Dady Brieva es un humorista que por afuera del guión asignado actúa como un cuadro político que tiene la piel curtida y maneja información clave del kirchnerismo. “Quédense con el futuro Presidente de la República argentina”, dijo Brieva cuando se despidió de Andy Kusnetzoff, conductor de PH, Podemos Hablar. En el programa se quedó Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires y el naipe que baraja Cristina Fernández para jugar en los comicios presidenciales de 2023.
La Vicepresidente apuesta por Kicillof, y Brieva transformó esa hipótesis política en un sueño militante que dejó al descubierto el malestar del kirchnerismo duro con Alberto Fernández. El Presidente conoce las ambiciones compartidas de CFK y el gobernador, pero ha decidido enfrentar la jugada que se prepara con paciencia en las entrañas del Instituto Patria.
Alberto Fernández tiene un problema estructural: abandonó la Liga de los Gobernadores y cedió a Máximo Kirchner la vinculación política con el Conurbano Bonaerense. Sin estos jugadores, no hay proyecto de poder en el peronismo. Y aún no se entiende porqué el Presidente retrocedió en el control y manejo de estos protagonistas partidarios que le permitieron derrotar a Mauricio Macri.
El repliegue del jefe de Estado encierra una paradoja. Ciertos gobernadores y muchos intendentes no quieren a Cristina, Máximo y Kicillof. Les molesta su verticalismo con toque stalinista y aguardan que Alberto Fernández inicie una contraofensiva para evitar una asonada palaciega que entierre su decisión de disputar un nuevo mandato presidencial.
Néstor Kirchner renunció a la reelección para habilitar a CFK. Y la jugada era dos mandatos de Cristina y después Néstor regresaba a Balcarce 50. Fue una maniobra consensuada en la intimidad del poder, que la muerte de Kirchner aniquiló sin avisar.
En esta hipótesis que empuja Cristina, el Presidente está al margen de la operación política. Sería una versión mejorada de la caída de Héctor J. Cámpora: Alberto Fernández no tendría espacio para lograr su reelección, pero terminaría su mandato. Por orden de Juan Domingo Perón y ejecución de José López Rega, Cámpora se fue a los 49 días de asumir.
Alberto Fernández comete errores políticos que CFK capitaliza a favor de Kicillof. La Vicepresidente tiene un plan en dos etapas sucesivas: vencer en el Conurbano Bonaerense y achicar los márgenes de maniobra del Presidente. Después de los comicios habrá un cambio de Gabinete Nacional, y allí Cristina quiere capitalizar un eventual triunfo electoral en la Provincia.
CFK sueña con un Gabinete a la medida de las necesidades de Kicillof, que sería la cara del triunfo en los comicios 2021 y el candidato presidencial obligado para derrotar a una posible fórmula liderada por Horacio Rodríguez Larreta.
Alberto Fernández sostiene que las elecciones se ganan con su gestión política en contra del COVID-19. Y espera que la economía rebote para recuperar los votos de la clase media que huyeron por su estrategia frente a la pandemia. Sabe que su imagen política está deteriorada, pero no cree que la solución implique la candidatura presidencial de Kicillof.
El Presidente también considera que es tiempo de cambiar el Gabinete. Y sostiene como Cristina que se debe ejecutar después de las elecciones de medio término. Alberto Fernández mantendrá en los cargos a los suyos -Santiago Cafiero y Vilma Ibarra por citar dos casos emblemáticos-, y eyectará a ministros que no funcionaron o dudan al momento de exhibir su lealtad absoluta al jefe de Estado.
Brieva es un cuadro político que sin pensar movió la ligustrina. Instaló en la opinión pública un proceso político interno que se cuidaba como un secreto de Estado. Ahora, Alberto Fernández y CFK harán control de daños y aplicarán la verdad 21 del peronismo: dirán que fue una humorada de Brieva, que nadie está pensando en las elecciones presidenciales, y que lo más importante es la salud de los argentinos y mejorar la economía.
Un argumento gastado que no tapará el ruido de tambores.
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