Joseph Biden hizo otro gesto político a favor de Alberto Fernández: consintió que su secretaria del Tesoro, Janet Yellen, mantuviera una reunión formal con Martín Guzmán para conocer los términos reservados de la negociación que está haciendo el ministro de Economía con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Argentina tiene una deuda de 44.000 millones de dólares con el organismo -herencia de la administración Mauricio Macri-, y sólo podrá lograr su refinanciación con el apoyo político de la Casa Blanca.
La oficina de Yellen en Washington informó a Guzmán que la audiencia ya fue concedida. Pero aún falta definir si el ministro viaja a Estados Unidos o se traslada a un salón cercano a su despacho, enciende el Zoom y mantiene una bilateral con la secretaria del Tesoro que es clave en el proceso de negociación con el FMI.
“Lo ideal es viajar y que Martín (por Guzmán) la vea a Yellen en persona. Obvio, nosotros no decidimos”, explicó un miembro del Poder Ejecutivo a prueba de desmentidas.
Si el titular del Palacio de Hacienda vuela a DC, sería en las próximas dos semanas. Después Guzmán tiene una cumbre del G20 en Venecia, donde retomará la negociación con el Club de París. No será una travesía en Vaporetto: el ministro confirmará a sus colegas europeos que Argentina propone pagar en cuotas anuales la deuda que -a marzo de 2022- será de 2.000 millones de dólares.
Yellen conoce la estrategia de negociación diseñada por Alberto Fernández y Guzmán. La secretaria del Tesoro cruza información con Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, y ya tiene un dossier con la mirada y los datos aportados por Sergio Massa cuando visitó Washington la semana pasada.
El titular de la Cámara de Diputados fue clave para facilitar los contactos entre la Secretaría del Tesoro y el Ministerio de Economía, y su información sobre la propuesta al FMI llegó sin escalas a la Casa Blanca y al Departamento del Tesoro. Esos datos económicos y financieros con perspectiva política terminaron en el despacho que Yellen tiene a una cuadra del Salón Oval.
En la Secretaría del Tesoro, la imagen de Guzmán es sólida. Yellen tiene la opinión de Joseph Stiglitz, Juan González -asesor de Biden para América Latina- y Kristalina Georgieva. Sin embargo, y pese a ese handicap propio, el ministro de Economía tiene un dilema básico que no podrá resolver con su trayectoria académica o personal: Argentina no quiere pagar en los términos que desean los acreedores y eso no se puede resolver citando a John Keynes o la Curva de Laffer.
Biden hace una apuesta geopolítica con Alberto Fernández, pese a cuestionar la posición de la Argentina ante la dictadura de Nicaragua. El líder demócrata aplica un concepto básico de realpolitik y exhibe ciertos gestos de acercamiento al gobierno peronista por la convulsión institucional que protagonizan Chile y Colombia, dos aliados tradicionales de Washington en la región.
En este contexto, la Casa Blanca considera que la administración de Alberto Fernández puede servir de contrapeso en América Latina y actuar también como un backchannel con los regímenes populistas que actúan en Bolivia, Venezuela y Cuba. Esa perspectiva estratégica de Biden explica que Yellen habilitara un diálogo formal con Guzmán, el ministro de Economía de un país con escaso peso global y deudor serial del FMI.
Guzmán asume el lugar de la Argentina en el mundo y negocia con lo que tiene a mano. Cerró un acuerdo con los acreedores privados y logró un entendimiento con el Club de París. Yellen son las ligas mayores y su presentación será clave para ganar tiempo y entender hasta qué límite la Secretaría del Tesoro avalará la estrategia de negociación con el FMI que propuso Alberto Fernández.
Ese límite técnico también tiene un encuadre geopolítico. La amplitud de Yellen está relacionada directamente con la posición del Presidente con respecto a Venezuela, Cuba, Nicaragua, China y Rusia. Si Alberto Fernández se corre más al centro y bloquea el 5G chino -por ejemplo-, la secretaria del Tesoro se mostrará más proclive al programa de refinanciamiento que Guzmán describirá en vivo o a través de un Zoom desde Buenos Aires.
Es un juego de suma cero. Con una economía exhausta y una deuda impagable de 44.000 millones de dólares.