El confinamiento aparece en estas horas como el mejor cortinado de fondo para un Congreso con escasa actividad, aunque aún en pandemia todo depende de la voluntad política. Alberto Fernández ratificó el fin de semana último que su candidato a jefe de los fiscales sigue siendo Daniel Rafecas. Hasta anoche, no había sido registrada ninguna señal del kirchnerismo hacia la oposición para aprobar el pliego enviado por el Presidente hace diecisiete meses. Sin embargo, el Senado no bajó la persiana y ayer mismo en trámite virtual le dio dictamen al proyecto para postergar las elecciones, que será convertido en ley la semana que viene. Un gesto doble.
El avance con el texto que posterga por un mes las elecciones -de agosto a septiembre las PASO y de octubre a noviembre las generales- es producto de un acuerdo entre el oficialismo y Juntos por el Cambio. Va rápido y sin sobresaltos. No ocurre por ahora lo mismo con Rafecas. Juntos por el Cambio debió modificar su estrategia en ese terreno: para frenar la retomada ofensiva que apunta a reformar la ley de Ministerio Público Fiscal, unificó posiciones en el apoyo a la postulación de Rafecas. El kirchnerismo tiene la llave y mantiene congelado el tema.
Desde el Senado, el kirchnerismo duro logra exponerse otra vez como eje del poder, en un tablero que desgasta o finalmente alinea decisiones de Olivos. El movimiento de piezas es tan claro que impresiona por la sencillez del peso propio. El Presidente ratificó a su postulante para el cargo de procurador general. JxC anunció que apoya y garantiza los dos tercios necesarios para coronar a Rafecas, como apuesta contra el proyecto que busca asegurar el manejo político de la estructura de fiscales. Y se espera una respuesta del bloque que responde a Cristina Fernández de Kirchner. La ex presidente sigue siendo el factor condicionante, aun en el caso de elegir el camino que no le agrada: la designación de Rafecas.
Son al menos dos los rechazos que animan a CFK. No le gusta y guarda rencores con Rafecas desde los días del caso Ciccone. Y tampoco quiere quedar enredada en los hilos que mezclan la dificultad para avanzar con el cambio a la ley del Ministerio Público, en Diputados, y la movida de la oposición que tiende un puente pero traba el plan verdaderamente kirchnerista en la Cámara baja. No lo disimulan los legisladores de su círculo.
Es un paño complicado y con piezas jugadas al límite, también para la oposición. JxC debió contener sus propias internas cuando vio renacer el proyecto que regula el sistema de los fiscales, por impulso directo de Martín Soria. Es el primer objetivo del ministro de Justicia. La respuesta opositora no fue sencilla y generó resquemores domésticos. Algunos senadores y referentes expresan en reserva recelos y en algunos casos, rechazo. Asumen la apuesta como “salida estratégica” frente al “riesgo institucional” de la nueva carga oficialista.
Todo confluye en un punto paradójico. Alberto Fernández terminó avalando el proyecto con sello de CFK que busca facilitar al kirchnerismo el poder -por control del Senado- para designar y remover al jefe de los fiscales, como principal alteración de otras muchas reglas de juego. Eso precipitaría la renuncia de Rafecas a la postulación que hizo él mismo en diciembre de 2019. El texto fue aprobado en la Cámara alta y quedó trabado en Diputados. Soria, funcionario de Fernández pero luego de la salida forzada de Marcela Losardo -la inicial jefa de Justicia y de verdadera sintonía con el Presidente-, recreó la ofensiva y logró dictamen de comisiones. Un primer paso, para nada menor, que precipitó a la vez la decisión de JxC de facilitar la elección de Rafecas.
Es un nudo complejo para todos. Aunque las facturas no se reparten por igual. La parálisis del pliego de Rafecas representa un daño para el Presidente. Sólo ganaría políticamente si es votado su candidato, aunque con algún crédito a la oposición que CFK rechaza. Y si avanza la reforma en Diputados, Rafecas se retiraría del juego y su poder quedaría desgastado por eso mismo y por la señal costosa de una ley crucial para la ofensiva judicial.
Lo de Diputados sigue en estado latente. La propia oposición se muestra inquieta, a pesar de que por ahora el oficialismo no logra los apoyos necesarios entre habituales aliados y otras fuerzas. Haber logrado dictamen en comisiones deja el tema preparado, en lista de espera. El margen es angosto, aunque quedaría un recurso en pie: incluir el proyecto en un temario más amplio que intente forzar el quórum. Por ejemplo, algún plan que atienda necesidades provinciales o que abra la discusión, como el Presupuesto, a los destinos de fondos. La disputa una vez en el recinto podría ser más compleja para el conglomerado que rechaza la iniciativa, según especulan conocedores del terreno legislativo.
Nadie da por terminado el asunto. En el corto plazo, para mediados de la semana próxima, Diputados podría volver a la actividad pero con otros temas. Es probable que el oficialismo busque darle dictamen y luego tratar en el recinto la llamada “ley de la pandemia”, que concede mayores atribuciones al Presidente en materia de restricciones frente al coronavirus. Junto con ese texto, que ya viene aprobado desde el Senado, podría avanzar con la ley de biocombustibles.
Pero los temas que tensan la cuerda política están atados a la interna oficialista. La suerte de Rafecas sigue dependiendo del kirchnerismo duro. JxC aguarda una señal después de haber movido su pieza. También, el Presidente. Y Soria, como expresión áspera de la ofensiva judicial, se mantiene a la espera de alguna chance para empujar al límite la ley de los fiscales. Todo, en medio de una crisis profunda y de un confinamiento que hace inexplicable y lejano en todo sentido el cruce de intereses en el Congreso. Un riesgo real.
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