Antes de que el presidente Alberto Fernández anunciara las medidas de restricciones a la circulación, los horarios de cierres comerciales y el freno a la presencialidad escolar, habló por teléfono con Axel Kicillof. El primer mandatario mantuvo una charla con el gobernador de la provincia más poblada en la tarde noche del último miércoles, pero no habló con el Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta. Así, Kicillof supo de antemano que lo que venía pidiendo desde hacía 15 días se iba a llevar adelante.
Ese día, el gobernador pasó casi todo el día en la ciudad de Buenos Aires. Mantuvo reuniones con intendentes en dos oportunidades. Primero, con oficialistas y opositores, en el anuncio de una línea de Provincia Leasing del Banco Provincia; algo bien de gestión. Más tarde, solo, con los jefes comunales del Frente de Todos que gobiernan distritos del AMBA. En esa comunicación virtual, Kicillof les adelantó que se iba acoplar a lo que decida Fernández. Los intendentes peronistas venían pidiendo más cierres y que, incluso, se limite la presencialidad escolar ante el desplazamiento de personas que implicaba la actividad escolar y el impacto el aumento de casos. Los gremios docentes habían exigido lo mismo. Con esos pedidos anotados, más el monitoreo de camas de terapia intensiva, el gobernador esperó a que la Nación apretara el botón rojo.
Kicillof llegó a la noche del miércoles con la tranquilidad (si es que se puede aplicar ese término en este contexto de continuidad pandémica) de que el Presidente estaba en la misma sintonía que él. También estaba conforme de haber torcido la voluntad de la ciudad de Buenos Aires.
En La Plata repiten que el PRO está definiendo su propia interna con los posicionamientos de la pandemia y que en definitiva es el ex presidente Mauricio Macri quien está accionando para tensar y cuestionar las medidas adoptadas. Para el kirchnerismo que gobierna en la provincia de Buenos Aires el partido opositor ya no tiene halcones y palomas.
También sostienen que la dirigencia opositora dice una cosa y hace otra. Un ejemplo: el 7 de abril hubo una videoconferencia con los intendentes del AMBA (oficialistas y opositores) y el gobernador. Allí el mandatario provincial explicó a los jefes comunales que la posición del Ejecutivo bonaerense sería adecuarse a los primeros anuncios que luego efectivizó Nación y tenían que ver con los horarios en la nocturnidad. En esa charla virtual, según reconstruyó Infobae, ningún intendente pidió la palabra para pedir menos restricciones a las que se estaban por ejecutar. Algunos canalizaron sus dudas por privado, pero nadie sentó posición política frente al ejecutivo bonaerense y el resto de los intendentes.
Desde hacía semanas que los funcionarios Carlos Bianco -jefe de Gabinete- y Nicolás Kreplak- viceministro de Salud- venían reuniéndose con sus pares porteños y de la Nación. En cada viaje desde La Plata a Casa Rosada llevaron el mismo esquema: avanzar con un cierre fuerte durante 15 días limitando la circulación, la nocturnidad y las actividades sociales. Chocaron con la Ciudad y la Nación selló una situación intermedia.
La escudería sanitaria del gobernador no se fue conforme con ese acuerdo. Los integrantes más filosos del gabinete como el ministro de Seguridad, Sergio Berni o la ministra de Gobierno, Teresa García, avisaban en cada declaración pública que se precisaban medidas más fuertes.
El viraje del gobierno de la ciudad de Buenos Aires fortaleció políticamente al mandatario bonaerense, aunque también lo fastidió y así quedó evidenciado en la conferencia de prensa que brindó el último jueves.
Hasta la noche de este viernes Kicillof y Larreta no habían vuelto a hablar. La explosión política entre ambas administraciones se venía anticipando desde hacía días. El martes último, el Jefe de Gabinete bonaerense, Carlos Bianco, había dicho ante Infobae que -en el marco de las reuniones que venían manteniendo con la Ciudad y la Nación- la administración porteña sostenía que su sistema de Salud no iba a saturarse y que por ello no era necesario más restricciones. Este viernes Larreta reconoció que desde el sistema privado de salud había derivaciones hacia la Provincia producto de la falta de camas. También dijo que el 30% de las personas internadas en el sistema de salud porteño eran de la Provincia.
Después del encuentro del presidente con Larreta, Kicillof -sin comitiva- se trasladó hasta la Casa Rosada y fue recibido por Fernández. El presidente y el gobernador almorzaron y trabajaron sobre la adaptación de la normativa nacional al sistema provincial. También analizaron la compensación económica que se instrumentará y cómo facilitar alternativas hacia los comercios afectados.
Lo que sigue es esperar que los contagios bajen en la zona metropolitana. Con proyecciones epidemiológicas en mano, el mandatario bonaerense escuchó la recomendación de parte del comité de asesores de que hay que cortar con la circulación. La línea sanitaria se transformó en decisión política para la administración bonaerense. Fernández dijo que asumiría el costo de las restricciones anunciadas. A su mesa chica, Kicillof le dijo lo mismo.
En el gobierno bonaernese están relativamente conformes con las medidas adoptadas. Creen que era lo que se tenía que haber hecho hace 15 días, o más atrás en el tiempo, cuando los casos de coronavirus indefectiblemente empezaron a crecer. Y, si bien en el Ejecutivo bonaerense siempre dependió del pulso del gobierno nacional, Kicillof ya tiene asiento reservado en la butaca de copiloto de Fernández.
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