Pablo Rossi: “Alberto Fernández cree que si rompe con Cristina se va todo al demonio”

En un diálogo a solas con Infobae, el periodista recordó sus inicios en los medios de comunicación y reflexionó sobre cómo ejercer hoy su profesión en un momento político a pura grieta, exceso de redes sociales y de infoxicación. Duro con el Gobierno, aseguró que la única “funcionaria que funciona” es la Vicepresidenta y su “proyecto de impunidad”

Entrevista a Pablo Rossi

Pablo Rossi es periodista y asegura sentirse orgulloso de la carrera profesional que supo edificar paso a paso, con mucho esfuerzo y dedicación. Nacido en Córdoba, tras algunas experiencias en gráfica, radio y televisión decidió instalarse de manera definitiva en Buenos Aires en marzo de 2000.

En una entrevista íntima, Rossi recibió a Infobae a las 15.30 en La Corte, donde se encuentra el estudio de La Nación +, desde donde conduce todas las tardes #Hora 17.

Fiel a su estilo frontal, aseguró que nunca tuvo fe en Alberto Fernández ni en su gestión, y lo calificó como un títere de Cristina. Sin embargo, a diferencia del gobierno de Néstor Kirchner, reconoció que no se siente amenazado y trabaja con total libertad.

—¿En qué momento de su vida se encuentra?

—En la etapa de una madurez administrada. Donde intento calibrar bien lo que he hecho y que los nuevos desafíos se acomoden a esa carrera que ya tiene su extensión, y estoy muy orgulloso de ella. Mi vida ha sido mi carrera profesional, paso a paso de Córdoba a aquí. Y previo a Córdoba algunos satélites como Catamarca y Río Cuarto.

—¿Qué es lo que más le cuesta administrar en madurez?

—Me cuesta administrar el momento. El momento político ensamblado con el momento de los medios de comunicación. Con el desafío que estos representan. Primero, donde los periodistas, los medios, estamos bajo acecho de las redes sociales, de nuestra propia debilidad frente a la híper información o, mejor dicho, la infoxicación. Nuestro rol es administrar cuál es el rol que nos toca. Las redes, el instagrameo. Yo tengo hijos de todas las edades, desde 21 hasta 9, así que vivo todas las etapas y en qué andan sus mundos. Yo veo que la política, los medios, nosotros, el espacio público, la farándula, se ha infantilizado. Antes había banalidad, ahora hay banalidad más infantilismo. Y en muchos casos esa sociedad infantilizada, donde ya cierta sofisticación, hasta el uso del lenguaje, si es un poquito complejo parece barroco, antiguo, inservible, es todo un desafío. Yo a veces me sublevo a eso y por ello quiero saber, siempre, si uno puede ser uno mismo en este mar torrentoso, que son los medios, las redes, esta horizontalidad turbulenta en la que vivimos.

Pablo Rossi en los estudios de La Corte, minutos antes de comenzar su programa "Hora 17" en La Nación +.

Hoy creo que todo es tan voluble, tan líquido, diría Zygmunt Bauman, para todos, que trato de calibrar bien cuánto dura lo que hago para no creérmela, ni creer que este juego que uno plantea, a veces desde los roles, del comunicador, del periodista, del analista, se sobredimensione.

—Cuando esta frente a un micrófono, ¿qué característica suya prevalece más?

—Siempre yo. Siempre la autenticidad. A mí me puede la gestualidad, sobre todo de la televisión. La radio tiene ese enigma que no se ve el rostro, pero cuando estoy en la tele estoy desnudo. Mi gestualidad lo dice todo. El que está del otro lado sabe si vacilo, si dudo, y por eso trato de ser lo más fiel a mí mismo y a esa concordancia con lo que dije… A ver, uno corrige el plano todo el tiempo. Pude haber exagerado acá, equivocado allá. Ahora, las cosas centrales que pensaba hace 20 años, mis convicciones, algunas ideas de cómo funciona el mundo o dónde está el mundo donde yo quiero desarrollarme, esas las sigo teniendo claras. Y quiero ser siempre fiel a eso.

—¿Qué cosas lo sacan de eje?

—Yo hice yoga, así que he aprendido, trato de volver siempre al equilibrio. Temporalmente soy fácil de salirme, muchas veces en esta naturalidad que tengo y así lo ejerzo, se me sale la cadena fácil. Me subleva la estupidez. Me subleva la ignorancia proactiva, sea de la política o sea de cualquier otra cosa. La ignorancia proactiva para mí es no tener el mínimo grado de introspección para darse cuenta de que lo que uno dice es una boludez y militarla; o una tontería mayúscula y encima defenderla. La política está llena de eso todo el tiempo. El discurso político se ha tornado de una liviandad pasmosa.

—¿Cuáles fueron los momentos bisagra en su carrera?

—Como fue un paso a paso, tuve muchos. Yo empecé en el periodismo gráfico en el viejo proyecto de Página 12 Córdoba, cuando había como director un tal Jorge Lanata. Empecé en ese proyecto que duró muy poco y se estrelló. Pero para mí era La Razón de Timerman, era el diario El País, era todo. Y de ahí nací con la escritura y mi amor por el periodismo. Empecé abogacía, hice dos años y medio, casi tres, y de ahí me cambié a la carrera de periodismo.

Pablo Rossi en Página 12 Córdoba con Chacho Alvarez 1993

—¿Por qué pasó de querer ser abogado a periodista?

—Porque me di cuenta de que un micrófono y hablarle a una cámara era lo que había hecho en la escuela, en la Universidad, hablar en un acto, era lo que me gustaba. También decía que quería ser presidente, porque en la secundaria era presidente del centro de estudiantes y abanderado, una mezcla de nerd con activista político. Entonces, bueno, un amigo mío de la infancia, un hermano, me dijo: “Dejate de joder, lo tuyo es qué, ¿la política? No, a vos no te gusta la política, a vos lo que te gusta de la política es la comunicación”. Y fue la manzana que se le cayó en la cabeza a Newton. Después de que cerró Página 12 me fui a trabajar a Catamarca. Ahí trabajé en el diario El Ancasti, en pleno juicio por María Soledad Morales, que fue un momento también muy bisagra para el nacimiento de las cadenas de televisión. Cuando pasó el huracán María Soledad, me ofrecieron la jefatura de redacción. Estuve poco tiempo allí viviendo, en la pieza de un hotel un año y medio, fue una experiencia personal y profesional muy edificante. De Catamarca volví a Córdoba. Me ofrecieron la radio. Volví a LV3 antes de que fuera Cadena 3 y ahí me instalé.

Pablo Rossi con De la Sota en su despacho de Director del Diario Puntal de Rio Cuarto 1999

Ya en el año 2000 me vine a Buenos Aires de la mano de esa cadena, para ser gerente de noticias. Luego, conduje programas de radio. Tuve mis primeros programas de cable ahí, perdido. Hasta que un día, apareció una invitación para ir al programa de Mariano Grondona un domingo, porque se había quedado sin Luis Novaresio y bueno, estaba buscando otro compañero, otro partenaire. Y eso fue para mí muy importante, porque sentí que estaba aterrizando en Buenos Aires, en el lugar donde atiende Dios.

Pablo Rossi con Mariano Grondona en Hora Clave

—¿Cómo pasó de los programas de cable perdidos y de Cadena 3 a formar parte hoy de radio Mitre y de La Nación +?

—Ya llevaba 17 años aquí en Buenos Aires y 17 años con Cadena 3. Los proyectos en ese momento de crecimiento eran otros, las vicisitudes, la Ley de Medios, la Argentina, hicieron que las cosas no salieran como en ese momento se proyectaban y dije: “Listo, estoy acá, tengo tres hijos porteños, mi vida está en Buenos Aires”. Y pasé a Radio Mitre. Guido Valeri me convocó en nombre de Jorge Porta, pero Guido fue el que me dijo: “Yo a vos te escucho en la radio, lo que hacés en tele con Grondona no, pero te escucho en la radio”, un gran oyente Guido. Y yo le contesté: “¿Qué lugar me vas a dar?”; “Siempre hay un lugar”, me dijo.

Pablo Rossi en radio Mitre. Programa: Volviendo a casa

Y el año pasado me convocó Juan Cruz Ávila para sumarme a La Nación + con un proyecto maravilloso. Y acá estoy, jugando en otra selección.

Entrevista a Pablo Rossi

—Contó que le gusta la comunicación política. ¿Cómo ve a la comunicación del gobierno actual?

—¿Tienen comunicación? Mal, mal. La veo improvisada. La veo errática. En manos del Presidente. Como no hay organización en el gobierno, en términos de todo lo que estamos viendo, no hay coordinación entre las tribus que componen al gobierno, mal puede haber una comunicación organizada. No está claro quién manda. Con lo cual mal se puede comunicar cuando eso no está claro. Y lo poco que se comunica, se comunica mal.

La comunicación del Gobierno esta en manos del Presidente

—¿Para usted quién manda?

—Cristina. Manda Cristina. Es el proyecto de ella. Es su arquitectura. Cuando me preguntaste por Alberto Fernández no puedo hablar de decepción, porque nunca estuve ilusionado con él, la verdad. No obstante, concitó cierta expectativa en una parte de lo que llaman el círculo rojo del establishment, pero Alberto está mostrando una faceta más, de su larga historia camaleónica, de un lobista profesional. Eso es para mí, lamentablemente, Alberto Fernández. Y digo lamentablemente porque hoy tiene la investidura presidencial que le exige otras cosas, que no está dispuesto, no quiere, no sabe o no puede ejercer.

—¿Alberto Fernández no sabe, no puede o no quiere ejercer?

—Una mezcla de todo. Creo que no puede porque él considera que si rompe con Cristina tiene el síndrome de la Alianza, el síndrome Chacho Álvarez-De la Rúa y se va todo al demonio. No quiere porque tiene un síndrome de Estocolmo con Cristina Fernández de Kirchner. Y tampoco sabe, porque no tiene claras las ideas económicas, lo que hay que hacer en la Argentina. Este fin de semana leía que lo puede más su odio a Macri que cualquier otra cosa. Y algo de eso debe ser, porque no entiendo algunas cuestiones de su gobierno .

Alberto Fernández tiene un síndrome de Estocolmo con Cristina Kirchner

—¿Conoce al Presidente?

—Le he hecho entrevistas radiales. Cara a cara creo que no he estado nunca. Hemos hablado en off, he hablado con él cuando era jefe de campaña de Sergio Massa. Cuando gobernaba Néstor Kirchner, en aquellos primeros años, era casi con el único funcionario que tenía diálogo yo, porque fui crítico del gobierno de Néstor Kirchner cuando te diría que un 80%, incluido el periodismo, lo consideraba rubio de ojos celestes. Sí, sí, están los archivos. Por eso digo que no exagero nada.

(Gastón Taylor)

—En la actualidad, ¿chatea con él?

—Me contestó en campaña un par de veces. Una vez chateé y una vez hablé por teléfono. Y de la única vez que me acuerdo, cuando recupero el mensaje de Alberto, me doy cuenta de muchas de las cosas que hizo después y las que hace. Esto de tener ese prejuicio sobre el periodismo, de pensar que uno dice, hace o piensa de acuerdo con lo que el medio nos imponga con la línea editorial o que me mandan decir. Pese a que frecuenta a todos los periodistas, y a los más grandes, y a los editorialistas, creo que él desconfía de todos y a todos les adjudica una proyección de títeres de sus medios, porque de alguna manera dicen lo que el dueño del medio quieren que digan. Mirá qué paradoja. La idea del títere. Ves cómo te ves. Muchas veces en psicología eso se llama proyección.

—¿Alberto Fernández es títere de Cristina?

—Totalmente. Le dije en una editorial: “Títere para la Victoria”. Sí, creo que esa es su condición de hoy, que Cristina necesita títeres. Por eso se va Losardo y entra Soria. Por eso quiere que se vaya Guzmán y entre Paula Español o Augusto Costa. Necesitan alfiles obedientes. Cristina necesitaba, ¿te acordás de Lorenzino? Cristina tuvo ministros de Economía que ya ni nos acordamos el apellido. Y apareció Axel, que parece que tiene esa condición napoleónica, pero en realidad tiene una sumisión al pensamiento, a la estructura de pensamiento de Cristina que lo hace un obediente eficaz. Cristina se rodea de esa gente.

Cristina necesita títeres

—De estos meses de Gobierno, ¿me puede decir algo positivo de la gestión?

—Objetivamente creo que fue la convocatoria, al comienzo de la pandemia, a un diálogo que se parecía, obligado por esas condiciones, pero no importa, a veces los momentos cruciales de un país o de una sociedad aparecen por accidente. A lo mejor el accidente de la pandemia podía lograr que la arquitectura política de este país encontrara un rumbo y que el Presidente, que es quien debe convocar y convencer, fuera esa pieza fundamental. Bueno, no lo fue, fue todo un cartón pintado.

—Mencionó a Macri, ¿qué opina de que el expresidente se haya vacunado en Miami, y qué opinade la vacunación VIP?

De Macri me parece fantástico que se haya vacunado donde sea. No me parece fantástico que haya dicho que se iba a vacunar después de que se vacunara el último trabajador esencial en la Argentina. Si dijiste eso sos preso de tus palabras y ahí de vuelta la coherencia que uno exige, es imprescindible para todos, y creo que ahí se equivocó. No en haberse vacunado, si no en haber dicho algo inadecuado, que después se borra con el codo.

Pablo Rossi en entrevista con Infobae (Gastón Taylor)

Y bueno, la vacunación VIP es una afrenta. Es la pornografía de una élite que ha perdido ya hasta el disimulo. Ha perdido el disimulo del privilegio. Y eso incluye a un tipo como Horacio Verbitsky y de ahí hasta el último jovencito de La Cámpora. Y fijate que no cargo sobre él, sino sobre los adultos que le corrompieron los valores totalmente. Confundir la vacuna con un carnet de afiliación, militar la vacuna. En Estados Unidos hoy te dan una cerveza para que te vacunes, te dan un incentivo. Acá se lo tenés que agradecer. Un cartel de Mario Ishii en José C. Paz. Esa es la decadencia cultural y ciudadana que vivimos. Me parece un horror, un horror.

—¿Usted se vacunó?

—Yo no me vacuné. Me he anotado como todos. A mi madre sí logré que la vacunaran con la Sputnik. Ella vive aquí en Buenos Aires, yo soy único hijo. Me alegré, la vacunaron, todo fantástico. Espero que la Sputnik sirva. Sobre todo, que le den la segunda dosis.

—¿Se siente más observado por ser un periodista crítico del gobierno actual?

—No, sería injusto si dijera que no obro con absoluta libertad. Ojalá entre todas las equivocaciones que está cometiendo Alberto Fernández no termine por intentar cercenar la libertad de expresión. Creo que el Alberto Fernández presidente hoy, hasta ahora, es menos gravoso con los periodistas y los medios que el que era jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, ese sí. No porque me lo haya hecho a mí, pero hay historias de colegas y de medios de comunicación que fueron presionados porque decían cosas que al gobierno de Néstor Kirchner no le gustaban y a Alberto en persona tampoco. Luego Alberto fue, en un reportaje histórico que le hacía Marcelo Longobardi en C5N, levantado del aire. Fijate vos las paradojas. Así que no, yo actúo con libertad. Tuve un gran maestro que me dijo: “A la libertad hay que usarla”. Empezás a fallarle a la profesión cuando te autocensurás. Entonces a la libertad cuando es plena hay que usarla plenamente. Yo siempre digo que la libertad no es refugio, es intemperie. ¿Vos querés ser libre? Bancate la intemperie. El que empieza a entregar su libertad sabe que empieza a buscar un refugio. El refugio tiene sus costos, no hay almuerzo gratis.

—¿Qué fue lo que más se tuvo que bancar?

—Bueno, hubo momentos del gobierno del kirchnerismo que, digamos, como a gran parte de los periodistas del país que trabajábamos con Mariano Grondona… A él lo asediaban. Fueron los tiempos de 6,7,8. Pero los epítetos que ya a esta altura nos parecen hasta una anécdota: gorila, facho. Aparecías en las pintadas de ese macartismo ilustrado que hacían en la Televisión Pública. Sí, tuve algunos otros episodios un tanto más complejos, que no pasaron a mayores, como algunos mensajes al celular.

—¿Denunció esas llamadas?

—No, nunca… Tuve, por suerte, el acompañamiento del medio.

—¿Qué aprendió de la pandemia?

—Parecerá tal vez trivial o un lugar común, pero fue el sentido del tiempo. La temporalidad de todo. La temporalidad de la vida misma, de los afectos. La gravitación de lo importante, qué es lo importante. Y perspectivas. La pandemia nos enseñó perspectivas. Nos enseñó a medir todo. Me parece que sin darnos cuenta estamos midiendo de manera diferente todo. Desde nuestra relación con los trabajos, la presencialidad o la virtualidad. La reinserción y el cambio de hábitos en las familias, si tuviste que laburar desde tu casa… hasta las perspectivas globales. Entendimos la globalidad, lo que es la globalización, lo hemos vivido de una manera única. Esas son las cosas que me está enseñando la pandemia. Y todo eso desemboca en algo: mucha humildad. Nos hace falta mucha humildad para darnos cuenta realmente quiénes somos a partir de nuestra vulnerabilidad.

Ping pong con Pablo Rossi -

Ping pong político

—Del Gobierno actual, ¿cuál es el funcionario que funciona?

—Cristina y su proyecto de impunidad.

—El papa Francisco.

—Una decepción.

—¿Por qué?

—Porque pensé que podía hacer mucho más de lo que predicaba aquí y creo que políticamente siguió influyendo sobre la Argentina, pero sin un rumbo determinado, sin un objetivo. Creo que con los reflejos de la vieja militancia. Y a nivel internacional, salvo su visita reciente a Medio Oriente, que me pareció fantástica, creo que no ha podido gravitar como líder internacional, como lo fue, por ejemplo, Juan Pablo II.

—Alberto Fernández.

—Peor de lo que pensaba.

—Cristina Fernández de Kirchner.

—Nunca creí en ella.

—Máximo Kirchner.

—Para mí nunca tuvo relevancia.

—Horacio Rodríguez Larreta.

—Una posible proyección de moderación política eficaz, a nivel nacional.

—Axel Kicillof.

—Un vehemente sin sustento.

—Carla Vizzotti.

—Una profesional inoperante.

—Mauricio Macri.

—Una expectativa fallida.

—Patricia Bullrich.

—Una política pícara que advierte el signo de los tiempos.

—María Eugenia Vidal.

—Un enigma hasta para ella misma.

—Santiago Cafiero.

—Un personaje menor.

—Martín Soria.

—Un eslabón menor.

—Juan Grabois.

—Un líder inteligente, pero ganado por el fanatismo.

—Sergio Massa.

—Sergio Massa es un político capaz que ha tropezado con su brújula, todo el tiempo, y con cierto oportunismo que le ha jugado en contra. Podría haber sido un buen aliado de Macri. Podría haber sido un aliado en disenso. No se lo permitieron. No se pudo. No obstante, conversaban con María Eugenia Vidal, con Horacio Rodríguez Larreta. Había ahí un trasfondo. Bueno, creo que tomó las decisiones equivocadas y la sociedad se lo factura. Sí tiene posibilidad de reinventarse, este país da para cualquier cosa, así que nunca digo que nadie ha perdido sus chances.

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