En la Argentina seis de cada diez niños son pobres. De ese total, el 15,6% viven en la indigencia. Esos datos ya conocidos y difundidos por el INDEC son más dramáticos aún si se tiene en cuenta que los niños, niñas y adolescentes de 0 a 17 años que tienen a la madre o el padre encarcelados incrementan de manera dramática la situación de vulnerabilidad, como el trabajo infantil, la falta de educación, la mala alimentación y la discriminación, entre otras, motivos que dañan seriamente su futuro.
Al menos hasta el año pasado, en el país vivían unos 217.000 niños, niñas y adolescentes en hogares donde algún miembro de su familia se encontraba encarcelado. Esto representa el 1,3% del total de la población infantil de la Argentina. Esa cifra asciende a 700.000 si se tiene en cuenta a quienes en algún momento pasaron por esa situación.
El revelador estudio expone con crudeza una realidad sobre la que muy poco se habla y se conoce. Fue elaborado por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA junto a la oficina regional para América Latina y el Caribe de Church World Service (CWSLAC).
La investigación marca las diferencias notorias que existen entre los niños niñas y adolescentes que son pobres, pero nunca tuvieron un referente familiar preso, frente a aquellos que lo tuvieron en algún momento y los que los tienen en la actualidad.
Infancia, encarcelamiento y pobreza
“Es mucha la diferencia que hay entre los chicos que tienen algún familiar encarcelado respecto a aquellos que alguna vez lo tuvieron y la comparación con la población que nunca afrontaron ese problema pero viven en condiciones de pobreza”, destaca ante Infobae Ianina Tuñon, la investigadora a cargo del estudio realizado por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia sobre “pobreza y encarcelamiento”.
“Una de las características importantes de estos niños es que tienen muchas más posibilidades de vivir en contexto de pobreza que otros niños pero el degradé que se observa, lo que te agrega el tener a un familiar en situación de privación de su libertad es mucho”, explica.
El trabajo revela que, mientras el 70,1% de los niños, niñas y adolescentes con referentes adultos privados de libertad (NNAPES) son pobres, ese porcentaje baja al 54,2% cuando el familiar encarcelado quedó en libertad y volvió al hogar, y al 49,4% cuando esos chicos nunca tuvieron un referente preso.
La investigación resalta que más allá de que los jóvenes del primer grupo tienen más probabilidades de recibir algún tipo de ayuda por parte de alguna dependencia del Estado dada su situación de vulnerabilidad, esa asistencia no impide que “mayormente vivan en situación de pobreza”.
El 57,6% de estos hogares reciben algún programa social contra el 54% del resto. Por esta razón, el extenso trabajo del destaca que “esto puede ser un indicador de la adecuada focalización de los programas sociales como la Asignación Universal por Hijo (AUH) en los estratos sociales más vulnerables”.
“Más oportunidades y no menos”
- ¿Las condiciones en las que viven estos chicos los predisponen en una mayor proporción a repetir situaciones de los integrantes de sus familias y que ellos mismos terminen privados de su libertad? , le preguntó Infobae a Luciano Cadoni, representante del Programa de Protección de los Derechos de la Niñez del CWS Latin America & the Caribbean.
- No necesariamente. Como tampoco la mayoría de los hijos e hijas de deportistas o jueces son deportistas o jueces. Los hay, pero no quiere decir que la mayoría lo sean. Además, sabemos que detrás de la mayoría de estos niños, niñas y adolescentes hay una o más mujeres. Son madres, abuelas, hermanas, tías que en general cuidan de ellos, los forman y educan con mucho esfuerzo y amor. Como a cualquier persona, el hogar, la familia y los adultos influyen para bien y para mal en nuestra vida, pero no necesariamente nos condenan o determinan. La resiliencia de los niños y niñas de nuestro país, especialmente de sectores populares, es inmensa, admirable y poco reconocida. En cada historia que vemos reconocemos eso.
Durante la entrevista, Cadoni reconoció que “el estudio del Observatorio de la UCA confirma que estos chicos y sus familias necesitan más oportunidades, no menos. Más y mejor educación, condiciones de vida y apoyo. O sea, tiene que haber políticas públicas que atiendan, contemplen, entiendan las características particulares y necesidades que se generan en medio de esta situación”.
“Ya no veía más películas con papá”
El documental “Desinvisibilizar”, dirigido y producido por Marisa Montes, y que contó con el apoyo de Church World Service, pone palabras sobre este problema invisibilizado por la política y buena parte de la sociedad.
“Cuando era chico, cuando tenía 5 o 6 años, escuchamos un helicóptero y encapuchados que bajan con armas del techo. Nosotros no entendíamos. Nos ponen en un cuarto. Yo veía como golpeaban todo, tiraban todo. Era la policía buscando un arma seguramente. Hasta que llegó mi mamá, la señora que estaba con nosotros nos contaba un cuento, mientras pasaba todo”, recuerda Lucas ya con 19 años.
“Mamá no quería que yo me diera cuenta de lo que estaba pasando. Pero uno no es tonto y se da cuenta que papá no está, y papá no viene y ya no veo más películas con papá (…) y de pronto ya no hay plata y me la tengo que aguantar porque los compañeros de escuela me burlan porque estoy con la misma ropa durante meses. Es una situación incómoda, fea, que asusta”, se entristece el joven mientras toca el contrabajo que aprendió a ejecutar en el proyecto barrial de orquesta.
“En casa el que laburaba era mi papá y mi mamá nos cuidaba a nosotros. Cuando se va él (lo llevaron detenido) nosotros nos quedamos en la nada (…) Cuando en la escuela te preguntaban de que trabaja tu papá yo me guardaba esas cosas y más cuando me decían que robar está mal y ser preso es de lo peor. Cuando sos tan chico ves las cosas por separado, cuando creces y ves todo junto te genera un gran desorden (…) Te hace madurar de golpe, como a mi hermano, que un poquito se puso en el rol de papá”.
La historia de Lucas, los padecimientos de Lucas, se repiten en buena parte de los fríos números del trabajo que realizó la UCA y que pone blanco sobre negro a una realidad que está ahí pero que no se quiere ver.
Esos chicos son víctimas de una circunstancia que ellos no buscaron y sobre la cual no encuentran una salida porque, como sostiene el protagonista de la historia, “no hay nadie que te escuche, que te dé una mano, no hay con quien hablar”.
Y lo que es peor aún, a Lucas le quedó marcado a fuego como juzgaron a su familia vecinos y allegados: “Cuando yo era chico la gente decía ¿Qué va a salir de la familia de este? Mirá como es el padre, mirá como viven. Esos chicos van a ser igual a él”.
Encarcelamiento y déficit educacional
Para la investigadora Tuñon, y en sintonía con lo que explica Lucas en el documental dirigido por Montes, uno de los mayores inconvenientes que sufren los chicos con algún familiar preso es el déficit educativo.
“En todos los grupos de edad se observa que el niño que tiene un padre o un familiar encarcelado tiene una situación de escolarización mucho más deficitaria que los chicos que alguna vez estuvieron en esa situación. Y mucho más que los chicos que viven en condiciones de pobreza pero sin un familiar privado de su libertad”, destaca Tuñon.
“A igualdad de condiciones de pobreza, se observa que tener un familiar encarcelado agrega muchas desventajas. Su situación de deteriora va mucho allá que la de los chicos en igualdad de situación de pobreza”, abunda la investigadora.
En este grupo de jóvenes, el déficit educativo entre los 13 y 17 años, es decir en nivel secundario, llega al 55%. Cuando esta situación desaparece, el porcentaje desciende al 42%, y al 40% entre los jóvenes pobres, pero sin un familiar que estuvo o está detenido. Entre los jóvenes “no pobres” los problemas en la educación media es del 26,6%.
Cuando se estudia la franja de chicos en la misma situación, pero entre los 5 y los 12 años, es decir en condiciones de afrontar la escuela primaria, el déficit en la educación se reduce al 14,8%; al 8,7% y 8% entre los niños pobres. Entre los chicos “no pobres” la escolarización compromete al 4,5%.
“En estos casos, uno puede inferir que los niños con un familiar detenido, son discriminados en el espacio escolar y eso también produce una mayor desventaja respecto a otros niños, que pueden ser igualmente pobres pero que no tienen esta condición que sin duda los ubica en un lugar distinto, difícil en el espacio escolar que es tan importante para la vida de los chicos”, dice Ianina Tuñon y sus frases remiten directamente a las de Lucas cuando relató cómo lo “burlaban” en la escuela porque durante semanas llevaba puesto el mismo pantalón y remera.
Encarcelamiento y trabajo infantil
El trabajo del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA -titulado “Las múltiples vulnerabilidades que afectan especialmente a los niños, niñas y adolescentes con su padre, madre o algún referente encarcelado”- destaca que las desigualdades que más sobresalen cuando se comparan a estos chicos con los que anteriormente pasaron por esa situación, o los que no la atravesaron es -además de la pobreza y la deficiente escolarización- el trabajo infantil. Y sobre todo en los varones.
El trabajo infantil afecta al 21% de los varones y al 14,3% de las mujeres entre la población de 5 a 17 años pobres y con un familiar preso. En cambio, entre el mismo grupo pero que ya no transitan por esa situación, el abuso laboral impacta en el 15,3% de los niños y el 11,7% de las niñas. Los que viven solo en la pobreza, pero sin esa situación adicional, involucra al 13,0% y al 9% respectivamente.
Lucas, el protagonista del documental Desinvisibilizar comenzó a salir del agobio de la situación que le tocó vivir después del allanamiento policial a su casa, apoyado por la orquesta de música del barrio. Inclusive logró superar, justo el día de su cumpleaños 19, que un grupo de policías, por su aspecto lo tiraran al piso, le pusieran las botas en el cuello y lo palparan de armas. Un hecho con el que aún sueña. Es más, teme con la posibilidad de repetir la historia de su padre.
Su ejemplo es inspirador para otros jóvenes en su misma situación pero en general ¿ven comprometido su futuro?
Luciano Cadoni lo responde así: “Su futuro lo compromete, primero, las heridas emocionales con las que crecen desde chicos, siendo ‘el hijo de’ o ‘la hija de’. Muchos crecen sufriendo discriminación, siendo estigmatizados y sintiendo mucha vergüenza en la misma familia, la iglesia, la escuela o el barrio. Un ejemplo claro sobre cómo esta situación puede además comprometer su futuro y que, es de hecho un tema que nos preocupa mucho, es el de las trayectorias educativas. Como muestra este informe, y el que presentamos en 2019, parecería que a los niños, niñas y adolescentes que viven en estos hogares les va ‘peor en la escuela’. Esto o el hecho de que directamente dejen la escuela secundaria, por ejemplo, definitivamente puede comprometer su futuro y es en sí, un factor de riesgo”.
El investigador también aclara que: “En términos generales, sin generalizar, sienten mucho dolor y miedo por lo que pueda pasar. Muchas veces, por querer protegerlos, se les ocultan cosas y eso genera además incertidumbre y ansiedad”.
Lucas, el joven que probablemente represente con su testimonio a los miles de discriminados como él, sobre el final del documental mirara a cámara, y con el contrabajo a su lado reflexiona: “Cuando yo era chico juzgaban sin saber a mi familia, decían que ‘de tal palo tal astilla’, ‘mira como es el padre’, ‘ellos van a ser igual’, así me prejuzgaban. Ahora, a esos, yo los invito a que me vengan a visitar, a escuchar mi música. Después de años entendí que eso que decían era parte de su ignorancia”.
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