Alberto Fernández tomó la decisión de dictar una cuarentena estricta durante nueve días con dos objetivos centrales: bajar la circulación de la ciudadanía -y, por consiguiente, del virus- e intensificar el plan de vacunación aprovechando el remanente de inyecciones del que aún dispone la Argentina pero, más importante aún, sacándole el máximo provecho a los cargamentos que deberían llegar en los próximos días.
A partir del lunes, y a lo largo de toda la semana, está previsto que llegue el primer avión con parte de las 4 millones de vacunas de AstraZeneca y otros dos vuelos de Rusia con dosis del componente 1 de la Sputnik V. Pero en Casa Rosada están acelerando otra negociación que será clave para la provisión de inoculaciones en los próximos meses y confían en que sirvan de colchón para el momento más crudo del invierno: las donaciones anunciadas por Joseph Biden a los países con problemas para enfrentar la pandemia.
En la lucha de poder geopolítica que involucra a Estados Unidos, China y Rusia con respecto a las vacunas, el presidente norteamericano adelantó que su administración donará 80 millones de dosis y que luego no usará este gesto “para pedir favores”.
Este paquete estará conformado por 60 millones de vacunas de Oxford-AstraZeneca y 20 millones de otros laboratorios de Estados Unidos: Pfizer-BioNTech, Moderna y Johnson & Johnson, que requiere una sola dosis. La inyección anglosajona no está autorizada aún por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés). Por eso no se aplica en EEUU -y no se aplicará cuando se apruebe- y todavía no se puede iniciar el operativo de donación.
Como este proceso está por el momento frenado, el Gobierno aprovechó para comenzar a acelerar las negociaciones y tratar de asegurarse recibir un buen cargamento de dosis. Las conversaciones están a cargo del embajador argentino en Estados Unidos, Jorge Argüello, quien, por orden de Alberto Fernández, se reunió el miércoles con Gayle Smith, coordinadora de la política internacional de la Casa Blanca.
Argüello le dijo a Alberto Fernández que, como máximo, las donaciones comenzarán dentro de seis semanas. Las dosis de AstraZeneca están en la última fase de autorización: en Baltimore hay un depósito con 30 millones de vacunas a la espera de ser distribuidas luego de ser aprobadas por la FDA. Por eso, lo que la Argentina busca anticipar es el método que aplicará Biden para enviar las inyecciones.
Por el momento lo que se sabe es que el criterio de distribución será decidido junto al mecanismo Covax de la Organización Mundial de la Salud, que coordina el esfuerzo global para asegurar que se haga de manera equitativa. Pero también está en estudio realizar acuerdos bilaterales, de Estado a Estado. Aquí hay una cuestión legal que se arrastra desde el gobierno de Trump y que Biden deberá sortear.
Cuando comienza la producción de vacunas en Estados Unidos, el ex presidente republicano firmó un contrato con los laboratorios por el cual el gobierno norteamericano se comprometía a no donar ni revender inoculaciones. Ante esto, el atajo jurídico que contempla Biden es realizar las donaciones en calidad de préstamos lo cual significaría que los países beneficiados deberían devolver las vacunas. Pero Estados Unidos es consciente de que este ida y vuelta no sucederá y tampoco está en sus planes reclamarlas.
El otro escollo es cómo definir cuántas dosis le corresponden a cada país. Cuando interviene Covax, tiene sus propios términos proporcionales que fija para que haya un equilibrio. Pero en el caso de los préstamos bilaterales, cada gobierno empujará por recibir una alícuota mayor. Por eso Alberto Fernández considera de máxima prioridad acelerar las negociaciones y le pidió a Argüello que fuera al Departamento de Estado.
Lo que el Gobierno quiere evitar es que se imponga un criterio que sea por cantidad de población porque cree que le llegará un porcentaje menor de vacunas en comparación a otros países. Lo que le pidió Arguello a Gayle Smith es que se tenga en cuenta la proporción de contagios y muertes, índices en los que la Argentina está más complicado.
Con más de 300 mil positivos y más de 70 mil muertes desde que comenzó la pandemia, la Argentina se ubica tercero en el mundo con más casos diarios después de India y Brasil y cuarto en muertes, después de India, Brasil y Estados Unidos.
De acuerdo con la información recopilada por la Unidad de Datos de Infobae -en función de los números provistos por la Universidad de Johns Hopkins- nuestro país se ubica en cuarto puesto de mortalidad por millón de habitantes en América del Sur. En esta escala, en la que se pone el número bruto (cantidad de muertos) en relación con la densidad demográfica del país (millones de habitantes), la lista la encabezan Brasil, que tiene 2.084 fallecidos por millón de habitantes; Perú, 2.070; y Colombia, 1.642. Más abajo se ubican Chile, 1.491; Bolivia, 1.195; Ecuador, 1.162; Paraguay, 1.090; Uruguay, 1.021 y, por último, Venezuela, 84.
Un último punto que tienen que definir las autoridades norteamericanas es cómo será la logística. Sobre esto también habló Arguello con Smith e intentó llevarle un panorama favorable hacia la Argentina: le explicó que el país cuenta con aviones para ir a buscarlas y garantizar la cadena de frío. Estas condiciones no las tienen todas las naciones y por eso Estados Unidos deberá ver cómo resolverlas. La opción más probable es que se ofrezca a llevarlas pero también deberá contemplar los gastos de envío.
Ante la escasez de vacunas, Alberto Fernández debe hacer equilibrio en el mapa internacional y las pujas de poder entre las principales potencias por posicionarse como los máximos proveedores de dosis a nivel mundial. Hasta el momento, su principal socio y el que más abasteció a la Argentina es Vladimir Putin, pero también hubo importantes cargamentos de la China de Xi Jinping. Ahora, irá por la ayuda de Biden pero que llegará como un gesto inédito hasta el momento en la administración de la pandemia: sin costo.
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