Cómo la segunda ola del COVID-19 afectó la salud mental de médicos y enfermeros en los hospitales públicos bonaerenses

Según explicó la subsecretaria de Salud Mental, los intensivistas enfrentan situaciones que muchas veces los desbordan. “Deben informar una cantidad de fallecimientos como nunca en sus vidas”, ejemplificó

Sala de terapia intensiva

La palabra precisa no es estrés. Cuesta encontrar la definición que abarque la situación que los profesionales de la salud vive en los hospitales públicos de la provincia de Buenos Aires. La segunda ola del COVID-19 los expone a momentos límites que impactan en su propia salud, física y mental. Nunca, en toda su vida profesional, informarán, en un lapso tan corto, tantos fallecimientos a los familiares de los enfermos. En cuestión de segundos, la noticia se trasforma en lágrimas, gritos, desconsuelo. A veces, los receptores son sus propios seres queridos, o compañeros de trabajo. O amigos de sus hijos.

Julieta Calmels es psicóloga, pero también la subsecretaria de Salud Mental del Ministerio de Salud bonaerense, en momentos en que el coronavirus pone en jaque al sistema sanitario. “Estrés es un nombre que utilizamos y que nos sintetiza otro montón de cosas que van ahí adentro. Podemos decir que en las terapias intensivas hay un nivel de angustia muy importante. Los médicos que se han formado, y se dedican centralmente a poder salvar vidas, están administrando muchas muertes, muchas, muchas, muchas. Más de las que son capaces de procesar y elaborar en términos simbólicos”.

La colaboradora del ministro Daniel Gollan describe en detalle, sin ahorrar imágenes, el dramatismo que presenció en sus recorridas por las saturadas Unidades de Terapia Intensiva (UTI) del conurbano.

“Ayer estuve con un intensivista que tenía más de veinte pacientes en terapia. Él gestiona todos los partes diarios. La tasa de letalidad en las terapias es del sesenta o el setenta por ciento. Este médico, va a informar una cantidad de noticias de fallecimientos, en corto tiempo, como nunca en su vida. Como nunca en su vida”.

Julieta Calmels: "En las terapias intensivas hay un nivel de angustia muy importante. Los médicos que se han formado, y se dedican centralmente a poder salvar vidas, están administrando muchas muertes, muchas, muchas, muchas. Más de las que son capaces de procesar y elaborar en términos simbólicos”.

Calmels deja que la última frase flote. Que lastime. Recién después continúa: “Si uno imagina a esa persona, o los enfermeros de terapia, o los que limpian, van a estar con un esfuerzo muy grande por el cuidado del cuerpo de la persona enferma, pero también con un impacto muy grande, de la relación con los propios familiares, con los cuales hay que hablar, hay que contarles. Ellos se angustian, están muy ansiosos. Piden entrar a ver al ser querido. Muchas veces lo despiden en la puerta del hospital, y no saben nada más. Eso despierta situaciones de fantasías muy espantosas en relación a si lo están atendiendo bien, si no lo están atendiendo, y ni hablar de los momentos de fallecimiento”.

Calmels no es escritora, pero es evidente que vive de la palabra. “Hoy los trabajadores de la salud no solo tienen que cuidar del cuerpo biológico, también tienen que administrar la angustia de los pacientes, de los familiares”. Ellos están agotados. Están agotados del año de trabajo que tienen encima. Es difícil trasmitir el agotamiento mental y físico. Atraviesan situaciones de mucha angustia y de mucha exigencia, como si en el cuerpo y en el psiquismo de ellos cayera una parte muy importante de la catastrofe que estamos viviendo”.

Catastrofe es la palabra. La misma que se usó durante y después de las tragedias de Cromañon y de Once.

“El personal de la salud está con vivencias y convivencias de mucha contradicción. Saben que ingresan al hospital y se van a encontrar con que los cuadros se complejizan rápidamente y si ingresan a una terapia, muchos de ellos mueren. Saben que pueden hacer mucho menos de lo que harían en otra situación, y de lo que hicieron toda su vida”, detalla la funcionaria.

Las situaciones personales también afectan a cada uno de los trabajadores de la salud. El estrés que sobrellevan en los hospitales, muchas veces es trasladado a la intimidad familiar que deriva en discuciones. Otros, en cambio, viven desde que comenzó la pandemia en otro lugar para evitar llevar el virus al hogar y contagiar a sus seres queridos.

Julieta Calmels: “El personal de la salud están con vivencias y convivencias de mucha contradicción. Saben que ingresan al hospital y se van a encontrar con que llos cuadros se complejizan rápidamente y si ingresan a una terapia, muchos de ellos mueren".

Para intentar contener al menos en parte alguno de estos conflictos, o para tener un espacio para abordarlos, desde el Ministerio de Salud bonaerense se reforzaron, con unos 100 psicólogos y trabajadores sociales, los dispositivos de salud mental para pacientes y personal.

Enfermeros, camilleros, médicos, son estimulados para compartir estos espacios de reflexión y abordaje a los conflictos que les está generando hoy enfrentarse a la realidad de la segunda ola del coronavirus.

La subsecretaria de Salud Mental, por la experiencia que tuvo en este tipo de abordaje después del siniestro de Cromañon, dónde murieron 194 jóvenes, sabe que para los efectores de salud, los problemas de salud mental, llegarán cuando se amesete la demanda. Por algo se lo llama estres post traumático.

Los familiares, y los propios enfermos, aquellos que no ingresaron a terapia y que están concientes, también son alentados para recibir apoyo profesional. A los primeros, por ejemplo, se los invita a que después de recibir el parte médico, se reunan en grupo para apoyarse unos a otros.

A los pacientes que están en salas comunes o aislados, pero no en terapia intensiva, se les facilita una tablet a través de la cual se pueden comunicar con sus seres queridos. Estos dispositivos son facilitados, sobre todo, a las familias que no tienen celular, o datos para realizar una vidéollamada, un zoom.

“Esto permite que los familiares vean a la persona internada, tengan la representación, la miren, la escuchen y que además se puedan decir cosas. En momentos tan límites de la vida, como son estos, lo que uno tenga para decirle al otro, es un elemento central y muchas veces determinante también para que se pueda hacer o no algunos duelos”, explica.

La funcionarias destaca que estas medida “buscan dar respuesta a los efectos que la segunda ola de la pandemia está generando en la salud mental de los trabajadores sanitarios y de los y las pacientes”.

A veces son los médicos quienes utilizan la tablet para brindar el parte médico a los familiares que están en otro extremo del hospital o que no pudieron llegar hasta el lugar.

Desde el ministerio de Salud bonaerense se reforzaron, con unos 100 psicólogos y trabajadores sociales, los dispositivos de salud mental para apoyar a pacientes y personal.

En estas situaciones límites, el ingenio y sobre todo el amor por la profesión llevó a que, por ejemplo, los enfermeros del hospital de Fiorito, ubicado en Lanús, inventen un sistema maravilloso entre pacientes y seres queridos.

Le entregan un cuaderno a cada uno para que vuelquen sentimientos y deseos. “Los cuadernos se volvieron un espacio en el que se construye, se sostiene una relación de afecto, de lazo. Esta enfermedad interrumpe la relación del lazo entre las personas que es lo que los mantiene vivos muchas veces”, recuerda la psicóloga.

La primera ola del coronavirus dejó enzeñanzas que al menos Calmels capitaliza desde su posición: “Estamos incentivando el ingreso de los familiares para que vean y hablen con sus seres queridos. La provincia tiene un protocolo de ingreso desde hace bastante. En la medida en que la situación del hospital lo permita, que el paciente esté en condiciones de ver a un familiar. En los cuadros no terminales, hace que el paciente este mejor, que la familia este más tranquila. En los momentos terminales, los seres queridos tienen que estar ahí aunque sea unos minutos”.

El Tsunami de la segunda ola

“Ahora tenemos una magnitud que no habíamos tenido el año pasado de personas contagiadas”, recuerda la funcionaria y detalla que “este pico tan acelerado de contagios implica, en términos sanitarios, que mucha gente contagiada se enferma de manera grave, necesite hospitalización y que una cantidad importante requiera terapia intensiva. Por esa razón estamos con una ocupación del sistema de salud como no lo habíamos tenido antes. Hay hospitales que tienen sus camas de terapia al cien por cien”, precisa Calmels.

"Para un equipo de salud, estar trabajando con una ocupación del cien por cien es una situación de mucha impotencia porque te llega un paciente por guardia y no hay una cama para ingresarlo. Esta segunda ola está produciendo cuadros mucho más serios, pacientes que se agravan y que se agravan rápido dentro de los hospitales", dice la subsecretaria de Salud Mental de la provincia de Buenos Aires. Jorge Wohlert

-¿Y para los equipos de trabajo eso que significa?

-Para un equipo de salud, estar trabajando con una ocupación del cien por cien es una situación de mucha impotencia porque te llega un paciente por guardia y no hay una cama para ingresarlo. Esta segunda ola está produciendo cuadros mucho más serios, pacientes que se agravan y que se agravan rápido dentro de los hospitales ¿Es el tipo de cepa? ¿Las personas demoran más en ir al hospital, a la consulta, a la emergencia? Hay una discusión sobre eso. Sobre lo que no hay debate es que los pacientes, de una manera muchísimo más veloz de lo que veíamos antes se agraan, y hay que pasarlo a terapia o a intubarlo.

-También se están dando muchos casos de jóvenes internados en esta segunda ola?

-Sí. Un tema de mucha complejidad son los jóvenes. Son los jóvenes porque a los adultos mayores se los vacunó. Para los trabajadores de salud también es un impacto distinto. Se identifican más con la persona que están atendiendo, o porque podría ser el hijo. O porque imaginan y empiezan a tener miedo sobre el hijo cuando lo ven. Hay muchas personas de 30 años muy sanos con cuadros gravísimos. También están empezando a atender a familiares de los propios médicos. Hay médicos que ven morir a su propia familia atendiéndola en los hospitales.

Según Calmels en todos los hospital de la provincia de Buenos Aires que visitó le relataron situaciones como esas. “Hablás con los directores y te dicen, están atendiendo a la esposa de tal médico, o a la madre de tal camillero. Por eso, las terapias ya no son de personas anónimas. Los que se enferman prefieren atenderse en el hospital en que tengan a una persona conocida. No hay hospital que no tenga en sus terapias y en la parte de clínica médica, a alguien que forma parte del mundo afectivo de relaciones de ese hospital.

(Foto: Franco Fafasuli)

Los efectos de la primera ola

Además de la demandas de camas, y de los cientos de fallecidos que se contabilizan por día, la psicóloga explica que hay una diferencias sustancial en esas dos etapas.

“Cuando comenzó la pandemiam existía mucho temor en los equipos de salud vinculados a la posibilidad de contagios, preocupación si llegaban o no los equipos de protección. Era un momento en que los trabajadores de la salud no estaban vacunados. Los contagios y las muertes entre médicos, enfermeros camilleros, impacto con fuerza”, precisa y tiene razón.

Solo en territorio bonaerense fallecieron 233 trabajadores de la salud. Eran momentos en que los intensivistas tenían que atender en las terapias a sus propios compañeros. A nivel nacional murieron 402 y se contagiaron 64.958.

“Eso devino en ansiedad, temor. Temor por contagiar a la propia familia”, recuerda desde la experiencia vivida la secretaria de Salud Mental y abunda: “El primer tiempo de la pandemia estuvo marcado por eso. Era un contexto en el cual no había muchos pacientes dentro de los hospitales. Fueron tiempos de reordenamiento, de cambios de espacios, de reubicación de camas y hasta de funciones. De prioridades. De integración de equipos. Había pacientes que sucumbían ante la virulencia del coronavirus, pero de manera más espaciada”.

Un enfermero camina por un pasillo del Hospital El Cruce de Florencio Varela, el 30 de julio de 2020, en la Provincia de Buenos aires (Argentina). EFE/ Juan Ignacio Roncoroni/Archivo

El desconocimiento científico del COVID-19 en toda su dimensión y complejidad, también generaba, según la psicóloga, “una dificultad en realizar prácticas médicas que conocían, pero que ante la situación de ansiedad en la que estaban, sumada a un virus que no conocían, ponían en dudas diagnósticos como una tuberculosis. Todo podía ser coronavirus, y había que descartar en primer lugar una complejidad que podía ser derivada de ese virus. El COVID-19 hacía poner en duda hasta sus propios saberes y certezas”.

En esa primer ola de coronavirus afirma: “Los equipos de apoyo psicológico estaban volcado a este tipo de situaciones, que eran dramáticas, pero no había llegado lo peor. Después vino el aumento en el número de pacientes. Pero el sistema de salud estaba robustecido. Fue el momento de atender a los pacientes, y se dio una buena respuesta. Llego la vacuna, que para el personal de salud que fue blanco sobre negro, ante la vida y la muerte”.

-Se están quebrando sus palabras. Está conmovida.

-Todos los hospitales tienen personal fallecido durante la primera ola. Los relatos de los médicos contando cómo atendían en terapia a sus propios compañeros es tremendo. La posibilidad de la vacuna hizo que esa imagen sea una posibilidad menos de angustia, de enfermedad y de muerte, y sobre todo ahora, cuando la segunda ola nos está golpeando con fiereza y pone a prueba el sistema de salud y la capacidad física y mental de cada uno de los trabajadores de la salud.

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