Nueva York (Estados Unidos) - ¿Qué pone de acuerdo a Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández? El comité especial de descolonización de las Naciones Unidas (ONU), uno de los poquísimos escenarios en los que Argentina, gobierne quién gobierne, hace siempre lo mismo: buscar apoyos internacionales para dejar en evidencia que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte no quiere sentarse a negociar en la disputa por la soberanía de las Islas Malvinas.
Este jueves, el canciller Felipe Solá expondrá ante ese comité en la sede de la ONU en Nueva York. Instalado en Estados Unidos ya desde hace días, Solá está acompañado por el secretario de Malvinas, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Daniel Filmus, y por el jefe de gabinete de la Cancillería, Guillermo Justo Chaves. El canciller se vio con el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, y con el presidente de la Asamblea General, Volkan Bozkir.
El Reino Unido, por su lado, cuestiona la mismísima existencia del comité de descolonización. Lógico: no hay mayor potencia colonial en la historia que los británicos. Todo un problema para Londres, ya que la Asamblea General de la ONU determinó en 1960 que “el mantenimiento de situaciones coloniales es incompatible con el ideal de paz universal de las Naciones Unidas”.
El caso de las Malvinas es, sin embargo, particular. No solo porque es el único tema de política exterior expresamente planteado en la Constitución Nacional, sino porque no hay prácticamente una situación similar en el mundo a nivel de disputa de descolonización.
La resolución 2065 de la ONU en el año 1965, lograda bajo la presidencia del radical Arturo Illia y con el canciller Miguel Ángel Zavala Ortiz, sentó bases sobre las que, 56 años después, Argentina sigue insistiendo en su reclamo. Bases que le permitieron sortear en 1985 un intento del Reino Unido de que la ONU reconociera el derecho a la autodeterminación de los isleños. Esas bases con cinco:
1. Hay una disputa de soberanía.
2. Es una disputa bilateral (Argentina y el Reino Unido son las únicas partes).
3. Esta disputa debe solucionarse mediante negociación a la brevedad.
4. Se deben tener en cuenta los intereses de los isleños.
5. El secretario general de la ONU encarará una gestión de “buenos oficios”.
Está más que claro que el punto 3 está lejos de haber sido atendido, pero vale la pena poner la vista en otros aspectos.
En el punto 4, por ejemplo, que es sumamente importante porque habla de “intereses” y no de “deseos” u “opiniones”. Y se habla de “población”, no de “pueblo”. Parecen sutilezas, pero no lo son: al hablarse de intereses se saca el tema de la subjetividad que implica un deseo, y al hablarse de población se está haciendo mención a que el Reino Unido, en 1833, expulsó a la gente que vivía allí para sustituirla por otra. Una situación netamente colonial.
¿Puede compararse la colonia británica en el Peñón de Gibraltar con la de las Malvinas? Solo hasta cierto punto. Y hay algo muy importante: mientras en Argentina el sentimiento malvinero es amplio y transversal, Gibraltar poco le importa al español medio. No hay una marcha reivindicativa que los niños canten en los colegios ni insistencia en el tema en la currícula escolar. Y a aquel que hable de “Gibraltar español” se lo vincula con una ultraderecha nacionalista y nostálgica de Francisco Franco. Poco que ver con lo que sucede en Argentina.
Es cierto que en la relación con el Reino Unido y el reclamo directo por las Malvinas ha habido oscilaciones enormes y bruscas. Más allá de la guerra de 1982, al “paraguas” de Guido Di Tella en tiempos de Carlos Menem lo sucedió años después un malvinismo combativo por parte de los Kirchner y el criticado pacto Foradori-Duncan en épocas de Susana Malcorra y Mauricio Macri.
En las instituciones multilaterales, en cambio, y muy específicamente en las Naciones Unidas, la línea de la Cancillería es, con matices, muy similar gobierno tras gobierno. Y eso permitió logros importantes.
Así, en los reiterados e insistentes pedidos de la ONU a que Buenos Aires y Londres se sienten a negociar, se habla de la de Malvinas como “una situación colonial especial y particular”. Ese “especial y particular” es la síntesis de los cinco puntos mencionados. Más que a Gibraltar, hay que mirar el caso del archipiélago de Chagos, que reclaman las Islas Mauricio e implicó en 2020 una derrota para el Reino Unido. La Corte Internacional de Justicia determinó, en opinión consultiva, que la presencia británica en Chagos, donde está la base militar de Diego García, implica un “ilícito” con “responsabilidad internacional”.
El edificio de la ONU que mira al East River verá reunirse hoy a los países integrantes del comité de descolonización y algunos observadores; el caso será presentado por Chile y respaldado por países como Venezuela, Bolivia y Granada en un órgano conocido como C24, aunque lo integren ya 29 países. A lo largo del día, las declaraciones de cada instancia u organización multilateral que hayan respaldado el reclamo de Argentina por las Islas Malvinas, ya sea el Mercosur, la Cumbre Iberoamericana o la Celac, serán mencionadas y glosadas por los expositores.
Sería todo un impacto que un día Antonio Guterres u otro secretario general cuestionara públicamente a Londres por su negativa a atender el pedido de sentarse a la mesa de negociaciones que la ONU le viene haciendo desde 1965. Argentina sueña con eso, pero por el momento debe conformarse con hacerlo notar con su propia voz. Solá ya lo hizo indirectamente al señalarle a Guterres esta semana la “renovación del firme apoyo argentino a la misión de buenos oficios encomendada por la Asamblea General al secretario general”. Y este jueves, más.
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