El 17 de julio del 2020 el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, anunció el comienzo de una “cuarentena intermitente” para dejar atrás el aislamiento duro que se había instalado como consecuencia del aumento de casos de COVID-19. Planteó un avance lento y escalonado en la apertura de actividades, íntimamente relacionado al aumento de casos y de camas de terapia intensiva. Menos casos, menos restricciones. Más casos, más restricciones. Medidas intermitentes según la realidad epidemiológica.
Lo que el gobierno bonaerense aplicará en los próximos meses es un formato similar. El título “cuarentena” quizás quede grande porque el aislamiento, como se llevó a cabo el año pasado, ya no se aplica. Al menos, por ahora. Hasta el momento hay restricciones a la circulación enfocadas en la noche.
Kicillof ya tiene decidido mantener las medidas restrictivas hasta que pase el invierno, el momento donde las autoridades sanitarias esperan que los casos aumenten y el sistema sanitario vuelva a sufrir.
“Nadie se imagina un invierno sin restricciones”, asumió un funcionario del Ministerio de Salud bonaerense ante la consulta de Infobae sobre el plan sanitario para el tiempo que se avecina. En La Plata no tienen un punteo concreto de medidas que ya sepan que van a continuar, pero advierten que en un formato “intermitente” se aplicarán “las que sean necesarias para cada momento”.
En ese plan de acción también están incluidas las clases presenciales. El regreso a la presencialidad en las aulas dependerá exclusivamente de los datos epidemiológicos. Kicillof no dudará si tiene que extender la virtualidad en los colegios con el fin de bajar el nivel de contagios. La flexibilidad está atada a la situación sanitaria. No hay dudas. Pese a las presiones de la sociedad o la oposición, al mandatario no le temblará el pulso si tiene que mantener las clases por Zoom.
El esquema que plantean tiene que ver con aflojar las restricciones siempre y cuando exista una baja real de casos y, en consecuencia, una disminución de internados en el sistema de salud. Si cuando abren las actividades los casos vuelven a subir, entonces se debe volver un paso para atrás y cerrar. Así hasta que el operativo de vacunación avance lo suficiente. Los encuentros sociales son los que están en la mira, ya que la decisión de Kicillof, en sintonía con el gobierno nacional, es evitar tocar la actividad económica.
En la cartera que conduce Carla Vizzotti vienen analizando esta posibilidad desde hace algunas semanas. Una vez que los casos empiecen a bajar, instaurar el sistema de aperturas y cierres con un monitoreo diario de la curva de contagios. Sin embargo, van a esperar hasta el 21 de mayo, cuando venza el DNU, para hacer una nueva evaluación.
Para llevar adelante ese plan el mejor soporte que tiene el gobierno nacional es el semáforo epidemiológico que activó el último DNU presidencial. En la provincia es la aplicación del sistema de fases que utilizan desde el año pasado y que le ha dado buenos resultados.
En el gobierno bonaerense asumen que esa posible continuidad de las clases virtuales podría generarles un nuevo enfrentamiento con la gestión porteña que conduce Horacio Rodríguez Larreta, quien en la Ciudad de Buenos Aires mantiene la presencialidad en el jardín y la escuela primaria, mientras que en la secundaría aplica un sistema bimodal. “Vamos a hacer lo que tengamos que hacer. La decisión dependerá de la situación sanitaria”, marcaron cerca del gobernador.
El ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán, advirtió el domingo que la gestión de Kicillof quiere seguir el esquema implementado en Alemania e Israel respecto al cierre y apertura de actividades. “Con todos los cuidados podremos abrir determinadas actividades un tiempo y quizá las volvemos a cerrar. Hay que jugar a un equilibrio que dependerá de los casos y de la baja de los contagios”, sostuvo.
En ese equilibrio pasará a jugar un papel fundamental la cantidad de vacunas que el gobierno de Buenos Aires tenga disponible para aplicar en los próximos tres meses. La inmunización reduce la circulación del virus pero, en un conglomerado urbano tan poblado como el AMBA, el salto en la cantidad de vacunados tiene que ser exponencial para que se note.
Los contagios se desaceleraron en el AMBA. Lo confirmó Carla Vizzotti durante la semana. Las restricciones tomadas por Alberto Fernández empezaron a surtir efecto, pero hacia adelante el panorama sigue siendo incierto. En definitiva, el escenario sanitario es el resultado de distintas variables como la caída de los casos, la ocupación de las camas de UTI y la cantidad de vacunas aplicadas.
Es imposible tener una proyección precisa sobre cuándo y cuántas vacunas llegarán al país, por lo que la planificación se hace sobre un escenario atado a modificaciones. En el primer paso es vacunar a las 5.700.000 personas que están dentro de los grupos de riesgo. Ese primer paso le otorgará al Gobierno un margen mayor para poder decidir las restricciones ya que la población más vulnerable estará protegida.
En la provincia ya están vacunados el 95,22% del personal de salud, el 88,15% de los mayores de 70 años, el 92,35% de las personas de entre 60 y 69 con comorbilidades, el 70% de la misma franja etaria pero sin ninguna enfermedad preexistente, el 50,54% del personal docente y vinculado a las escuelas, y el 27,96% del personal de seguridad. El cálculo es siempre sobre los que están inscriptos. Hay, hasta el momento, 3.075.260 vacunados.
En base a los últimos datos, la provincia de Buenos Aires dejó de ser uno de lugares donde se registran la mayoría de los contagios. Cuando hace dos semanas el 62,04% de los diagnósticos positivos de COVID-19 se registraban en la ciudad y Buenos Aires, y un 37,96% en el resto del país, ahora esos números están más equilibrados: el 52,69% de los nuevos casos son en PBA y CABA y el 47,31% en el resto del país.
En La Plata dan por descontado que la mayoría de los intendentes respaldarán la extensión de las medidas por un largo plazo. La velocidad con la que se multiplicaron los casos con las nuevas variantes de covid-19 pusieron a muchos sistemas de salud municipales en jaque. Fueron muchos de los intendentes los que le pidieron a Kicillof más restricciones para poder frenar el impacto de la segunda ola.
Además, también consideran que la sociedad empezó a tomar conciencia sobre la gravedad de la segunda ola y soportarán las medidas restrictivas hasta que pase el invierno. “¿La gente se banca muertos por no tener camas para internarlos? No hay muchas alternativas”, esbozó un funcionario bonaerense con crudeza. Estiman que en el último trimestre la cantidad de vacunados les permitirá disminuir las restricciones. Pero también saben que en pandemia las proyecciones no siempre están acompañadas de certezas.
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