Alberto Fernández diseña toda la política exterior, escucha ciertos consejos de Gustavo Béliz -secretario de Asuntos Estratégicos- y deja a Felipe Solá esa mínima alicuota de la agenda diplomática que se puede cumplir sin daño estratégico para las relaciones internacionales de la Argentina.
El jefe de Estado decidió enfrentar a Jair Bolsonaro y Luis Lacalle Pou en el Mercosur, tomar distancia de Colombia y Ecuador en la Organización de Estados Americanos (OEA), plegarse a la táctica regional de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), apoyar a los regímenes populistas de Bolivia y Venezuela, y acompañar a China y Rusia cuando hacen marketing sanitario en América Latina con sus vacunas contra el COVID-19.
Las prioridades diplomáticas de Alberto Fernández causan fuertes efectos en las relaciones exteriores de la Argentina, que está aislada en el Mercosur y la OEA, dependiente de gobiernos autoritarios, e incapaz de construir consensos que le permitan alcanzar espacios clave en los organismos multilaterales para influir en la hoja de ruta de América Latina.
La Corporación Andina de Fomento (CAF) es un banco con fondos por 28.000 millones de dólares y muchísimo peso regional. Alberto Fernández pretende que Argentina dirija la CAF y decidió postular a Christian Asinelli, subsecretario de Relaciones Financieras Internacionales. El Presidente ya fracasó en su intento de ocupar la conducción del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y ahora enfila hacia otra derrota diplomática.
La elección del nuevo titular de la CAF ocurrirá mañana en la Ciudad de México. Hacia allí viajaron Béliz y Asinelli, y todo permite asegurar que Sergio Díaz-Granados derrotará al candidato de la Argentina. Se necesitan 10 votos, y Díaz Granados ya los tendría en su haber.
La CAF tiene cinco países con voto doble: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Once con voto simple: Argentina, Brasil, España, México, Trinidad Tobago, Panamá, Paraguay y Uruguay. Y trece bancos privados que integran un solo voto.
Barbados, Chile, Costa Rica, Jamaica, Portugal y República Dominicana integran el directorio de la CAF, pero no tienen voto para elegir o remover a sus autoridades.
En este contexto, hasta anoche en Ciudad de México, los votos se alineaban de la siguiente manera:
Argentina: Bolivia (2), Venezuela (2), México (1), Trinidad Tobago (1), y el propio (1). Total: 7 votos.
Colombia: Ecuador (2), Perú (2), Brasil (1), Panamá (1), Uruguay (1), los bancos privados (1) y el propio (2). Total: 10 votos.
Se necesitan 10 votos para ganar la elección.
Hay tres países que están en una situación particular, a pocas horas de la elección en Ciudad de México: Paraguay, España y Perú.
Mario Abdo Benítez es el presidente de Paraguay. Alberto Fernández habló por teléfono con Benitez para pedir su voto. Un importante político de la coalición oficialista viajó a Paraguay para pedir el voto. Y Asinelli llegó a Asunción para pedir su voto.
A los tres, el presidente paraguayo replicó, o mando a decir, que lo estaba pensando.
Si no hay milagro político, Benitez votará por Colombia. Entonces, con el voto confirmado de Paraguay, Díaz-Granados lograría 11 sufragios. Una cifra imposible de remontar para la Argentina.
Alberto Fernández tiene excelente relación personal y política con Pedro Sánchez, jefe de Gobierno de España. Sánchez prometió que votará a favor de Asinelli, y sus representantes diplomáticos en América Latina repiten esa decisión diplomática en todas las reuniones a puertas cerradas.
Pero el líder socialista sabe como se juegan las cartas en el tablero internacional. Y recién anunciaría oficialmente su voto a favor de Argentina, si Asinelli puede derrotar a Díaz-Granados en la votación. Lo más probable es que España se abstenga, a partir de los números finales que ayer se manejaban en Olivos y la Moncloa.
Todas las cuentas pueden cambiar, si Perú votara como quiere su cuasi presidente Pedro Castillo, en lugar de la decisión política asumida por Francisco Sagasti, que dejará la presidencia peruana el 28 de julio.
Castillo respalda a Asinelli, mientras que Sagasti apoya a Díaz-Granados. Sagasti es presidente hasta el 28 de julio, y ese día Castillo debería jurar como su sucesor en el cargo. Pero la justicia electoral aún no confirmó su triunfo ante Keiko Fujimori, y Sagasti mantiene todas las atribuciones y facultades del cargo.
Conclusión: el voto peruano a favor de Díaz-Granados es legítimo, y Alberto Fernández no puede hacer nada para desplazar a Sagasti e imponer la voluntad de Castillo, que llegaría al poder hacia fines de julio.
Si la elección de Castillo fuera confirmada mañana antes de los comicios, Asinelli tendría los votos necesarios para llegar a la conducción de la CAF. Perú arrastra a Panamá, con esos tres votos España apoyaría a la Argentina, y Paraguay giraría en 180 grados porque Colombia ya no podría cumplir su oferta para el hermano de Abdo Benítez.
Pero eso sería un hecho de realismo mágico, y se sabe que Gabriel García Marquez nació en Colombia.
Asinelli perderá la votación en la CAF, como sucedió también con Beliz en el BID, porque la agenda diplomática de Alberto Fernández es errática. El Presidente no tiene los votos de sus socios del Mercosur -Brasil-Uruguay y Paraguay-, y no ha logrado mantener una relación equidistante con Colombia y Ecuador.
Con los votos de Jair Bolsonaro, Luis Lacalle Pou y Benítez, más un acuerdo lógico con Ivan Duque, Argentina hubiera coronado un triunfo inédito en los organismos multilaterales de América Latina. Asinelli habría sido el primer titular de la CAF que no pertenece a un país andino e integra el Mercosur.
Con todo, el problema no es la CAF. Una derrota allí, es apenas un emergente de una situación política que depende de Alberto Fernández, su mirada del mundo y el papel de Felipe Solá como canciller. El Presidente asume que China es una enemigo estratégico de la Casa Blanca, y sabe que Joseph Biden es clave para cerrar la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Club de París.
Sin embargo, Alberto Fernández aceptó participar de los festejos de los 100 años de la creación del Partido Comunista de China. Xi Jinping cursó la invitación, y el jefe de Estado dará su discurso el próximo martes. Será el único presidente de América Latina que participará del evento político, y hablará después del líder chino.
A la probable derrota en la CAF y su discurso ante la nomenclatura comunista de China, se le debe sumar la compleja situación institucional del Mercosur. Alberto Fernández enfrenta a Bolsonaro y Lacalle Pou por causas ideológicas, económicas y personales, y el próximo jueves 8 habrá una cumbre para que Argentina entregue la presidencia Pro Tempore a Brasil.
En esa cumbre protocolar, si no hay un trabajo profesional de la diplomacia del Mercosur, el foro regional puede correr peligro de implosión. Bolsonaro está harto de Alberto Fernández, y muy irritado por su apoyo a la candidatura de Lula da Silva.
Y Lacalle Pou va en zaga: considera que el presidente peronista es una traba para el Mercosur y ya juega solo para mejorar la economía de Uruguay sin contar con la ayuda de Buenos Aires en el organismo multilateral. Desde esta perspectiva, la cuenta es fácil de hacer: Argentina está aislada frente al tándem de Bolsonaro y Lacalle Pou, que tienen fuertes diferencias ideológicas con Alberto Fernández.
El Presidente toma sus decisiones de política exterior y después comunica a Solá. El canciller cumple las órdenes e influye muy poco en la agenda diplomática que diseña Alberto Fernández. Durante los últimos días, Solá estuvo en Italia, Tunez y Austria, cumpliendo una hoja de ruta vinculada al G20, las relaciones con África y la estrategia de Argentina en el centro de Europa.
Fue una gira protocolar con bilaterales importantes -se reunión con Antony Blinken, secretario de Estado-, y un sólo escándalo: el canciller dejó tirado a los 15 miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento de Italia. Aviso media hora antes que no iba. Optó por estar dos horas con el cardenal Peter Turkson, que trabaja en el Dicasterio para el Servicio del desarrollo Humano.
Solá estuvo al margen de la negociación de la CAF, aún no sabe que dirá Alberto Fernández frente a XI, y menos todavía que hará frente a Bolsonaro y Lacalle Pou. El canciller llegará el martes 6 a Ezeiza.
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