Del diálogo, al intento de acuerdo, a la pelea pública, a la judicialización. Y ahora, mientras se espera una definición de la Corte Suprema, de nuevo el camino al diálogo. En un pedregoso trayecto político-judicial por las medidas sanitarias, el agravamiento de la segunda ola de coronavirus fuerza al presidente Alberto Fernández, al gobernador Axel Kicillof y al jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, a sentar las bases para reiniciar las conversaciones públicas sobre la gestión de la pandemia, luego de una semana de fuerte tensión por las clases presenciales que escaló hasta el Máximo Tribunal.
En el clamor de la pelea en público y ante Justicia, las segundas líneas de la Nación, la Ciudad y la Provincia mantuvieron en los últimos días conversaciones, de forma privada, por cuestiones operativas vinculadas al manejo de la segunda ola, según confirmaron en las tres jurisdicciones distintos niveles de Gobierno. Solo durante el fin de semana, cuando el gobierno porteño hizo su presentación judicial contra la Nación (y por extensión, contra la Provincia) los contactos fueron nulos. A partir del martes, después del breve impasse, los diálogos se retomaron, en forma subterránea.
Las conversaciones estuvieron a cargo de los interlocutores habituales: los jefes de gabinete, Santiago Cafiero, Felipe Miguel y Carlos Bianco, entre otros. “Los espacios nunca dejaron de hablar”, dijo un hombre cercano tanto al Presidente como al gobernador. En la Ciudad lo confirmaron, aunque relativizaron la intensidad y la frecuencia de la coordinación.
Ahora, entre cruces públicos, resta que el acercamiento se lleve a los ojos de los ciudadanos. De ambos lados del ring esperan el momento oportuno para mostrar una sanación en el vínculo en la esfera pública, a pesar del enojo entre los dos “bandos”.
Más allá de las diferencias políticas -hasta última hora los funcionarios se disparaba con chicanas por vías públicas-, altos funcionarios de los tres Ejecutivos coinciden en que se verán obligados a conciliar públicamente frente a la preocupante suba de casos de coronavirus en todo el país, el incremento en la cantidad de fallecidos y el alto nivel de tensión del sistema de salud. Pero, además, frente a una sociedad sumida en la incertidumbre de las peleas políticas.
Entre picantes comentarios para sus contrincantes políticos, en el Gobierno nacional creen que una señal de acercamiento público con la Ciudad es “inevitable”. Sin embargo, en la cancha tiran la pelota del lado de la Ciudad. “Las puertas están abiertas para todos los gobernadores que pidan venir, inclusive Rodríguez Larreta”, dijo un vocero de la Casa Rosada. “Después de cómo jugó, Larreta tendrá que hablar con el Presidente”, sostuvo un alto funcionario nacional.
En términos políticos, en Balcarce 50 piensan que, a la larga, el “ganador” del conflicto serán el Presidente y el gobernador. “Si la curva sigue con la tendencia actual, la cantidad de casos va a subir y la situación va a llegar a un nivel en donde la Ciudad se va a ver obligada a cerrar incluso las clases”, proyectó un asesor. Pero más allá de este cálculo, creen que la falta de coordinación entre las jurisdicciones los perjudica, y por eso favorecerán las conversaciones públicas.
En simultáneo, una fuente porteña aseguró a Infobae que el diálogo público “seguramente” se retomará en lo sucesivo, a pesar de las presiones por las clases, las chicanas, e incluso los cuestionamientos de la titular del PAMI y dirigente de La Cámpora, Luana Volnovich, al ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós sobre supuestas fallas por la vacunación de adultos mayores -que en Uspallata consideraron infundadas-. La reunión con las autoridades de la Nación, primero, y a posteriori, con la Provincia, estará supeditada a la resolución de las discusiones internas, aseguró un funcionario muy cercano a Rodríguez Larreta.
Se refirió así a las acaloradas discusiones que se mantuvieron a nivel opositor durante la última semana, en paralelo a la pelea con la Nación, y que terminaron sin definiciones. En la sede de Uspallata se maneja la posibilidad de tomar medidas adicionales para bajar la preocupante curva de casos, y en el debate de esas posibles restricciones hay diferencias. Las medidas, informaron fuentes porteñas, podrían incluir un acotamiento de las actividades comerciales y en la evaluación, como hace un año, tallan las presiones del sector comercial en el delicado contexto económico.
El domingo habrá un nuevo cónclave opositor, donde esperan terminar de definir eventuales medidas. “Primero tenemos que llegar a un acuerdo nosotros. Después veremos las cifras del martes, que nos van a mostrar los resultados de las medidas de hace dos semanas. Y después nos sentaremos a hablar”, dijo un hombre cercano a Rodríguez Larreta. Hasta el sábado, la Ciudad sostenía firme la postura de conservar presencialidad de las clases.
Chicanas
El camino al diálogo, sin embargo, está plagado de chicanas. El viernes por la noche, al final de una semana de máximo conflicto entre la Nación y la Ciudad sobre la forma de impartir la educación en la segunda ola, Alberto Fernández y Kicillof se reunieron para diseñar un esquema de ampliación de la cantidad de camas en el sistema de salud público bonaerense ante un eventual desborde por los casos de coronavirus. Más de dos horas y media después, mientras el gobernador dejaba la Casa Rosada entre las salpicaduras de las gruesas gotas de lluvia que azotaban el Patio de las Palmeras, un vocero dejó saber que el refuerzo hospitalario que habían discutido los referentes del Frente de Todos era para recibir a los pacientes de los que -hipotéticamente- no podrá hacerse cargo la atención de salud porteña.
Poco antes, Alberto Fernández había deslizado, en tono similar, algunas críticas públicas contra Larreta, aunque sin nombrarlo. Durante su discurso con final emotivo en Rosario -terminó cantando Solo se trata de vivir, de su admirado Litto Nebbia-, lanzó: “Es un tiempo difícil y debemos cuidarnos, por mucho que nos pese. Recordemos que este virus empezó en la Ciudad, después se extendió al AMBA, y después al resto del país”. Era un nuevo contraataque a la resistencia de la Ciudad al DNU que había firmado diez días antes.
El principal enojo de Kicillof y Fernández, más allá de la molestia por la decisión de acudir a la Justicia porteña para mantener las aulas abiertas desoyendo el decreto del Presidente, se debe a que -consideran- Larreta “mintió”. Primero, al aceptar, en diálogo con la Nación, los controles de la nocturnidad y luego avalar un comunicado de Juntos por el Cambio en contra de las nuevas restricciones. Y después, al escatimar controles durante el horario de suspensión de actividades que dispuso el gobierno nacional, primero de 23 a 6, y luego a partir de las 20.
Los mensajes de la Nación rebotaron en los principales medios y llegaron a la Ciudad, donde a última hora del viernes crecía el malestar con Alberto Fernández. Rodríguez Larreta y su equipo están disgustados porque la Casa Rosada tomó la decisión de frenar las clases presenciales de manera “unilateral” (el mismo argumento -e incluso, la exacta palabra- que emplean desde el año pasado a la hora de reclamar en contra de la resolución nacional que quitó un punto de la coparticipación porteña para entregarla a las arcas de la Provincia).
El modo en el que se representará la vuelta al diálogo aún no está definido. Tampoco se sabe quién será el encargado de tirar la primera piedra. Pero hay voluntad de ambas partes y los acercamientos están a la orden del día entre funcionarios cercanos a las cabezas de los Ejecutivos. Solo resta definir el modo, el momento y el lugar. Detalles no menores que en sí mismos serán una representación política, en términos de vencedores y vencidos, de la puja entre el tándem Nación-Provincia y la Ciudad.
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