El gobierno de Alberto Fernández tiene en claro qué tan espinoso será el camino que tenga que atravesar en el invierno para poder llegar a la primavera de las elecciones. En el inicio de ese recorrido y con más de 15.000.000 vacunados con, al menos, una sola dosis, desde la cúpula del Frente de Todos empezaron a bajar un mensaje esperanzador, de nueva normalidad, de luz al final del túnel.
Cuando ya no quede oscuridad en ese trayecto, llegarán las elecciones. Casi como la pieza de un rompecabezas que calza justo, en el momento indicado. Entonces, los argentinos tendrán que decidir si le renuevan la confianza al Gobierno que gestionó la pandemia o si le muestran los dientes y se abrazan a la oposición que empezó a reconstruir su identidad y tienen entre sus pilares al Presidente que echaron del poder hace dos años.
En la última semana aparecieron dos mensajes cargados de positividad. El ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollan, uno de los principales promotores de la medidas restrictivas más duras, dijo que para septiembre estarán vacunados todos los mayores de 18 años y que los argentinos tendrán “una vida mucho más normal”.
El segundo mensaje fue del ministro de Ciencia y Tecnología, Roberto Salvarezza. Aseguró que la Argentina está cerca de “alcanzar la inmunidad de rebaño” y advirtió: “En dos o tres meses se podría llegar a la inmunidad del 70% y uno debería esperar un fin de año tranquilo”.
Ambas apreciaciones están cargados de un optimismo que es real y que, a la par, tiene una íntima vinculación con la creación de un clima positivo de cara a las elecciones. Es decir, según las proyecciones que hacen en el Gobierno, a partir de septiembre habrá una nueva normalidad y ese cambio calza justo con el día 12 de ese mes, en que se llevarán a cabo las PASO.
En el Gobierno comenzaron a construir un mensaje donde ponen el foco en la esperanza del futuro inmediato. Es decir, un mensaje que invita a la ciudadanía a empezar a caminar hacia la pospandemia. Poner un pie del otro lado del río. No hay casualidad, sino un trabajo de comunicación diseñado que tiene como fin enfocar la gestión en el día después de la pandemia.
La línea argumental que saldrá de la boca de algunos ministros estará destinada a marcar que el país empieza a superar la tragedia sanitaria y económica que vivió en el último año. La primera como consecuencia de la pandemia, la segunda como resultado de la gestión del ex presidente Mauricio Macri.
En el inicio de la temporada de campaña el oficialismo apelará a la polarización para ganar votos. La herramienta de siempre. La que todos dicen que no usarán y terminan usando. Apuntarán contra la gestión económica del gobierno de Macri y lo pondrán como el líder absoluto de una oposición a la que consideran desmembrada, irascible e irresponsable.
Mientras tanto, buscan que datos de la economía real pueden mostrarle a la sociedad en los meses que le quedan al año. Consideran que la economía se está “tranquilizando”, tal como predijo el ministro Martín Guzmán y que la recuperación económica puede empezar a verse en una industria que produce un 5% más que en el 2019 y ha generado 25.000 empleos.
En tanto, esperan que la inflación siga bajando lentamente. Ya no se trata de llegar a la meta del 29% anual, sino de achicar lo posible en el segundo semestre. Así intentan juntar argumentos que sostengan el anuncio de recuperación.
Sin embargo, la economía argentina no es lineal y, casi siempre, sufre sobresaltos, cómo el importante aumento del dólar paralelo en los últimos días, que volvió a poner el foco sobre la dinámica de la moneda norteamericana.
En Balcarce 50 creen que así como se miró a Europa, en el inicio del coronavirus, para saber que la tragedia sanitaria podría replicarse en el hemisferio sur, ahora también esos países deben ser el espejo donde mirarse. La nueva normalidad en Italia, España, Francia e Israel es la que también tendrá Argentina antes de que el 2021 llegue a su fin. La gente lo tiene que creer. Ese es el segundo paso.
Las proyecciones sanitarias positivas tienen una serie de argumentos atrás. En el Gobierno esperan mantener un ritmo de vacunación de 8 millones de dosis mensuales durante julio y agosto. En ese tiempo podrían terminar de vacunar, con una dosis, al total de los mayores de 18 años, que son cerca de 24 millones. De ese número, 15 millones ya fueron vacunados.
Mientras más vacunados hay, menos espacio tiene el virus para atacar. La inmunización colectiva va comiendo el terreno donde se puede mover el COVID-19 y reduce su circulación. Por eso en el Gobierno defienden la idea de priorizar la mayor cantidad de primeras dosis posibles para que sean más las personas que están vacunadas. De ahí se desprende la teoría de extender hasta tres meses la aplicación de las segundas dosis.
Otro de los argumentos está ligado a la baja de contagios que se registró en el último mes, sobre todo cuando se comenzó a ver el impacto de confinamiento estricto que Fernández aplicó durante 9 días y un fin de semana. El 27 de abril se registraron 40.080 contagios en 24 horas. Un mes después la cantidad bajó a 24.463. La meseta es alta, suelen repetir en la Casa Rosada, pero el cambio fue abrupto.
En el Ministerio de Salud sostienen que esa medida fue un quiebre en el escenario sanitario porque se frenó el crecimiento de la segunda ola y se pudo avanzar con la vacunación, debido al ingreso de un volumen mayor de vacunadas al que venían llegando al país en el primer trimestre del año.
En el Gobierno nadie descarta que haya que volver a aplicar medidas duras de restricción. ¿El motivo? La llegada de la variante Delta. La gran preocupación que hoy tienen en los despachos oficiales.
El nuevo foco sanitario del Gobierno está puesto en controlar la nueva cepa y retrasar su circulación comunitaria en el país, en lo posible, hasta que pase el invierno. Admiten que será una tarea difícil y que para lograrlo deberán mantener por más tiempo la restricción en el ingreso de pasajeros al país.
En ese contexto decidieron profundizar los controles en los ingresos al país. “El único lugar por donde puede entrar la Delta es la frontera. Es la puerta de ingreso”, afirmó un funcionario nacional que monitorea de cerca el escenario sanitario. En el último DNU achicaron el cupo de personas que pueden entrar a la Argentina por día.
Un tercer argumento es la baja lenta, pero constante, de las internaciones en Terapia Intensiva. La cantidad de internados había llegado a los 8000 y hoy oscila en los 7200. Las autoridades sanitarias esperan que esa baja se consolide en las semanas entrantes y permita que el sistema sanitario se descomprima.
De todas formas, asumen que julio será un mes donde “el sistema estará tensionado” debido a que la curva de contagios puede subir como consecuencia de las aperturas. Es decir, comenzará a verse el resultado de las flexibilizaciones. Para que ese no sea el escenario, es necesario avanzar más rápido con la inmunización y hacerle entender a la gente que se debe seguir cuidando.
Agosto, sostienen, será un mes con menos restricciones. En septiembre podrá visibilizarse una vida más normal en la que aumenten los aforos de los teatros, restaurantes y gimnasios, en la que pueda haber público en las canchas y actividades recreativas con menos controles. Ese es el mapa.
Con el entrecruzamiento de las tres variantes, el Gobierno proyecta un escenario de menos restricciones en los últimos días de frío y de una vida más normalizada hacia fin de año. La mirada a futuro está atada, repiten, a los cambios que pueda generar la aparición de posibles cepas. “Administramos incertidumbre”, suelen decir en el corazón de la Casa Rosada.
En el Gobierno sostienen que en las próximas semanas se va a poder ver una baja significativa en la curva de contagios debido al avance del plan de vacunación. Como ejemplo de esa dinámica ponen a Gran Bretaña y Canadá. En el país europeo hubo una baja significativa de casos a partir de enero, en el territorio norte de América la baja pronunciada empezó en abril. En ambos casos fue un descenso significativo.
El gran objetivo es pasar el invierno. En ese trayecto advierten que puede haber un rebrote de casos, pero que no será con un pico de 40.000 contagios, como sucedió con la segunda ola. Si los contagios vuelven a aumentar, es muy probable que se vuelva a un esquema de restricciones intermitentes para evitar un desmadre de los casos. Abrir y cerrar las veces que hagan falta hasta que el nivel de vacunación reduzca la circulación del virus.
Tanto desde el gobierno nacional como bonaerense se empezó a instalar la idea de que la pandemia está llegando a su fin y que la Argentina, gracias al volumen de vacunación, podrá salir en el corto plazo de las restricciones que agotaron a la sociedad.
Existe la necesidad de mostrar cómo será el día después de mañana y que esa proyección, siempre arriesgada, comience a perforar el pesimismo instalado en la sociedad. En el horizonte se ven las urnas, las boletas y las escuelas con sus puertas abiertas.
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