La inflación que no afloja, las tarifas, la negociación con el Fondo, la asistencia frente a la crisis. Son muchos los temas económicos que preocupan a Alberto Fernández, a Cristina Fernández de Kirchner y al oficialismo en general. Pero no es eso lo que se discute o, en todo caso, no es sólo eso: las distintas miradas expresan sobre todo una pulseada por el poder en el propio gobierno. Está a la vista y lo refuerzan sin disimulo en una y otra vereda, con palabras y con gestos. Axel Kicillof habló dos veces en cuatro días para marcar línea con sello de CFK. Y Martín Guzmán respondió por primera vez, en medio del largo asedio del kirchnerismo duro, rodeado por ministros y por el Presidente.
La reacción directa del ministro de Economía es un dato llamativo, sin antecedente de similar volumen en lo que va de la gestión presidencial, según surge del repaso político de estas horas. ¿Un giro doméstico o una jugada extrema, en el plano interno y también hacia el exterior? La pulseada por el aumento de las tarifas del sector energético y el caso del subsecretario Federico Basualdo -despedido por Guzmán con aval de Olivos y aún en su despacho con respaldo de la ex presidente- expusieron un enorme costo para Alberto Fernández. Y representan un mensaje inquietante para el mundo de la economía, incluidos los márgenes para avanzar en las tratativas por la deuda.
El ministro que acaba de sufrir los efectos de una disputa que tal vez creyó manejable pero que lo supera en velocidad y en sus alcances. En el terreno simbólico y en la práctica. Por el momento, se impuso el límite al aumento de las tarifas sostenido por el kirchnerismo duro. La cuestión de Basualdo y su posible salida está atada a esa discusión. Y no parece un debate ideológico. El kirchnerismo duro aprobó con retoques el ajuste a los jubilados, pero ahora las elecciones marcan la coyuntura. Y la cuestión de fondo es sin vueltas el peso de CFK.
Los trascendidos que circulan desde algunos sectores del oficialismo le adjudican a Guzmán haber condicionado su permanencia a la reversión de ese cuadro. Está claro que ya no es el ministro “privilegiado”, con soporte también de la ex presidente. En rigor, CFK había advertido lo que se venía en su segunda carta pública, en septiembre del año pasado, con referencia explícita a los límites del ajuste en tiempo de crisis y elecciones. Pero hasta ahora, no había habilitado el juego de su círculo más próximo para mostrar que no sólo se trataba de discurso.
El ministro tal vez lo comprendió tardíamente. Y convertido de golpe en pieza de la batalla pública, tuvo micrófono junto al Presidente y media docena de colegas del gabinete. Habló en el acto oficial de ayer para anunciar la ampliación de los alcances de la Tarjeta Alimentar. Fue también ése un mensaje con componente doméstico, según lo que se ha dejado trascender. El ministro había sido colocado en el lugar de principal obstáculo al incremento de asistencia social reclamado por el kirchnerismo duro, en medio de las mayores restricciones frente al coronavirus.
Guzmán fue directo y se refirió al “debate público de los últimos días”. Hilvanó frases destinadas a exponer su lugar en el paño interno, con alguna pincelada conceptual. Destacó lo que entiende como el “liderazgo” del Presidente, reclamó una “autocrítica” en materia de tarifas y destacó la necesidad de consensos para “administrar le conflicto”. No sólo eso. Colocó en el centro un cuestionamiento de sentido común y viejo, pero que molesta quizás como pocos al kirchnerismo duro: dijo que el esquema de subsidios favorece especialmente a los sectores de mayores recursos y lo calificó como un sistema “pro-ricos”, frente a una sociedad golpeada por altos niveles de pobreza.
Menos directo, pero en línea con las señales que pretende afirmar para mantener abierta la negociación con el FMI, sostuvo que hay que “afinar” el uso de recursos del Estado. Sonó a eufemismo para no hablar de ajuste.
También había sido bastante claro Kicillof, dos veces seguidas. Su sola actuación en este tema fue todo un mensaje de la ex presidente. El gobernador destacó el papel del Estado en medio de la crisis -con mayor grado de asistencia-, celebró el aumento tarifario un centímetro por debajo de los dos dígitos y elogió a Basualdo.
No hacía falta, pero el Senado añadió una demostración del círculo más cercano a la ex presidente. Avanzó con un proyecto de escaso sentido práctico aunque de fuerte carga política. Le solicita al Ministerio de Economía que el previsto desembolso del FMI no sea utilizado para pagar deuda sino para asistencia en el marco de la pandemia. No existe exigencia en ese sentido. Y además, no está claro qué terminará haciendo el Gobierno frente a los vencimientos que se vienen con el Fondo y con el Club de París.
El ministro cerró así una semana que lo tuvo todo el tiempo sometido a las movidas del kirchnerismo duro. Y expuso su posición en un acto oficial, en la previa al viaje a Europa con el Presidente. Su lugar en esta gira fue difundido por fuentes oficiales como un gesto de aval del Presidente. La necesidad de gestos de esa naturaleza expone por sí sola la gravedad del momento político.
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