Reynaldo Sietecase recibió a Infobae unos minutos después de finalizar su programa, “La inmensa minoría”, en Radio con Vos. A pesar de tener el tiempo limitado, el periodista rosarino se abstrajo del reloj y durante más de 60 minutos habló de su vida personal y profesional, sobre la angustia que le genera la pandemia y del lugar en el que ve al Gobierno.
“Alberto Fernández debería ser el Presidente de la reducción de daños”, opinó y planteó que esta tendría que ser una gestión de transición. Al mismo tiempo, consideró que a Cristina Kirchner se la ve “un poco blindada” y marcó que “no le está poniendo mucho el cuerpo a la gestión”. Además, confesó que tanto CFK como Macri fueron los únicos presidentes en ejercicio que no pudo entrevistar.
Tras publicar Periodismo, instrucciones de uso (Ensayos de una profesión en crisis), se mostró crítico con los medios y lamentó que la grieta hiciera que la verdad dejara de ser importante. “Como suelen decir los que me critican, de ambos lados, es como que me siento con la libertad de no estar en el juego de la grieta permanente y eso me ayuda a leer, creo, con cierta mirada crítica”, dijo.
—¿En qué momento de su vida se siente?
— Bueno, la pandemia lo toca todo. Yo creo que es difícil decir que uno está bien en medio de esta pesadilla. Pero si me tengo que abstraer un poco de lo que nos está pasando a nivel mundial creo que estoy bien. ¿A qué me refiero esencialmente? A que hago un programa de radio que me gusta, que tiene mi marca. Yo digo que por suerte hace tiempo hago radio de autor. Es decir, hago programas que tienen algún recorte de singularidad. Incluso el que estoy haciendo ahora, hace ya varios años, se llama La inmensa minoría porque suelo decir que no es que quiero que sea masivo, sino que quiero que sea muy auténtico y que la gente que lo escuche tenga un nivel de identificación como yo tenía con los programas de radio que me marcaron. Hace diez años que estoy haciendo la columna política de Telefe Noticias, que también está bueno. Hace bastante que no hago programas de tele, pero porque no quiero, porque ofrecimientos tengo. Trabajo lo justo y necesario. ¿Para qué? Para poder escribir, mi otra gran pasión.
Después muy preocupado y angustiado por todo lo que pasa. Con esto que es imposible que no te toque. Nada, te pasa que se te va gente que no se tendría que ir por la pandemia. O el miedo; yo creo que una de las marcas grandes de este momento es el miedo, miedo personal, que yo por suerte no lo tengo porque sería más pesado todavía, pero sí mucho temor por la gente que uno quiere.
—¿Cómo comenzó su amor por la escritura?
—La visibilidad que yo tengo a nivel periodístico, por estar en medios electrónicos, es mucho mayor que la que quizás tengo como escritor. A pesar de que ya hace varios años que publico y mis novelas se venden muy bien. Yo suelo decir que vengo de la literatura hacia el periodismo. En general muchos periodistas, cuando agarran el ejercicio de la escritura, por ejemplo, después se animan y terminan publicando libros. Yo desde los 16 o 17 años ya escribía. Dirigí revistas literarias. Participé de grupos literarios, cuando ni siquiera soñaba, allá en Rosario, que iba a dedicarme al periodismo. El periodismo vino después. En aquella época trabajé de muchas cosas, en una imprenta, en una metalúrgica, en un banco. Y mientras tanto siempre estuve muy cerca de la actividad literaria, del arte. Sobre todo en un grupo que se llamaba “El poeta manco”, en Rosario, que arrancó en el 81, al final de la dictadura. A partir de ahí es como que fui decantando hacia el periodismo. Después gané la beca de Clarín, que fue muy determinante para mí porque vine a Buenos Aires seis meses a hacer la beca, que era de media jornada de trabajo.
Y es como que, no sé, el primer día que estuve en la redacción fue una revelación, dije: “Yo quiero ser periodista”. Como que nací periodista en ese momento. Y bueno, terminé la beca, volví a Rosario, empecé a trabajar en un programa de radio en LT8, un programa que era muy potente, muy importante. Y ahí empecé toda la carrerita del periodista de radio, producción, móvil, después el piso, el estudio, luego fui productor general de ese mismo programa donde había empezado, casi, como un pinche. Y en el medio conocí a Jorge Lanata, empezamos a hacer Rosario 12, el Página 12 de allá. Eso es una gran síntesis, pero bueno, más tarde, empecé ya a meterme en los medios como mi forma de vida sin dejar nunca de escribir literatura.
—¿Recuerda qué fue lo primero que escribió?
—Mis primeros poemas yo creo que tienen que ver con la muerte de mi madre, que es donde yo empiezo a buscarme y creo que empiezo a encontrar ahí una conexión con la literatura. Además, en mi casa, por suerte, había una muy buena biblioteca. Yo suelo decir que uno puede leer o no, ser un buen o mal lector, pero si tenés libros cerca tenés más chances de leer. Aunque no es que eso lo determina, hay mucha gente que tiene bibliotecas y no lee.
—En su ADN, ¿cuál es el porcentaje hoy de escritor y cuál el de periodista?
—Para ser políticamente correcto diría que es fifty-fifty, mitad y mitad. Pero la verdad es que me gustaría tener más tiempo para escribir. De hecho, la literatura, suelo decir un poco en broma, que me ha salvado de hacer tonterías en estos años tan difíciles de la grieta y de todo esto. Porque digo, tengo la mirada tan puesta en la escritura literaria que no he hecho tantos programas, no he hecho tantas cosas, y creo que de algún modo me protegió un poco. El no estar tan entusiasmado con proyectos que te dan y a lo mejor no son tan buenos. No creo haber dicho que no por sabio, sino porque me interesaba mucho más poner la energía en la escritura. Es difícil determinarlo. Sí me gustaría, no sé cuál es el porcentaje, pero me gustaría que sea mayor, que cada vez que vaya pasando el tiempo tenga más tiempo para escribir y el periodismo ocupe el lugar que también le asigno. De hecho, hago periodismo todo el día y lo disfruto, no es que lo vivo como una contradicción, pero me gustaría tener un poquito más de tiempo para escribir.
—¿Qué lugar en común asocia en las distintas profesiones?
—Yo los asocio en los dos, por eso no me hace tanto ruido, en los dos estoy narrando. Yo digo bueno, en el fondo soy un narrador. Cuando narro periodismo narro sobre hechos reales, personajes reales, no se puede inventar. No se puede imaginar. Pero en la literatura sí, el contrato de lectura es: vale todo. Cuando escribís una novela, cuando escribís un cuento, podés hacer cualquier cosa, inventar, dibujar lo que quieras. Yo siento que el compromiso que tengo con las dos tareas es el mismo, pero los contratos que tengo con los lectores de periodismo y de literatura son distintos. En uno no se miente, en uno se trata de trabajar sobre la realidad de la manera más rigurosa y en el otro vale todo.
—¿Siente que hoy en el periodismo vale todo?
—Sí, está bueno lo que preguntás. De hecho, acabo de editar un libro que tiene que ver con eso, yo hace años que vengo hablando de periodismo. Todavía sigo haciéndolo y mucha gente se enoja. Yo creo que ya me lo aceptan mis colegas. Soy crítico. En la última etapa que estuve en Vorterix hacía un juego con la tapa de los diarios, cuando la grieta estaba explotando. A la mañana hacía un juego: Clarín versus Página 12; Tiempo Argentino versus La Nación. Entonces hacía las noticias comparadas, porque me gustaba esa idea, digo mirá, porque algo se rompió para mí en el 2008/2009 en Argentina, después de la pelea con el campo, es decir, del kirchnerismo con el campo. Más tarde pasó a ser la pelea del gobierno kirchnerista contra Clarín, contra el Grupo Clarín. Creo que yo lo viví así, por lo menos, es como que la verdad dejó de ser importante. Es más importante afectar al otro que algo sea cierto. Y en los dos bandos empezó esa lógica.
Yo soy uno de los que insiste mucho en cómo trabajamos. A mí me parece que es una tarea que está buena. Yo la hago además con cierta libertad porque, bueno, como suelen decirme los que me critican, de ambos lados, es como que me siento con la libertad de no estar en el juego de la grieta permanente y eso me ayuda a leer, creo, con cierta mirada crítica. Porque además creo que está bueno que… A ver, un periodismo mejor hace a una sociedad más justa. Entonces no es algo como para dejar pasar así nomás.
Un periodismo mejor hace a una sociedad más justa
—¿Cómo sería hacer buen periodismo?
—Es hacerlo de manera rigurosa. No tener ideología. Porque hay una confusión, la ideología es algo propio de la naturaleza del ser humano. De hecho, los grandes periodistas de la Argentina han sido militantes políticos. Todos, eh. De Sarmiento a Rodolfo Walsh, tipos muy involucrados en la cosa pública. Y está bien. ¿Cuál es el problema? El problema es si esa ideología o si ese posicionamiento político o empresario te lleva a mentir, te lleva a manipular. Si porque hay un gobierno que a vos te cae bien omitís que tiene funcionarios corruptos, ponele, o lo favorecés de alguna manera. Yo creo que ahí rompés el código que tenés. Porque el compromiso del periodista y del medio, para mí, es con el lector, con el oyente, con el televidente. Entonces, es más, yo en ese compromiso tengo mi propia ideología. Y, además, a ver, es difícil encontrar gobiernos con todo malo y todo bueno. Yo siempre digo: “Sospechen, cuando un medio o un periodista critica siempre tanto es raro”. El mejor de los gobiernos, el que a vos te cae más simpático, seguro tiene corrupción, abuso de autoridad, hay negocios atrás. El que te cae mejor, eh. Y el que te cae peor quizás tiene políticas que son buenas, provechosas, hay funcionarios honestos. Entonces es muy difícil decir: “No, estos son todos unos hijos de puta horribles y estos son todos geniales porque me caen bien”. A eso me refiero yo con tratar de hacer un laburo que contribuya a una sociedad más democrática. Por eso yo digo que un periodismo bien hecho no quiere decir un periodismo condescendiente, todo lo contrario. Para mí el periodismo no debe ser condescendiente nunca. Ahora, tampoco debe ser una usina de destrucción de alguien.
El periodismo no debe ser condescendiente nunca. Ni tampoco una usina de destrucción de alguien
Yo creo que como producto de este fenómeno de la grieta se llegan a tergiversar los hechos. Y eso menoscaba el producto periodístico y termina afectando el derecho a la información, que es de cada ciudadano: informame con la verdad, con la ideología que quieras, a mí no me asusta en absoluto la ideología, al contrario, te diría que hasta me deja tranquilo cuando vos sabés que un medio tiene un posicionamiento. Te está hablando desde acá, está hablando desde ese lugar. Ahora, el límite que no hay que pasar, a mi modo de ver es esto, que por mi ideología o por mis intereses empresarios, yo mienta.
—¿Cómo ve a la política hoy?
—¿Sabés que siento yo de la política después de tantos años de contarla con mucho pesar? Que hay como una visión de que siempre la culpa es del otro. La política argentina es como un caníbal. Siempre la culpa, toda, toda la culpa es del otro. Y es por el otro que no me salen bien las cosas. Y es muy extraño eso, porque la democracia es un sistema de consensos. Vos necesitás consensuar, necesitás sentarte a dialogar con el otro. Entonces si uno piensa que el diálogo es una concesión estás en un problema, el diálogo es lo más normal del mundo. Acá se juntaron Rodríguez Larreta, Alberto Fernández y Kiciloff y parecía espectacular, pero eso debería ser lo más normal del mundo. Aun cuando estás recontra enfrentado con el otro. Hay un momento donde te tenés que sentar a negociar. O sea, los acuerdos se hacen entre distintos, no entre la gente que piensa igual. A mí me abruma bastante eso. Y lo otro que veo en la política es la falta de crítica interna. Viste que no hay. Acá de pronto Zannini hace una inmoralidad y no lo critican desde adentro. ¿Cómo nadie de la política de adentro dice “che, está mal eso”? Bueno, son las cosas que a mí me asombran y que veo casi como una recurrencia que se ha ido profundizando en los últimos años.
—¿Cómo evalúa la gestión del Presidente?
—Mirá, yo tengo una mirada de esta presidencia, sobre todo cuando estalló la pandemia, yo no sé si le gusta esto a Alberto Fernández, pero yo lo he dicho ya varias veces, me parece que él debería ser el Presidente de la reducción de daños. Viste ese concepto que se usa con los adictos. Es decir, tratar, no la vas a superar la situación, sino tratar de que el daño sea lo menor posible. ¿A qué me refiero? Que con la pandemia haya la menor cantidad de muertos posibles. Y con la economía, que es una especie de gran pandemia en este momento en la Argentina, con 40 % de pobres, haya la menor cantidad de pobres posible. Eso, reducir lo malo. Porque la verdad es que le tocó, pobre, una presidencia muy compleja, porque venía de una herencia jodida, varios años de recesión, la deuda sideral tomada en el gobierno de Macri, pero además la peste. Se están muriendo 500 personas por día. A veces yo alucino, digo: “¿No se toma conciencia de eso?”. Si no genera posibilidad de unidad un enemigo como este, tan trasversal, que no pregunta quién manda, si no acordás en estas circunstancias, ¿cuándo acordarías?
Alberto debería ser el presidente de la reducción de daños
Creo que le tocó primero ser presidente por una coyuntura muy especial. Una gran jugada política de Cristina Kirchner, que registra que pierde si va ella, y después registra que si va ella y gana también le va a ser difícil gobernar. ¿Por qué? Porque las cosas que está haciendo Alberto no las podía hacer Cristina.
—¿Qué cosas, por ejemplo?
—El acuerdo con el Fondo. Por eso es raro que lo boicoteen a Alberto, porque es lo que ella no podía haber hecho si estaba en la presidencia. Y ella es la que lo sabía. A mí me encantaría hablar con Cristina Kirchner para preguntarle: “Pará, ¿no lo pusiste a Alberto para que haga esto?”. Entenderse con Bolsonaro. Tiene que hacer cosas que ella no podía hacer. Entonces lo que no termino de entender es por qué sabiendo eso y habiendo hecho esa movida ahora casi que lo boicotea, entre comillas.
—¿Usted asegura que lo boicotea?
—No sé si lo boicotea, pero sí hay una interna muy fuerte, hay un ruido muy fuerte. No sabés si Guzmán es el ministro de toda la coalición o solo de Alberto. A veces te da esa sensación. Parece que fuera el ministro de Alberto, porque cuando ves lo que sale del Senado y todo esto… Insisto con el concepto de la reducción de daños para con el Presidente, porque no sé si da para otra cosa este contexto. Yo creo que no. Yo creo que Alberto se debería sentir contento si dentro de dos años entrega un país con una pandemia que no nos hizo estragos o más de lo que ya hizo. Si tenemos las vacunas. Y bajar la situación de pobreza y tratar de que se recomponga la economía argentina. Yo creo que ese es el objetivo central. Es casi un gobierno de transición el de Alberto Fernández.
—¿A la Vicepresidenta cómo la ve?
—Con Cristina hace mucho que no hablo así que me cuesta. Yo creo que hablo con casi toda la dirigencia política del país, después de tantos años. Eso lo veo como un capital que tengo, está bueno. Con Cristina hice un off hace un par de años, antes de la elección. Pero no me da notas, no la entrevisté… La entrevisté en el 2004 la última vez, insólito. Cuando fue presidenta no la pude entrevistar. A Macri tampoco. Son los dos presidentes en ejercicio que no pude entrevistar, a los demás los entrevisté a todos. Y no sé, yo la veo un poco blindada. Creo que no le está poniendo mucho el cuerpo a la gestión.
—Si pudiera hacerle una pregunta incómoda a Macri y a Cristina, ¿qué les preguntaría?
—Hay una pregunta para Cristina que es clave, que me parece que es la que se está discutiendo en términos judiciales: si no cree que realmente en su gobierno hubo corrupción. Porque, a ver, es difícil si no explicar a López, por ejemplo. Y a mí no me parece tan raro que haya habido corrupción, porque en todos los gobiernos hubo. Mayor, menor, que involucraba tanto. Después podemos discutir y tendrá que explicar ella si eso era parte de algo deliberado o no. Si había una estructura o no. Eso lo tendrá que ver la Justicia. Y a Mauricio Macri yo creo que iría por el endeudamiento sobre todo. Yo creo que la herencia que dejó Macri, pero no para mí, para mis hijos, para mis nietos, es prácticamente imperdonable en materia de deuda externa. Creo que hubo una combinación ahí entre mala praxis y gente que se favoreció, como se suele favorecer a algunos sectores financieros, con el fangote de deuda que sigue pagando la Argentina siempre. Creo que iría por ahí.
—A Alberto Fernández, ¿qué le preguntaría?
—Y a Alberto le preguntaría si renunció o no, por esta coyuntura, a la idea de generar algo distinto. Porque en un momento parecía que Alberto Fernández surgía como una especie de variante superadora al modelo que lo había llevado al poder. Si él tenía una aspiración de entidad propia y renunció. ¿Por qué? Por los últimos sucesos. De pronto empieza a pasar que tiene que resignar a la ministra de Justicia, tiene que cambiar algunas posturas en cuanto al tema educación. Lo que pasó ahora con Guzmán. Saber si dijo: “Bueno, no se puede en este momento de pandemia y de quilombo general, yo no puedo romper, no puedo diferenciarme”. Si él en algún momento lo pensó. Tal vez no lo pensó nunca. Tal vez que lo que nosotros dijimos: “Ah, mirá, viene otra cosa, es Alberto con los gobernadores, con la CGT y empieza a hacer una cosa donde hay un balance ahí, pero que Alberto es el conductor”. Y que no es así, la que conduce pareciera ser Cristina. Y él gobierna, ojo. Pero puede ser parte de los roles.
—¿Qué opina de la vacunación VIP?
—Un escándalo, una vergüenza. Yo escribí un artículo, porque además vos sabés que si no hubiera pasado eso y vos me preguntabas quién es el ministro, desde la vuelta de la democracia, el ministro de Salud que más rescatás, y yo creía que era Ginés González García. Creo que la mayoría de la gente, incluso sus críticos, porque es un sanitarista, porque realmente hizo muchas cosas, desde el Plan Remediar, todo lo que hizo con la ESI, terminó además aprobando el aborto, que yo creo que es un derecho importante para las mujeres. Ahora, este episodio se lleva puesta su historia política. Y yo creo que tiene que ver con una visión del Estado que está bueno para reflexionar, que no se usó tanto para pensar. Yo creo que hay sectores de la dirigencia argentina que creen que el Estado les pertenece. Que llegan pensando que se puede hacer eso y les parece normal habilitar de pronto una lista de vacunación a un grupo de amigos: “Pobre Duhalde, che, está en la casa con la mujer, mandémosle una vacuna”, ¿entendés?
—¿No cree que faltó un pedido de disculpas o autocrítica por parte del Gobierno?
—Bueno, hubo una del Presidente, que fue relevarlo al ministro. Yo no la considero menor. En otro momento no sé si… En eso me parece que hubo una reacción de Alberto que está bien, porque además es su amigo. O sea, tomó una decisión contundente en ese aspecto. Siempre se puede pedir más, yo estoy de acuerdo. Ahora, los gobiernos vieron que no se flagelan, de ningún signo hace autocríticas feroces. Para mí le costó el cargo, que no es poco. Y no solo le costó el cargo, cuesta que estemos hablando, pasan los meses y vamos a seguir hablando del vacunatorio VIP. O sea, se cargó una mancha, un proceso de vacunación cuando estás en el medio de la pandemia y que es algo que no puede fallar, la confianza en las vacunas. Entonces, bueno, yo creo que sí, yo creo que fue una de las cosas que más afectó al Gobierno en estos dos años. Porque hay cosas que tienen que ver con la credibilidad, y la verdad que cuando vos perdés o erosionás eso es muy difícil de recuperar.
—¿Alberto Fernández perdió la credibilidad?
—No, yo creo que Alberto tiene todo un estilo de contenido que tiene que ver con su historia en la política. Yo creo que él es conciliador al extremo, entonces es como que todo el tiempo sus mensajes, a veces parece que se acomodaran al momento político, a la situación. Yo creo que es un estilo, que es una marca. Y ahora creo que decidió que el Gobierno sea la coalición y que Cristina tenga un peso decisivo en la coalición, y allá vamos. Entonces es esto el Gobierno, es lo que está mostrando en este momento. Bueno, malo, porque hay sectores del kirchnerismo que dicen “al fin”. Yo tengo amigos que dicen: ”Por fin Alberto entiende que hay que ir por este lado”. Por eso me parece que sería muy liviano decir “perdió la credibilidad”. Es parte de esa lógica de la política de decir “ah, no le creo nada” o “son todos chorros” o “son todos la dictadura”. Yo trato de escaparme de esa lógica binaria. Yo tengo un amigo que suele decirme “che, hacé trazo grueso, no me hagas…” Y yo le digo “no, yo hago trazo fino”. Hace 30 años que cuento la política, ¿te la voy a contar en blanco y negro? No. Es de mucha complejidad la política para que yo la simplifique. Ahora, si la simplificás te va mejor en general, mirá la tele. Te permite pontificar, levantar el dedito, ofenderse, enojarse, gritar.
Alberto decidió que el gobierno sea la coalición y que Cristina tiene un peso decisivo
—¿Qué hace cuando no está trabajando?
—Me gusta mucho jugar al fútbol. Yo sigo jugando al fútbol. Entreno tres veces por semana. Mi único objetivo es seguir jugando al fútbol. No quiero que me retire la pandemia. Estoy con esa consigna, digo no quiero que me retire la pandemia. Quiero retirarme cuando diga bueno, ya está, no juego más. Esa es una cosa que hago que me gusta mucho. Bueno, leer, estar con amigos, estar con gente querida. Me gusta mucho salir. Vos sabés que a mí una de las cosas que cuando mis amigos de Rosario me decían cómo te bancas Buenos Aires, al principio, decía “no, no sabés lo que son los teatros, los museos, el cine”. Por eso la pandemia me tiene tan afectado, yo soy de salir mucho. De salir e ir al cine, de ir al teatro, de ir a escuchar música. Me encanta la noche de Buenos Aires. Es una de las cosas que siempre me compensó el maltrato y la hostilidad que tiene Buenos Aires para con todos nosotros ¿viste?, el tráfico, el quilombo, el enojo. Así que sí, extraño mucho la vida nocturna.
—¿Qué aprendió de la pandemia?
—Pasé, como todos los argentinos me imagino, por momentos distintos. Algunos muy feos. Tuve un par de meses que estaba como muy angustiado, más que lo habitual. Que me costaba dormir. Sobre todo, los dos o tres primeros meses, ¿te acordás? Que era tan agobiante todo. No podía ir a Rosario. Tengo a mis hijos en Rosario, son grandes, pero los veo muy seguido. Voy mucho. Y no poder viajar, seis meses sin verlos. Se me sumó todo eso, que me imagino que a todos les habrá pasado, el miedo por la gente querida. ¿Qué me enseñó en lo personal? A valorar eso, que somos muy frágiles. Es como que me reubicó un poquito en ese aspecto. Creo que mejoré un poco en esto, en no hacerme mala sangre por cosas que no son importantes. ¿Por qué? Lo importante es la salud. La salud es lo más trascendente. Porque lo demás lo apechugás. No tenés laburo, pero tenés salud y algo vas a conseguir.
— ¿Se anima a un un ping pong político?
— Sí, claro
—El funcionario que funciona.
—Me parece que Arroyo es un tipo de Desarrollo Social, dentro de lo que tiene, con las herramientas que tiene, la falta de recursos, un tipo a destacar. Es el primero que se me viene a la cabeza. Y vos sabés que no se me vienen muchos más, lo siento.
—Alberto Fernández.
—Alberto Fernández creo que es un político profesional ocupando un lugar que nunca imaginó que iba a ocupar, en el peor momento de la historia.
—Cristina Fernández de Kirchner.
—Yo creo que es una mujer muy talentosa. Una gran dirigente política, pero víctima de su soberbia. Y creo que eso la ha llevado a cometer muchos errores.
—Axel Kicillof.
—Me parece un tipo inteligente, honesto, pero también, está cortado por la soberbia de una manera que te lleva; la soberbia es un gran enemigo de cualquier persona, pero cuando está excesivamente instalada en un político, muchas veces, los lleva a cometer errores muy graves. Y creo que se tiene que cuidar de ese enemigo. Esto de creer que todo lo que yo hago está bien, que el camino es este y no hay otro, todos los demás son… Me parece que es muy riesgoso, muy peligroso.
—Horacio Rodríguez Larreta.
—Me parece un buen gestor. Tiene una manera de gobernar que es muy, demasiado amable, con los intereses privados, me parece a mí. Yo creo que para la Ciudad no ha sido bueno eso, en cuanto a la habilitación de negocios. Lo que pasa con Costa Salguero, por ejemplo. Ahora, le reconozco que es un buen gestor, es un hombre de la política, que dialoga. Kiciloff también, eh. Yo tengo expectativas sobre la nueva generación de dirigentes.
—Máximo Kirchner.
—Máximo para mí todavía es un misterio. Es como que lo escuchás en los discursos públicos nada más, tampoco da off the record. Creo que tiene un nivel de blindaje insano. Es decir, creo que están tan encapsulados, de que afuera están todos los malos y nosotros estamos haciendo la causa nacional, también muy nocivo. Ahora, dicho esto me dicen todos en el ámbito de la política que es un tipo de diálogo, que habla. Pero bueno no hablé nunca con Máximo Kirchner, 30 años. A ver, no es que tiene que hablar conmigo, pero digo, somos ¿cuántos los periodistas políticos?, ¿veinte? En algún momento hablás. Y me parece rarísimo que alguien que quiera construir, de pronto, tenga ese nivel de cerrazón. Lo veo muy cerrado. Me parece todavía un enigma. Me cuesta definirlo.
—Sergio Massa.
—Otro político profesional, del peronismo, que va modificando mucho. Porque viste que se le imputa esto de que es muy sinuoso. Pero creo que la mayoría de la dirigencia política va acomodando discursos a los momentos. Creo que leyó bien que era hacia el peronismo la salida de Macri. Creo que se le impuso la realidad. Viste que el sector de Macri le critica mucho cómo saltó. Yo creo que ahí no había muchas opciones para el peronismo. El peronismo o cerraba filas o perdía otra vez, volvía a perder. Y creo que, bueno, también es un enigma lo que viene con Massa. Todavía no lo tenemos claro. Yo creo que al gobierno le sirve mucho, a la coalición le ha sido bastante eficaz. Creo que Massa está más a la medida de Alberto que cualquier otro dirigente.
—María Eugenia Vidal.
—Me parece una mujer honesta, muy laburadora. Creo que no le fue bien en el momento que tuvo que gestionar. Cuando tuvo que pegar el salto no lo pudo hacer. También es verdad que tuvo la mochila de Macri. Era ilevantable. No la conozco tanto tampoco. Vos sabés que es uno de los personajes que no tengo, como Máximo.
—¿Mauricio Macri?
—Me pareció un mal presidente sobre todo. Creo que, mirá, me pasó una cosa que muchos me criticaron. Apenas asumió Macri, seis o siete meses después, en el programa de Andy te hacían como un ping pong, pero me decían una sola palabra. Y me dijeron Mauricio Macri y dije: “Decepción”. Se me vinieron al humo después, cómo puede ser que… Porque yo pensé que Mauricio Macri iba a tratar de hacer un plan desarrollista, más abierto, menos liberal, ortodoxo. Al toque, levantó el cepo, y pensé “se pudre todo”, por eso dije decepción. Pero no porque yo hubiera votado por Macri sino porque creí que iba para un lado y cuando después de eso me preguntaron de Cristina Kirchner dije: “Decepción”. Resumí a los dos en la misma palabra. Porque también en algún momento pensé que, sobre todo después del segundo, cuando los ratifican, que venía una etapa mucho más inclusiva, de mayor inteligencia en el manejo del Estado. Y creo que pasó todo lo contrario. Fue una mala presidencia la última.
—Para finalizar, ¿cómo se autodefine?
—Mirá, yo me río porque a veces, en los libros me ponen: poeta, narrador, periodista. Vivo al revés, me gano la vida como periodista, la narrativa también ahora, y la poesía que no te da dinero. No, creo que soy, una persona común. No sé, no tengo mucho para decir. Soy poeta, que eso está bueno. Creo que eso me representa. Lentamente me fue dando una señal de identidad, porque es como una rareza. Vos sabés que, mirá, eso se lo debo a Lanata, a pesar de que tenemos tantas diferencias. Pero Jorge una vez me presentó en una reunión, yo apenas había ido a Buenos Aires, y yo me presenté como periodista, y me miró y me dijo: “¿Por qué no decís que sos poeta?”. Te estoy hablando de hace veintipico de años, yo recién estaba haciendo algunos libros. Y le digo: “No sé, me parece rarísimo”. Me dice: “A mí me gustaría tanto, que lindo debe ser”. Me dejó pensando mucho, porque era casi una enseñanza, sos eso, bancátela. Creo que soy un poeta haciendo periodismo y escribiendo novelas, y viviendo como puedo en esta ciudad.
Agradecimiento a Vitrum Hotel por la locación.
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