Guzmán protagonizó en Venecia más de 20 encuentros bilaterales, además de los paneles oficiales en el G20, y durante todas las reuniones se ajustó a los términos de la estrategia de negociación diseñada en conjunto con el jefe de Estado. Georgieva y Yellen regresaron a Washington con la información clasificada que aportó el ministro de Economía, y sobre esa data, la directora gerente del FMI y la secretaria del Tesoro redactarán -cada una por separado- un non paper con las respuestas a la propuesta argentina.
Esas respuestas tienen un estricto contenido técnico. Y todo se basa en una presunción que Guzmán avaló con palabras y silencios: Argentina no apunta a forzar un default por dos pagos de capital que se pueden cancelar con los DEG que el FMI enviará en agosto.
La negociación se consolidó en Venecia, y por eso había buen clima ayer en la delegación oficial y en Olivos. Pero todo puede caer en un pantano, si el ala liderada por Cristina Fernández de Kirchner y Máximo Kirchner impone su mirada sobre la deuda externa.
Depende de Alberto Fernández.