Manejó un camión y se sentó a la mesa con Obama: el inesperado destino de Carlos Bianco, el hijo de un antiperonista que se convirtió en el alfil de Kicillof

Hoy es una pieza clave del gobierno bonaerense. Hizo la campaña electoral junto a Axel Kicillof a bordo de su auto, un Renault Clío. Del origen obrero en Quilmes, su tierra natal, a negociar con los presidentes más importantes del mundo o cenar con Maradona. Perfil de un dirigente que combina barrio con formación académica

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Carlos Alberto Bianco tiene 45
Carlos Alberto Bianco tiene 45 años y es Jefe de Gabinete de la Provincia de Buenos Aires (Adrián Escandar)

Se acerca el final de 1993. El aval popular a los primeros años de gobierno aceleró los planes del presidente Carlos Saúl Menem: llueven privatizaciones, desregulaciones, se instala la flexibilización laboral. Y el 1 a 1 se empieza a develar como una fantasía, el globo que se le pincha al mago. El impacto se siente, antes que en cualquier lado, en el conurbano. Es una ola banal pronta a romper. Carlos Bianco tiene 17 años, la política es algo que no le interesa demasiado, como (casi) a toda su generación. Así todo, ya tiene sus heridas: el trauma arde en su memoria, cinco años antes lo mandaban a comprar el pan lejos de casa para ahorrarse un par de pesos. Esas escenas quedan y repercuten.

Es un sábado primaveral del año en que Argentina ganó por última vez la Copa América y de la vuelta de Diego a la Selección. El adolescente se sienta a la mesa familiar en el barrio Villa La Armonía. Espera que el almuerzo sea un trámite rápido así puede ir a jugar al club Tucumán. Todavía cree lo que no será: un día como cualquier otro. Desde la casa puede verse, humeante, la gran chimenea roja y blanca de la cervecería Quilmes. Está tan cerca que cuando sopla el viento del Este el olor de la malta invade toda la casa. Es una reminiscencia familiar: impregnado con ese aroma volvía todas las tardes de esa misma fábrica su abuelo, delegado gremial, comunista, padre de su padre.

Hugo Bianco creció y se las rebuscó para no tener nunca un jefe como los de su padre y con sus hermanos se hizo verdulero y feriante: primero vendían en un carro hasta que compró un camión. Este sábado Hugo está en la mesa, dispuesto, quizá sin saberlo, a modificar el camino de la vida de su hijo con una amenaza tan sabia como brutal.

“¿Y vos qué vas a hacer? Ya estás por terminar la secundaria”. Hugo levanta la cabeza del plato y lo mira a Carlos. “Yo quiero trabajar”, responde el pibe, un buen alumno del Comercial 3 de Quilmes. Padre e hijo ya laburan juntos para la economía familiar. Hugo pasa parte del día arriba de un Ford modelo 65. Lleva y trae en la caja del camión tierra de las canteras y los viveros de la zona a las casas de los más acomodados del sur. De Avellaneda a Brandsen. Carlos, cuyo primer parricidio simbólico fue hacerse hincha de Boca y después atenuó el daño al ponerse la camiseta de Quilmes, lo ayuda desde los 14 o 15: llena canteros de tierra para vecinos con jardín. La plata que gana va casi toda al bar del club, donde juega al fútbol y a la paleta con amigos.

Hugo representa un eslabón clásico del ascenso social de su época. También a un tercio de la población. Es un cuentapropista fana de River que detesta a Perón y a Evita y lo dice cada vez que puede. Sabe que el trabajo dignifica, pero que no basta con eso. A sus hijos les tocará lo que él no pudo: “Obvio que vas a trabajar porque yo no mantengo vagos. Pero además vas a estudiar porque si no te voy a romper todos los huesos”.

Antes de responder, Carlos ve a su hermano, un año mayor, que se toma el 22 de madrugada con destino a la UBA en Capital y vuelve de noche después de trabajar y piensa que no, que ese sacrificio lo va a estancar en el intento. La cara de Hugo no acepta ninguna clase de “no” como respuesta. “Bueno, me anoto en la Universidad de Quilmes”, acepta. Hugo no afloja: “Anotate ya”.

Al otro día Carlos Alberto Bianco, nacido en abril de 1976, se inscribe en la universidad pública de su barrio. Lo hace en la carrera de Comercio Internacional, porque había estudiado para bachiller contable, porque le gustaban los números, y, lo esencial, porque su mejor amigo estudiaba lo mismo.

Bianco conoció a Axel Kicillof
Bianco conoció a Axel Kicillof en 1998 en la Universidad Nacional de Quilmes (Prensa Jefatura PBA)

Lo que no sabía “Carli” es el salto que pegaría en poco tiempo la narrativa de su vida, un impulso que lo llevaría a un mundo muy distante del que quizás la vida en Villa La Armonía podía ofrecerle con solo trabajar: de aquella mesa de sábado en Quilmes a reuniones con Cristina Fernández de Kirchner, Obama, Lula, Putin o Ji Xinping. De los picados en el Club Tucumán a una cena con Diego Maradona una noche calurosa en Emiratos Árabes. Del desconcierto de la juventud en el menemato a la Jefatura de Gabinete de la Provincia de Buenos Aires a los 43.

Bianco no es un militante clásico. No hizo política en el barrio ni en el barro, ni en la escuela ni en la universidad. Su idea del “Otro” se impregnó a partir de la vivencia personal. De trabajar arriba del camión, de juntar el mango para la comida en la casa familiar y de conocer las experiencias que ofrece la diversidad de una universidad pública.

Poco después de terminar la secundaria, Hugo compró un nuevo camión, un Ford modelo 66 y “contrató” como chofer a Carlos, que de día recorría la zona sur y de noche las aulas de la Universidad. Para sumar unos mangos más descubrió que la pinocha (hoja del pino) y la bosta seca las compraba baratas y las vendía muy bien como abono para la tierra. Los sábados por la mañana se dedicó a eso durante años. Cargaba las hojas de pino y la mierda animal y con esa plata bancaba sus estudios y las cervezas con amigos en el Club.

Los primeros pasos en la carrera lo hicieron mirar con simpatía a la izquierda. Más cerca de su abuelo ya que de su padre. En 1995 Bianco escuchó por primera vez el nombre de otro personaje que cambiaría el curso de la vida adulta. En una clase, el profesor Bernardo Kosacoff chicaneó a los alumnos porque, al parecer, no estudiaban lo suficiente: “Allá en la UBA hay un muchacho que es brillante, se llama Axel Kicillof, no solo estudia teoría, economía, sino que además es excelente en matemáticas y en programación de computación”. Por alguna razón, misteriosa o trivial, el nombre quedó archivado en la cabeza de Carlos.

"Axel es aire fresco para
"Axel es aire fresco para la política", dice Bianco

Tres años más tarde ese tal Kicillof apareció en la cartelera de la UNQ como profesor de “Corrientes económicas contemporáneas”. Bianco y otros tres compañeros a los que les gustaba más la idea de ser profesores que despachantes de Aduana recordaron aquella chicana de Kosacoff y se inscribieron en la materia.

“Fue muy cautivante porque las referencias que teníamos eran tipos de otra generación, los profesores a los que admirábamos eran Kosacoff, Fernando Porta, Gustavo Lugones, tipos de 30 años más que nosotros. Fue la primera vez que apareció un pibe, y era como un par. Y aparte la forma en que Axel daba clase, la forma en que explicaba, con Axel leíamos a los autores originales”, recuerda Bianco, sentado en uno de los cuatro sillones de su despacho en La Plata, discretamente decorado apenas con una foto de Héctor Timerman y un mapa de la Provincia que simboliza la campaña electoral que los llevó a él y al Gobernador al lugar en el que están.

Kicillof cautivó a Bianco enseguida. El estudiante se quiso acercar al profesor. Axel representaba una brisa novedosa en el panorama académico del colapso periférico al 2001: era de su generación, hablaba como ellos, se vestía como ellos y tenía ideas disruptivas, totalmente ajenas al neoliberalismo en decadencia.

“En la primaria me decía alfonsinista porque repetía lo que escuchaba en casa. En la secundaria no nos interesaba la política. Yo era una persona informada pero había cierto desencanto. Conocía a algunos hijos de desaparecidos y los miraba con cierto terror reverencial”, cuenta Bianco.

Atrapado por la retórica de Kicillof, Carlos se integró a un grupo que pensaba salidas para la economía del país que a él lo había hecho caminar cuadras y cuadras por pan barato, el Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino, donde primaban las ideas del industrialismo. Hacían análisis e informes sobre macroeconomía, trabajo y colaboraban con la CTA. Fueron los primeros pasos sobre la arena de la política.

Dicen los amigos que Bianco
Dicen los amigos que Bianco es un mediocampista habilidoso y "metedor"

En 2002 Carlos empezó a dar clases junto a Axel de Economía II. La dupla que hoy coordina los destinos cotidianos de la provincia más grande del país arrancó en un aula de Sociales de la UBA. Al año siguiente Bianco empezó a armar informes específicos para la CTA. Kicillof todavía no era parte del kirchnerismo, que recién empezaba a construir su propia épica con Néstor Kirchner en el poder.

De hecho, en los primeros tiempos del gobierno de Néstor Kirchner, Bianco y Kicillof fueron bastante críticos, especialmente de Roberto Lavagna. Ellos creían que el entonces Ministro de Economía levantaba el pie del acelerador del crecimiento por temor a que se recaliente la economía. Cuando Lavagna se fue, a finales de 2005, los jóvenes profesores empezaron a sentirse seducidos por el kirchnerismo.

“Kirchner hizo lo que nosotros siempre decíamos que teníamos que hacer, que había que industrializar el país, fomentar el empleo industrial, el empleo de calidad. Quien mejor expresa las banderas históricas del peronismo es el kirchnerismo, con soberanía política, independencia económica y justicia social”, explica Bianco.

Su primer trabajo formal en “la política”, sin embargo, no fue en el gobierno kirchnerista sino con Julio Raffo, un legislador porteño del Proyecto Sur de Pino Solanas, que en ese momento, año 2006, el vaivén coyuntural los encontraba del lado opuesto. Se incomodó tanto Bianco que duró apenas seis meses.

Casi simultáneamente, por medio de Eduardo de Pedro y Mariano Recalde, la fama de Axel Kicillof llegó a oídos de Cristina Fernández de Kirchner. Y la mesa que conformaban con Bianco, Nahón, Costa y otros compañeros pegó el salto definitivo al centro de la toma de decisiones. Kicillof empezó a jugar fuerte: en Aerolíneas Argentinas, en Techint y luego ya en Economía.

En 2010, Bianco fue elegido como Vicedecano del Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Quilmes y a los pocos meses, por diferencias internas, renunció. Entonces Nahón, que estaba en Cancillería, lo convocó a trabajar junto a Héctor Timerman.

Timerman y Maradona en la
Timerman y Maradona en la Jefatura de Gabinete: las únicas imágenes que tiene Bianco en su oficina (Adrián Escandar)

Bianco ya era un valor en sí mismo. Del camión volcador a la Universidad, de allí al grupo de pensamiento con Kicillof y, finalmente, las ligas mayores. En marzo de 2011 entró a Cancillería y hasta octubre, que Cristina ganó las elecciones presidenciales, trabajó como locador de servicios, un monotributista esencial que para fines de ese año sería ungido con el cargo titular de la Subsecretaría de Desarrollo de Inversiones y Promoción Comercial y luego, cuando Augusto Costa reemplazó a Guillermo Moreno en Comercio, como Secretario de Relaciones Económicas Internacionales.

Ese era el cargo más alto al que yo podía haber aspirado alguna vez en mi vida, porque de mi profesión no hay más que eso. Pero fue una experiencia increíble de formación, porque te das cuenta que desde los libros dijiste un montón de estupideces y cuando estás adentro ves que no es tan fácil. Recorrí todo el mundo con él, estuve en reuniones con Putin, con Obama, con Lula, me enseñó mucho, era irreductible Héctor”.

El vértigo del crecimiento personal en el mundo de la política lo sentó de repente al lado de Cristina Fernández de Kirchner. Muchas veces él fue el encargado de prepararle los informes antes de un encuentro con algún presidente de otro país. “En todos los viajes ella iba estudiando, leyendo informes. Muchas veces me pasaba que yo sabía que en un párrafo por ahí no había estado todo lo preciso posible y aprendí que con Cristina eso no se podía hacer. Te llamaba y te preguntaba justo por esa parte. ‘Querido, esto no se entiende bien’”, ríe Bianco.

Ningún encuentro con un presidente o economista emocionó tanto a Carlos Bianco más la vez que conoció a Maradona en Emiratos Árabes, en una misión comercial con 400 empresarios argentinos. Un asistente de Diego lo llamó porque el astro quería ver a Cristina y él hizo de puente. Maradona quedó tan agradecido por el gesto que se sumó al asado con la comitiva.

Bianco conoció a Maradona en
Bianco conoció a Maradona en Emiratos Árabes: Diego lo invitó a su casa y le regaló una camiseta que dedicó a "Santa Evita", el equipo de fútbol del Jefe de Gabinete

Alguien pidió a Bianco que dijera unas palabras y él evocó las mañanas en Quilmes que ponía Canal 9 para ver los partidos del Napoli, los pósters de su pieza en Villa La Armonía y además le manifestó a Diego su indignación porque en el vuelo a Qatar había visto que, entre los 25 goles más importantes de los Mundiales, sólo habían puesto de él la obra de arte a los ingleses. “Diego, la FIFA es el FMI del fútbol”, le dijo Bianco. Y Diego se largó a llorar.

Dos días después recibió un llamado de madrugada. El asistente de Maradona le decía que lo invitaba a su casa.”¿Ahora?”, preguntó. “Sí, Diego quiere verte ahora”. Llegó y el Diez estaba comiendo fideos con Rocío Oliva. Lo esperó en el living y luego charlaron horas y horas. Bianco tenía el vuelo de vuelta a las 6 de la madrugada. Diego quería seguir charlando. “Diego, me tengo que ir”, le avisó. Entonces Maradona le pidió un favor: “Carlitos, yo me quiero sumar a La Cámpora”, le suplicó, y le regaló una camiseta réplica de la que usó contra los ingleses en 1986.

La biografía del Jefe de Gabinete de la Provincia está llena de pequeños hechos cuyas consecuencias adquieren magnitudes insospechadas. En 2011, cuando todavía era un contratado en Cancillería, Carlos Bianco fue a una concesionaria de autos a buscar el auto más barato del mercado, un Renault Clío que pagó en 48 cuotas.

En Villa Gesell, durante la
En Villa Gesell, durante la campaña de Axel Kicillof

Cinco años después de aquella compra, tras ser protagonista de una mateada que terminó en un discurso ante 20 mil personas en Parque Centenario, Axel Kicillof y Carlo Bianco leyeron que había una necesidad. Una porción de la gente sospechaba lo que podía venir, el miedo a quedar de lado ante un nuevo modelo económico. Ellos detectaron que esa parte de la ciudadanía necesitaba que alguien explicara con claridad el presente y aportara optimismo. Axel había explicado muchas cosas en muchas aulas como profesor. “Y fue un soplo de aire fresco en la política”, considera Bianco. Así nació la epopeya del Clío.

Antes de un viaje a Mar del Plata, Bianco le ofreció a Kicillof llevarlo en su auto. Pronto las recorridas se hicieron célebres, se hicieron meme y sticker de Whatsapp. Su coche austero se transformó en el “Kicimóvil”. Ellos dos y Jésica Rey, la vocera del Gobernador, completaron la vuelta a la provincia en 80 mil kilómetros.

- No fue planificado para nada. Cuando empezamos con el Clío fue porque yo andaba con mi auto y le decía ‘Axel, te voy a buscar, te llevo’, para que no venga manejando él. Me acuerdo que me decía ‘¿pero en el Clío entramos?, ‘sí, entramos’, ahí arrancó la cosa. Ahora lo tengo ahí, estacionado, tiene 193 mil kilómetros.

Bianco, Kicillof y Jésica Rey,
Bianco, Kicillof y Jésica Rey, vocera del Gobernador, hicieron 80 mil kilómetros en el Clío del Jefe de Gabinete durante la campaña

- ¿Nunca le dice al Gobernador que en realidad ganó las elecciones por el Clío?

- Las ganó por muchas cosas, pero el Clío resumía creo que la militancia en general, más allá de Axel, sobre cómo se puede hacer política de una forma distinta, más genuina probablemente y que eso, una vez que estás acá pierde un poco el sentido, porque ¿qué va a andar Axel con un Clío siendo Gobernador? Yo lo puedo usar porque es mi auto, pero como mi auto particular, no porque quiero dar una imagen de ‘pobrismo’. Soy Jefe de Gabinete, tengo autos oficiales para ir, y si voy con el Clío es porque me divierte. No deja de ser un símbolo. Pero en ese momento no era un símbolo de nada, era el auto que teníamos a disposición para recorrer.

Sobre las espaldas de Bianco está el mapa pintado de verde que al principio de la campaña colgaba de la oficina de Kicillof. Cada distrito que pisaban, luego lo pintaban con marcador. Así tiñeron la P entera. Una semana antes de las elecciones cubrieron el último espacio en blanco, Punta Indio. “Dijimos que ibamos a recorrer todos los distritos y lo hicimos, por eso lo enmarqué”, se jacta Bianco.

El mapa de la Provincia
El mapa de la Provincia que Bianco y Kicillof fueron pintando de verde a medida que recorrían el territorio bonaerense durante la campaña de 2019 (Adrián Escandar)

Las obsesiones por los detalles de Cristina Fernández, la irreductibilidad de Timerman, la convicción erudita de Kicillof se convirtieron en la base estructural del perfil político de Carlos Bianco, convertido en una pieza clave en el diseño de país que imaginan Kicillof y parte del kirchnerismo. Del futuro electoral inmediato prefiere no hablar el Jefe de Gabinete. Sólo dice lo que en estos casos aconseja el Manual del Cassette Político, que estará donde entre todos decidan que tiene que estar. Sobre el presente, en cambio, asegura que se siente muy a gusto en el sillón que ocupa.

Por eso es que, invariablemente, todo vuelve a aquel almuerzo de un sábado de finales 1993. “Si no hubiera existido la Universidad de Quilmes yo no habría estudiado”, reflexiona Bianco. Y sin aquello no habría esto. Entonces aparece Hugo, su papá, el hombre sobre quien pesa una gigantesca contradicción: detesta el peronismo pero educó a un hijo que se hizo peronista.

- ¿Cómo es la relación con su padre ahora, que usted es un dirigente importante de un movimiento que él no termina de aceptar?

- Ahora está más contemplativo, tiene 78 años. No dejó de ser antiperonista. Pero en el medio pasó Macri. Si bien él no lo votó porque podía no ir a votar, ese desastre le quitó argumentos. Pasó Macri, eso le pasó a mi viejo.

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