Enviado especial a Washington DC - Desde la terraza se veía la Casa Blanca, y a su lado estaba un hombre que trabaja en ese edificio y es clave para la Argentina: Sergio Massa cenó este domingo con Juan Sebastián González, asesor del presidente Joe Biden para América Latina, para analizar un tema fundamental, la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y el planteo fue claro: si el préstamo de 2018 tuvo un origen político, la solución en 2021 también debe ser política.
En una tarde de calor húmedo tras un día que alternó lluvia y sol, la extensa reunión en la impactante terraza del hotel W fue un encuentro de cinco: al presidente de la Cámara de Diputados y al director del Consejo de Seguridad Nacional (NSC) para el Hemisferio Occidental se les sumaron Jorge Argüello, embajador argentino ante los Estados Unidos, Sergio Chodos, representante argentino ante el FMI, y Andrew Sanders, director para el Cono Sur del NSC.
Lo que el equipo de comunicación de Massa presenta como un viaje para “robustecer las relaciones bilaterales” intenta ser eso y más. El líder del Frente Renovador ha logrado trabajar una relación cercana con González, que asesoró a Biden sobre América Latina durante parte de sus ocho años como vicepresidente de Barack Obama, siguió siendo su consejero ya en el llano y hoy es el encargado de desentrañarle al nuevo inquilino de la Casa Blanca la compleja y con frecuencia explosiva realidad latinoamericana.
Massa ha cuidado siempre su relación con los diferentes gobiernos de Estados Unidos. Fue, por ejemplo, el político argentino más representativo en Washington el 20 de enero de 2017, el día que asumió Donald Trump. La gira que inició el domingo lo vería reunirse con importantes actores de la Cámara de Representantes y del Senado, del NSC y el Departamento de Estado, de la comunidad judía local y con influyentes think tanks. El jueves, ya en Nueva York, se verá con el ex presidente Bill Clinton.
La señal de largada fue este domingo. Intenso ida y vuelta en una terraza junto a la sede del poder estadounidense, encuentro que se inició a las cinco de la tarde, un horario nada inusual allí para una cena, y terminó a las ocho de la noche, ya con el sol escondiéndose. En un año y medio de gobierno de Alberto Fernández, Massa es el funcionario argentino de más alto rango en visitar la capital de los Estados Unidos.
Si en la visita de González a Buenos Aires el encuentro fue en la casa de Massa en Tigre con inevitable asado, el funcionario de Biden, que fue padre recientemente, prefirió devolver la gentileza fuera de casa y con un menú más que interesante: rolls de langosta acompañados de vino tinto. Massa correspondió con tres regalos: Summit, un disco que Astor Piazzolla y Gerry Mulligan grabaron en 1974, un vino de la bodega Catena Zapata y la camiseta de Tigre. González, como hijo de colombianos, es un estadounidense que entiende bien el fútbol.
Fuentes con acceso a la conversación aseguraron a Infobae que el nombre de Mauricio Claver Carone, actual presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pero en el puesto de González cuando el presidente era Trump, surgió en la conversación. Claver Carone confirmó en julio de 2020, en plena campaña para ganar la presidencia del BID, que fue la Casa Blanca de Trump la que impulsó con decisión el préstamo a la Argentina presidida por Mauricio Macri en 2018.
“Yo tenía a los europeos enfrente de mí, cuando quisimos impulsar e impulsamos el programa de asistencia más grande en la historia del Fondo Monetario Internacional para ayudar a la Argentina en su momento de crisis, fueron los europeos los que estaban peleados con nosotros, porque no querían ayudar a la Argentina, porque no les interesaba el Hemisferio Occidental”.
Esa frase de Claver Carone, pronunciada durante una presentación ante el Consejo Chileno para las Relaciones Internacionales (CCRI), es la base del argumento de la Casa Rosada de cara a postergar los pagos de los 44.000 millones que el FMI prestó al país: el préstamo fue político, la solución debe ser política.
El asunto es que, como ya dijo en su momento Claver Carone, Estados Unidos tiene un gran poder en el organismo, pero no todo. Europa y Japón tienen mucho que decir, y ahí hay varias posiciones que son bastante menos comprensivas con la Argentina. El argumento “fue político, que vuelva a ser político” es, además, un arma de doble filo de cara a esos países reticentes, que bien pueden argumentar a la inversa: precisamente porque fue política, la decisión fue errónea. No habría que cometer entonces el mismo error.
Massa transmitió otro mensaje, trabajado en la reunión de tres horas que tuvo hace una semana con el presidente Fernández: la Argentina quiere ser un garante de estabilidad en una región política y socialmente convulsionada. El presidente cree genuinamente, pese a los importantes traspiés diplomáticos recientes, que tiene llegada e influencia sobre líderes y desarrollos políticos regionales para reencauzar esos procesos e instalarse como un referente confiable para Washington.
La situación en Colombia, Chile y Nicaragua formó parte del análisis, aunque cada país es un mundo en sí mismo. Hay escasa sintonía entre los inquilinos de la Casa de Nariño y la Casa Rosada, hay mejor relación de Fernández con Sebastián Piñera y, aunque el vínculo es mínimo, hay una decisión del gobierno peronista de demostrar su compromiso con los derechos humanos a nivel regional ejerciendo presión sobre Daniel Ortega, que amenaza con clausurar la democracia en su país.
Eso le pidió la semana pasada Estados Unidos al gobierno de Fernández a través de una declaración del Departamento de Estado ante preguntas de Infobae: “(Hay) algo importante, la protección y la promoción de los derechos humanos en las Américas, eso es lo que sigue guiando nuestra política y nuestra relación con Argentina”. Una vez más, Venezuela es la enorme piedra en el zapato de la política exterior argentina. La dureza con Nicaragua contrasta con la comprensión hacia el régimen de Venezuela.
Ned Price, vocero del Departamento de Estado, enfrió además las expectativas de una visita de Fernández a la Casa Blanca este año. “No quiero anticipar ninguna visita, ninguna invitación”, dijo el vocero a Infobae. “Como sabe, la Casa Blanca recién comienza a estar en posición de recibir visitantes. No estamos en situación de anticipar nada aún”.
La agenda de cambio climático fue también parte de la conversación a cinco en la terraza washingtoniana, un tema en el que la sintonía es clarísima. Más complejo es el asunto de las vacunas que la Argentina necesita para avanzar en la inmunización contra el covid-19. Estados Unidos le dará al país la cuota parte que le corresponde dentro de la donación de seis millones para América Latina. Según las fuentes conocedoras de la reunión, González le dijo a Massa que su país buscará aportarle más vacunas a la Argentina.
Al borde de iniciarse el verano en el hemisferio norte, con langosta, buen vino y una vista impactante del National Mall, la cena en Washington fue casi inevitablemente de tono optimista. Tanto, que se habló de los “tiempos rooseveltianos” que se vienen en los Estados Unidos de Biden. Como en tantas otras cosas en la vida y la política, el paso del tiempo dirá si, tanto los estadounidenses como los argentinos, se excedieron en su entusiasmo o no.
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