Una encuesta de opinión realizada durante mayo determinó que un 76 por ciento de los padres consultados en el Gran Buenos Aires (GBA) consideran que sus hijos perdieron nivel de aprendizaje por haber tomado clases virtuales. Asimismo, un 65 por ciento de los padres entrevistados aseguraron a Poliarquía Consultores que en sus chicos disminuyó la motivación para aprender en la virtualidad, frente al interés que exhibían cuando concurrían a las clases presenciales antes del COVID-19.
Las conclusiones de la encuesta revelan el impacto negativo de las clases virtuales, y abre el debate para determinar si es necesario suspender el aprendizaje presencial en un contexto de emergencia sanitaria. Hasta ahora, acorde a todos los informes científicos publicados en la Argentina, no hay ningún indicio técnico que permita probar que la suspensión de clases presenciales facilita aplanar la curva de contagios y muertes causadas por la segunda ola del COVID-19.
El sondeo público fue realizado sobre 600 casos presenciales y tomó como base a residentes en el Gran Buenos Aires, que tuvieran hijos en edad escolar, y que convivan o no con ellos en el hogar.
“Las consecuencias de la suspensión de clases presenciales no solo han afectado el proceso educativo y el estado de ánimo de los chicos, también han impactado sobre la vida cotidiana de los padres y las familias. En un país con pobreza un aumento y cada vez mayores dificultades económicas, estas consecuencias tuvieron mayores efectos entre los sectores más vulnerables de la sociedad”, aseguró Alejandro Catterberg, director de de Poliarquía Consultores.
La encuesta revela que cinco de cada diez chicos en el Gran Buenos Aires no tienen clases todos los días, y en un promedio del 59 por ciento, los chicos deben compartir sus dispositivos electrónicos con otros miembros de la familia. Esta limitación estructural se profundiza cuando se trata de estudiantes que pertenecen a núcleos familiares que sufren pobreza estructural o indigencia.
Si se considera que los índices de pobreza en menores de 15 años llegan a más del 70 por ciento en el Conurbano, y a eso se suma la ausencia de dispositivos para acceder en tiempo y forma a las clases virtuales, se tendrá la magnitud del daño que se estaría causando a los estudiantes de los sectores más castigados por la crisis económica y la pandemia.
Desde la irrupción de la segunda ola del COVID-19, el GBA se mantuvo con clases virtuales y Axel Kicillof obvió la posibilidad de regresar a las aulas con educación presencial. El gobernador de la Provincia de Buenos Aires -apoyado por Balcarce 50- sostiene que las clases con presencia de los alumnos actúa como un multiplicador de los contagios y muertes originados en la pandemia.
“En este contexto, vemos que el rechazo a las clases virtuales -que en total llega al 55% de las familias del Conurbano- es relativamente homogéneo entre los diferentes niveles socioeconómicos, e incluso es alto en el sector que votó al Frente de Todos en 2019: el 45% del electorado de Alberto Fernández las rechaza”, añadió Catterberg a Infobae.
La salud emocional y el stress de los chicos con clases virtuales también fue consultado por Poliarquía. El 43 por ciento de los padres consideró que sus hijos sufrieron niveles de ansiedad inéditos y el 53 por ciento evaluó que la ausencia de educación en las aulas causó un mayor stress en los estudiantes de primaria.
El nivel socio-económico tambien influye al momento de evaluar el impacto de la educación virtual y presencial. Los padres encuestados dijeron que la asistencia virtual en colegios privados -de lunes a viernes- es del 62 por ciento, mientras que en las escuelas públicas sólo alcanza al 32 por ciento.
Y en los establecimientos del Estado, el 53 por ciento de los chicos tiene menos de dos horas diarias de clase, en tanto que en los institutos privados, el 62 por ciento de los estudiantes tiene entre dos y cuatro clases diarias por día.
“Las asimetrías entre quiene concurren a las escuelas de gestión estatal y privada quedan evidenciadas en un dato elocuente: los chicos de escuelas de gestión privada tienen más días, más horas de clase, y mayor acompañamiento institucional”, completó Catterberg.
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