Entre la revalorización y la demonización, los años noventa vuelven a debatirse en la Argentina en pleno siglo XXI

La década que gobernó Carlos Menem comenzó a ser reivindicada en círculos políticos, económicos e intelectuales tras la muerte del ex presidente, pero no hay acuerdo sobre los alcances de un período que cambió el país. Qué opinan Eduardo Duhalde, Rosendo Fraga, Jorge Yoma, Luis Rosales, Eduardo Fidanza y Santiago Lacase

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Carlos Menem y Domingo Cavallo, la sociedad que marcó a fondo la economía de los años noventa
Carlos Menem y Domingo Cavallo, la sociedad que marcó a fondo la economía de los años noventa

Si la Argentina parece a veces atrapada por el pasado, en medio de una trampa que difumina el futuro, parece inevitable que en algunos círculos políticos, económicos e intelectuales se haya producido la revalorización de los años noventa.

Esa década signada por la polémica, tan demonizada como reivindicada, comenzó a ser más recordada en febrero a partir de la muerte de Carlos Menem y luego con la aparición de un libro, Los noventa: La Argentina de Menem, que recopiló artículos de funcionarios de esa época. Así reaparecieron en el debate público los hechos que marcaron aquellos dos mandatos presidenciales y sobre los cuales la sociedad sigue opinando sin término medio: la convertibilidad, las privatizaciones, el giro del salariazo peronista al liberalismo, los indultos, la pizza con champagne, las “relaciones carnales” con los Estados Unidos, los hechos de corrupción, la reforma de la Constitución y la estabilidad económica, por ejemplo.

Para un país que luego de aquellos años (en particular, tras la primera etapa del gobierno menemista) mostró un zigzagueo descendente de muchos indicadores, parece natural la reivindicación que hacen los protagonistas de esa gestión gubernamental: según el analista político Rosendo Fraga, “desde entonces hasta ahora, la sucesión de acontecimientos políticos y económicos, pero, en particular, sus efectos sociales, muestran que aquel periodo no fue tan malo”. “Hoy pobreza, desempleo, desigualdad e inflación están peor que cuando Menem dejó el poder”, destacó.

En la mirada de Fraga, “desde la crisis de la convertibilidad, hace ya dos décadas, ninguna expresión política relevante había defendido este periodo, e incluso los economistas liberales, por lo general, habían eludido hacerlo”, pero sostuvo que “tres circunstancias parecen haber coincidido para hacer que empiece a revisarse la visión crítica sobre esa etapa: la distancia cronológica de la historia, es decir, el hecho de que pasaron más de tres décadas desde que Menem asumió el gobierno por primera vez y se permite una actitud histórica para analizar lo sucedido; la oportunidad que brinda el aniversario, ya que en 2021 se cumplen 30 años del inicio de la convertibilidad y también 20 de su final, y el reciente fallecimiento del ex presidente, momento en el que se percibió en el mundo de la política una actitud más de respeto que de crítica o condena hacia su figura”.

Carlos Menem posa con una Ferrari que le regalaron, en 1995
Carlos Menem posa con una Ferrari que le regalaron, en 1995

Eduardo Duhalde, el compañero de fórmula de Menem en la campaña de 1989 y quien lo secundó como vicepresidente hasta 1991, afirmó a Infobae que “en los años noventa hubo cosas positivas que fueron tomadas como negativas, a mi criterio equivocadamente, porque se produjo un avance en lo más importante que no le fue reconocido a Menem como en el aspecto tecnológico, en donde estábamos muy atrasados”.

De todas formas, el ex presidente puso de relieve que las medidas que se tomaron en aquella época “estaban caracterizadas por la euforia que había por la economía de mercado que existía en muchas partes del mundo y en donde Menem, que era muy vivo y muy intuitivo, tomó la misma dirección que habían adoptado los que mandaban en el planeta, como Margaret Thatcher y Ronald Reagan”.

“Menem siempre iba por todo. Era el de los que si iban al Casino jugaba todo a un número, el que se abrazaba con el almirante Rojas, el que decidió indultar a los militares y a los guerrilleros cuando no se podía hacer porque la sangre todavía estaba caliente. Y tuvo la enfermedad de muchos porque al querer quedarse en el poder no le importó si (Domingo) Cavallo buscaba cómo salir de la convertibilidad. Sólo le importaba si él llegaba y después, que el que viniera se arreglara. No le importó todo lo que había logrado”, reflexionó.

Alguien que sí reivindica aquellos años y considera que sus ideas siguen vigentes es el dirigente liberal, periodista y analista político Luis Rosales, quien fue compañero de fórmula de José Luis Espert en las últimas elecciones presidenciales: “El gobierno de Menem, sobre todo el primero, fue tal vez uno de los períodos con más ilusión y logros de la democracia, en donde tuvo la audacia de ganar con un discurso y un posicionamiento casi populistas y, al poco tiempo, transformarse en un abanderado del sentido común, como consideramos a la agenda liberal ortodoxa”, señaló.

Carlos Menem y George Bush, en 1989
Carlos Menem y George Bush, en 1989

Consideró que “el único problema de fondo es que Menem atacó dos tercios del problema, pero dejó un tercio sin atender por esa tendencia endémica de la política argentina de aprovecharse del gobierno para acomodar gente, hacer proselitismo y no trabajar el costado fiscal de manera suficiente”. Aun así, juzgó “increíble que tengamos que revalorizarlo veinte años después y que hayamos tirado todo por la borda”.

De acuerdo con Rosales, la reivindicación de los noventa se traduce hoy en “la tendencia a revalorizar la libertad, sobre todo entre los más jóvenes, y aquellos años fueron los más libres, aunque no del todo, que se vivieron en materia económica a partir del regreso de la democracia”.

En esa suerte de revival menemista encuentra otra explicación por parte del sociólogo y analista político Eduardo Fidanza, uno de los dueños y responsables de la consultora Poliarquía: “Puede tener dos fuentes. Una, comprobable seguramente, tiene que ver con las redes sociales y una revalorización que proviene de un grupo, de una minoría con capacidad de comunicación y que quizá tenga fundamentos ideológicos de lo que podríamos llamar en terminos politológicos de derecha, que aprecia la libertad de mercado o la estabilidad monetaria. Otra vertiente de la revalorización de los noventa que habría que investigar puede tener lugar en algunas franjas de la sociedad que valoran la estabilidad de los precios, algo que remite a aquella época en la imaginación popular, aunque dos tercios de la población piden más regulación, más Estado”.

En la misma sintonía, el politólogo Santiago Lacase, director de la consultora Agora, está convencido de que la revalorización de los años noventa en la Argentina está vinculada con la muerte de Menem y la aparición del libro, pero, a su juicio, “tiene que ver más con una cuestión circunstancial porque ni siquiera en el mundo hay una reivindicación de algunas ideas de aquella época: el plan que aprobó (Joe) Biden en los Estados Unidos está en la otra punta y es totalmente atípico para ese país porque contempla más gasto público, déficit, inflación, y se parece más a los de América Latina, una región donde tampoco existe un corrimiento hacia ese lado, como se demostró en Perú y en Bolivia”. “Quizá haya una reconfiguración de un populismo más de derecha que otra cosa porque no veo las banderas de los 90 flamear nuevamente”, agregó.

"En los años noventa hubo cosas positivas que fueron tomadas como negativas", afirmó Eduardo Duhalde
"En los años noventa hubo cosas positivas que fueron tomadas como negativas", afirmó Eduardo Duhalde

Para relativizar el fenómeno del nuevo auge de los noventa, incluso, hizo hincapié en cómo fue cambiando la opinión de la sociedad argentina en los últimos 30 años. Antes, según Lacase, cuando las consultoras preguntaban en las encuestas si es mejor que existan empresas de gestión privada o estatal, la mayoría de las respuestas era favorable a las empresas privadas, mientras que “hoy la Argentina es el único país de los cuatro que hemos analizado (junto con Brasil, México y Colombia) en el que sigue primando la gestión estatal por sobre la privada”.

Cuando se le pregunta el porqué, el politólogo destacó que “la crisis de 2001 mató a los noventa porque allí se instaló la sensación de que las empresas no ayudaron a la gente y por eso desde entonces la sociedad prefiere más estatismo, algo que sucedió aun en la época de Macri”.

Un incondicional de los años noventa es el ex diputado, senador y embajador Jorge Yoma, para quien si se sigue rescatando esa etapa es por los resultados. “Siempre dije que la historia iba a ser mucho más justa con Menem que con sus contemporáneos, y es lo que está pasando -manifestó-. Fue el único Presidente desde la restauración democrática que propuso e hizo cambios estructurales en la Argentina. Y logró que mientras gobernaba fuera la única década en 70 años en la que no tuvimos inflación y en donde la pobreza estuvo en las cifras más bajas”.

“Menem siempre lo parafraseaba a (Bernardo) Neustadt y cuando alguien le pedía cambios en la gestión, él le contestaba: Nadie se pelea con el éxito. Pero los gobiernos que vinieron después se pelearon con el éxito porque todo lo que estaba bien se fue desvirtuando a partir del 99 -aseguró Yoma-. Por eso esas ideas se revalorizaron, tomaron fuerza de nuevo y cualquier presidente que llegue al poder no tiene otro camino que volver a Menem. Por ejemplo, si querés estabilizar la moneda y terminar con la inflación, el único camino posible es que haya dólares suficientes en el Banco Central para los pesos que circulan. No lo llames convertibilidad si no querés, pero ese mismo formato vamos a tener que retomarlo”.

Carlos Menem y Raúl Alfonsín, caminando en la residencia presidencial para sellar el Pacto de Olivos
Carlos Menem y Raúl Alfonsín, caminando en la residencia presidencial para sellar el Pacto de Olivos

Duhalde no cree que los años noventa hayan dejado alguna lección que pueda aplicarse hoy. “Ha cambiado todo -dijo-, y lo más importante es advertir que lo que viene es totalmente distinto. Lo demás sólo sirve para los historiadores o los periodistas. A la gente le gusta hablar del pasado, pero los dirigentes elegidos para gobernar deben tener en claro que hay que ir hacia lo que no existe, el futuro”.

“Desde los años ochenta estaba claro que se venían los dos jinetes del apocalipsis, que son la droga y la corrupción, y nadie los pudo detener. Ahora, comparando estudios sistemáticos del futuro, hay una coincidencia: el cambio que viene es fenomenal. Los partidos políticos están desapareciendo, la partera de lo nuevo no ha llegado y no sabemos si estos movimientos que aparecen con tanta fuerza en Chile y en Francia no se irán repitiendo. Si el Occidente capitalista no advierte que tiene que tratar de superar los defectos visibles del sistema, va a crujir”, advirtió.

Más optimista, Fraga concluyó que “es posible que la falta de resultados que se percibe en el país al comenzar la tercera década del siglo XX, abra el paso a nuevas visiones respecto a los noventa que permitan evaluar sus claroscuros, aciertos y errores, y volver sobre las ideas positivas que se plantearon”. “Este aporte contribuirá no sólo a rediscutir el pasado -dijo-, sino también para permitir discusiones sobre el presente y el futuro”.

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