(Enviado especial) Como estaba previsto, se realizó el encuentro entre Alberto Fernández y Kristalina Georgieva para negociar la deuda y debatir la agenda global post COVID-19. Duró una hora y cuarenta minutos y apuntó -entre otros temas- a refinanciar los vencimientos de capital y analizar la construcción de un nuevo sistema internacional .
“Fue gratificante conocer al Presidente finalmente en persona; fue una reunión muy constructiva”, dijo Georgieva al salir. A su vez, detalló: “Discutimos cómo podemos seguir trabajando de manera constructiva para comprometernos en avanzar hacia un programa”.
En la misma línea fue el discurso de Alberto Fernández: “Fue una reunión muy productiva, en la que se habló con mucha franqueza. Ambos expresamos nuestras voluntades de resolver la deuda argentina, pero hay que encontrar un camino de solución que no signifique postergar al pueblo argentino que la está pasando todavía muy mal. La vocación es encontrar un acuerdo lo más rápido posible, pero en los términos que hablo”.
En diálogo con Infobae, Fernández apuntó: “Ella es muy consciente de la situación que vive el mundo y América Latina y la situación de la Argentina en América Latina. Ahora, esto es una negociación, todo finalmente queda reducido a eso”.
“Yo insistí en mis planteos que tienen que ver con la reducción de las sobretasas, extender los plazos, y entender que hay que comprender la singularidad del mundo, y que no podemos pensar en un acuerdo que exija mayores esfuerzos al pueblo argentino”, completó.
Todo comenzó a primera hora de la mañana. “Buen día, contenta de estar acá”. Así ingresó al hotel Sofitel de Villa Borghese la directora gerente del Fondo Monetario, a las 9.58 (hora local), junto a sus asesores y custodia luego de descender de un Mercedes Benz negro. Tras subir al primer piso, inició la reunión de trabajo con el Presidente.
A los dos minutos de acceder al salón, los protagonistas volvieron a salir para posar ante los fotógrafos. “Al fin nos vemos”, alcanzó a decir Georgieva a Fernández. El detalle graficó que solo había visto al jefe Estado argentino vía Zoom. Se los veía muy sonrientes e incluso lucieron una bandera nacional. Luego, todo se volvió más serio para la captura protocolar.
Llevaron adelante el cónclave solos, cada uno con su traductor, y tomaron agua y café. En un salón del hotel, aparte, en simultáneo conversaron el ministro de Economía Martín Guzmán y Julie Kozack, encargada para América Latina del FMI.
Una hora y media después del inicio de la reunión principal, se sumaron Guzmán y Kozack. No lo hicieron solos, también se incorporó Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos.
Por estas horas, Roma será el epicentro de un debate global que busca respuesta a los interrogantes que abrió la pandemia tras su golpe mortal a un sistema de equilibrio de poder que exige un modelo de reemplazo antes que la anomia institucional multiplique la tragedia que ya causó el COVID-19.
En este contexto, la Iglesia Católica que lidera Francisco y la Casa Blanca que maneja Joseph Biden iniciaron un debate que beneficiará a la Argentina, jaqueada por el Fondo Monetario Internacional y el Club de París que pretenden cobrar sus deudas a favor por casi 50.000 millones de dólares.
Kristalina Georgieva está en Roma para participar de una jornada académica organizada por el Vaticano que tiene un capítulo titulado “el alivio de la deuda para los países en vías de desarrollo y la arquitectura internacional y fiscal”.
Junto a Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), estará online Janet Yellen, secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, el premio Nobel de economía, Joseph Stiglitz, y Martín Guzmán, titular del Palacio de Hacienda, entre otros connotados oradores que conocen cómo funciona el sistema global.
Francisco organizó el seminario y Biden decidió acompañar. No se trató de una decisión azarosa del presidente de los Estados Unidos que resolvió apoyar a su amigo el Papa nacido en Argentina. Al contrario, Biden y Francisco asumen que la pandemia inició un efecto dominó que puede complicar al planeta -en su economía y en su medio ambiente-, y por eso decidieron actuar.
Este pensamiento común puso a Georgieva en Roma, y también a Alberto Fernández. Pero a diferencia de la directora gerente, que solo expondrá acerca de cómo debería funcionar la economía en pleno siglo XXI, el Presidente llegó a Italia después de recorrer miles de kilómetros para avanzar en dos objetivos que se vinculan entre sí: obtener respaldo para su estrategia de negociación con el FMI y proponer nuevas reglas de juego que deberían establecer un nuevo modelo de sistema global.
Georgieva está de acuerdo en cambiar las normas que están vigentes desde Bretton Woods. La directora gerente cree que el modelo post Segunda Guerra Mundial se agotó y que los organismos multilaterales -FMI y Banco Mundial, por ejemplo- deberían remozar sus instrumentos jurídicos que enmarcan las condiciones de ayuda financiera.
Alberto Fernández piensa igual que Georgieva, aunque su formación personal e ideológica es muy distinta. Y en este punto, está el valor de las coincidencias: dos protagonistas políticos, con diferente función institucional, consideran que la pandemia puso al descubierto el agotamiento del sistema por su débil respuesta a los efectos mortales del coronavirus.
El jefe de Estado propone un cambio estructural que no implica una búsqueda de ventajas frente a la deuda de 44.000 millones de dólares con el FMI y otros 2.400 millones de dólares con el Club de París. La intención de Alberto Fernández es evitar un nuevo plan de ajuste, pero ese objetivo esencial no contradice su deseo de articular nuevas reglas en una época distópica con bloques geopolíticos que pujan entre sí rumbo al caos.
Esta doble matriz de pensamiento presidencial -lograr un nuevo acuerdo con los acreedores y proponer una reforma al sistema económico- marcó la reunión que Alberto Fernández y Georgieva protagonizan en el hotel Sofitel de Roma.
El presidente había preparado con Guzmán su encuentro con la directora gerente. Y la propuesta de negociación tiene las siguientes características:
1. Suspender el pago de los supercargos establecidos por el FMI para los países que han tomado deuda por encima de su cuota parte.
2. Distribución de los Derechos Especiales de Giro (DEG) que pertenecen a los países centrales y no necesitan para mantener equilibradas sus cuentas públicas.
3. Ampliación de los plazos previstos en los créditos de Facilidades Extendidas.
4. Reducción de las tasas que se cobran cuando el FMI concede créditos Stand-By o de Facilidades Extendidas.
5. Refinanciar los vencimientos de capital que caen en septiembre y diciembre.
6. Insistir con el concepto de sustentabilidad de la deuda. Es decir, Argentina honrará sus compromisos pero no aceptará hacerlo bajo un tradicional plan de ajuste.
La propuesta inicial del Presidente contempla los dos parámetros que Francisco y Biden pensaron para el seminario que inicia hoy en Roma. Resolver con urgencia los problemas de deuda que exhiben los países más débiles, y a su vez, establecer una hoja de ruta que permita cambiar las normas de funcionamiento de un sistema internacional que cruje y hace agua.
Georgieva ya conocía la lógica de pensamiento de Alberto Fernández -hablaron por teléfono, se enviaron mails y compartieron videoconferencias- y sabe qué plantea el jefe de Estado. Siempre se mostró proclive a colaborar con Alberto Fernández y su ministro Guzmán, y esa lógica de funcionamiento no cambió en Roma.
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