Para los jóvenes, la pandemia fue un duro obstáculo que impidió a miles mantener la estabilidad laboral o insertarse en el mercado de trabajo. Desde el año pasado, se multiplicó como salida laboral el cuentapropismo, entre ellas una de sus caras más visibles, como el ejército de repartidores de las aplicaciones de plataformas, mientras que otros directamente dejaron de buscar empleo. Y de los que intentaron conseguir un trabajo, creció sensiblemente el porcentaje de los que fracasaron en el intento.
Según un documento de trabajo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), titulado “La situación educativo-laboral de las juventudes: América Latina y Argentina”, observa que hubo una fuerte reducción de las tasas de actividad, lo que se conoce en la jerga como “efecto desaliento” a la hora de buscar empleo, y un aumento de la desocupación de los jóvenes en todas sus franjas etarias, en conjunto con un ascenso del empleo precario. Es un agravamiento de sus condiciones de vida que ya partían de un contexto de vulnerabilidad, ya que desde mediados de 2015 en adelante, la población joven es golpeada por la recesión económica en toda la región.
“Los efectos de la pandemia en términos sociales y económicos marcan una agudización de las tendencias diferenciadas entre los diversos tramos etarios y géneros, reproduciendo así estereotipos de género y consolidando la estratificación social”, es una de las conclusiones del estudio.
El informe, elaborado por los investigadores en ciencias sociales Ana Miranda, Miguel Alfredo y Julio Zelarrayán, precisa la distribución del impacto de la pandemia de coronavirus, con cifras que reflejan lo ocurrido el tercer trimestre de 2020 de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) pero que se mantienen estables desde entonces, sin grandes variaciones.
De los 15 a 18 años: interrupción educativa y boom del cuentapropismo
“La pandemia COVID 19 afectó a las juventudes de diferentes maneras. Entre quienes están en el grupo entre 15 y 18 años de edad, el cierre de las escuelas generó una pérdida de sociabilidad, con un impacto fuerte en la construcción de su autonomía”, indicó Infobae Ana Miranda, doctora en Ciencias Sociales y coordinadora de la unidad de Sociedad y Vida Contemporánea de FLACSO.
Esta etapa de la vida tiene una particular importancia. Se trata de un período de transición al mundo laboral, donde se prevé una mayor permanencia en el sistema educativo. Aun así, hay adolescentes que trabajan o que están “activos”, y por eso las cifras reflejan que la tasa de actividad entre 2019 y 2020 cae del 11,5 al 9,3. La tasa de empleo cae 3 puntos, mientras que la desocupación registra un alza de 8 puntos y la precariedad, 6 puntos.
Entre las mujeres de esa edad, el desempleo fue sensiblemente mayor. Y si bien los niveles de actividad cayeron para este género, aquellas que buscaron empleo vieron deteriorarse sus posibilidades de ingreso o permanencia. Las condiciones de precariedad también subieron, del 88% al 100 por ciento.
El dato más llamativo de este grupo de mujeres es el fuerte incremento que registró la categoría “cuentapropista no profesional”, es decir, todas aquellos trabajos asociados al auto empleo, ventas o los servicios de la economía de plataformas, como las apps de delivery. Este sector, dentro de las mujeres de 15 a 18 años, subió del 21,6 en 2019 al 47,4 por ciento en 2020, algo que está directamente asociado a la pandemia de COVID-19. En el punto más bajo de toda la serie, como 2011, esa participación estaba en el 5,4 por ciento. En tanto, la variación entre 2019 y 2020 entre los hombres se ubicó del 20 al 44,8 por ciento.
El contrapunto es que, en lo que refiere a la asistencia educativa del grupo de 15 a 18 años, se da una situación paradojal: se detectó un aumento de los adolescentes que se quedaron en el sistema escolar, donde en las mujeres fue algo superior. Ese registro significa un valor cuantitativo, aunque no aborda la calidad de los aprendizajes en relación a la controversia sobre “presencialidad” o “virtualidad”.
Sin embargo, más allá de ese matiz, la socióloga recuerda el estudio de UNICEF que advierte “el incremento de problemáticas de salud mental relacionadas con el aislamiento social en este grupo de edad”, como “al incremento de tareas laborales y de cuidado y las desigualdades en relación a la continuidad educativa por la brecha digital”.
De los 19 a los 24: salto en la desocupación y se triplica entre las mujeres
“Entre el grupo de 19 a 24 años, los principales problemas están asociados a la desocupación y la inactividad entre las mujeres. La continuidad educativa a través de medios virtuales fue una actividad sostenida entre quienes contaron con los medios para poder realizarlo. Hay algunas universidades que han señalado un incremento de las matrículas de los primeros años, algo que habría que chequear, así como también problemas de documentación que dificultaron el proceso de inscripciones”, señaló Ana Miranda acerca de la evolución de este grupo.
El segmento juvenil de 19 a 24 años, al tratarse de un momento de ingreso al mercado laboral, desde hace tiempo que representa altos niveles de desocupación. Mientras que en el tercer trimestre de 2020 la tasa de desocupación general era del 11,7 por ciento, en el caso de esta franja la duplicó con creces y alcanzó el 27,6 por ciento. En comparación con 2019, aumentó tres puntos más.
El dato más relevante de la serie es que esta población tuvo una caída en la tasa de actividad más acentuada, al pasar del 56,9 en 2019 al 47,4 en 2020, lo que implicó una contracción de más de 9 por ciento.
En las mujeres, la problemática es mucho más dura en esta franja. El pasaje de la caída de la tasa de actividad fue del 46,7 al 39,9 por ciento. Se trata de una situación de fuerte retirada del mercado de trabajo. La desocupación, en tanto, tuvo un incremento del 26,7 al 31,8 por ciento. Es decir, son cuatro puntos más en relación a los varones y casi el triple del desempleo a nivel general.
Esta dinámica refleja que “no solo menos mujeres de esta franja etaria se encuentran dentro de la plena actividad económica, sino que la mitad de aquellas buscaron empleo vivamente no lo han encontrado”, señala el informe de Flacso, lo que expone como la situación de género ya empieza a influir en las condiciones para el ingreso al mercado de trabajo.
De igual manera que en el caso de las mujeres jóvenes, en el tramo medio hay un alza del cuentapropismo y una reducción de participación en los servicios domésticos, pero aparece de una forma más subrayada.
La reducción de la actividad laboral masculina se presenta con una fuerza más avasallante en relación a las mujeres, ya que en el tramo 19-24 resulta de una baja de 12,5 por ciento. En la cantidad de empleados, la merma es de 10 puntos,, lo cual se contrapone al aumento de 2,5 pp. en la tasa de desocupación.
“Uno de los procesos en donde hay gran dificultad, entre los mayores de 20 años, es aquel relacionado con la emancipación de la vivienda familiar. La pérdida de ingresos y la escasez de ofertas laborales han significado que muchas personas jóvenes, que vivían solas o en pareja, tuvieran que regresar a la casa familiar de origen”, planteó Ana Miranda.
Una de las trabas, desde la mirada de la investigadora, es que los sectores que concentran el empleo joven fueron los más afectados por la crisis sanitaria en 2020, entre ellos el comercio, la gastronomía y la industria del entretenimiento.
De los 25 a los 29: mayor inactividad y estabilización del deterioro laboral
En esta franja etarea, ya los niveles de desocupación y de precariedad apenas registran mínimas variaciones entre 2019 y 2020. Considerada como una etapa más estable del ciclo de vida, en la que se suelen conseguir mejores oportunidades laborales, el impacto de la pandemia fue menor en lo que refiere a la obtención de un trabajo.
Sin embargo, la dinámica aún se observa en la caída marcada de la tasa de actividad, que es apenas menor a la del grupo de entre 19 a 24 años, al bajar del 77,8 al 68,8 por ciento. La desocupación se ubica en el 13,6%, es decir, dos puntos más que el promedio de desempleo general de toda la economía.
En el caso de las mujeres de 25 a 29, el retroceso se observa en la reducción de los niveles de participación y empleo, al punto que de la cantidad de mujeres activas cae alrededor del 9 por ciento. En este caso ya no puede explicarse en la decisión de dejar la actividad laboral para refugiarse en la educativa, como podría ocurrir en otras edades. Lo que ocurre aquí es que hay una retirada del ámbito laboral, al puno de que disminuye incluso la tasa de desocupación.
Para el caso de las jóvenes ocupadas, entre 2019 y 2020, la merma se observa en el sector formal (-5%) y en microempresas (-3,6%), siendo que el aumento del cuentapropismo (+8,5) muestra como el periodo de pandemia fue “el nicho desde donde las jóvenes se han podido incorporar al mercado laboral”, apunta el informe de Flacso.
En el caso de los varones de este segmento, los cambios en lo laboral se observó también en el retiro de jóvenes de la población activa, lo que se observa como un fenómeno que se dio con puntual fuerza para los tramos etarios más longevos y que se materializan de manera matizada para cada género. En lo que refiere a la población ocupada, hay una reducción más importante de los empleados formales (-7,5%) y crecimiento del cuentapropismo (+7,7%).
Lo cierto es que los que la peor pasaron son los segmentos de bajos ingresos. En esta población socioeconómica, se manifestó una significativa reducción en la tasa de actividad (72,8%) y un aumento de su nivel de desempleo (19,2%), en cuyo caso los niveles de inserción en los sectores de actividad acompañan esta tendencia, con una reducción generalizada de la participación en el sector formal y un aumento focalizado en el cuentapropismo.
Por otro lado, las jóvenes de los sectores de bajos ingresos se han visto perjudicadas con menor nivel de participación en el ámbito escolar. Según el trabajo académico, esto es algo que se replica en sus tasas de actividad y empleo, sumado a un nivel de desocupación mayor. En contraposición, las jóvenes de sectores medios y altos se han visto integrar al ámbito educativo con mayor fuerza y en sectores de empleos de calidad del empleo.
Un futuro desalentador
El Gobierno implementa distinto tipos de programas para mejorar las posibilidades de empleo y de continuidad pedagógica entre las juventudes. Las más relevantes, en relación a la formación laboral, son el programa “Jóvenes con más y mejor trabajo”, que está bajo la órbita del Ministerio de Trabajo, y el Progresar, que depende del Ministerio de Educación y recientemente tuvo una actualización.
Pero frente a la magnitud del deterioro requiere de otro tipo de instrumentos. Permanecen las brechas de acceso a empleos de calidad, mientras se acelera la digitalización, agravando la segmentación de oportunidades. En los gobiernos anteriores, se multiplicó un campo académico en el que se documentaron errores y aciertos en materia laboral y educativa, aunque “los desafíos de institucionalización, y de promoción de instancias participativas se topan hoy con una de las peores crisis que ha afrontado nuestro país”, apuntó Ana Miranda.
De esta manera, aunque hubo políticas de continuidad educativa y de acompañamiento laboral en la juventud durante los últimos años, finalmente resultaron ser insuficientes para dar respuestas a las demandas que la pandemia impone.
“La escasa creación de empleo tensiona la realidad permanentemente. En la reconstrucción de la post pandemia, este sector merecerá una atención especial en dirección a nuevos pactos generacionales, que garanticen las trayectorias de las juventudes en la construcción de su autonomía, en un contexto de nuevas interdependencias”, concluyó la investigadora del Conicet.
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