La relación personal y geopolítica entre Alberto Fernández y Vladimir Putin permitirá que no se asfixie la campaña nacional de vacunación en plena segunda ola del COVID-19. El líder ruso prometió al presidente argentino que llegarán miles de Sputnik V en los próximos días, y si eso no ocurre habrá una crisis sanitaria ante la ausencia de dosis destinadas a los grupos de riesgo que aguardan su aplicación en todo el país.
Alberto Fernández también espera un voluminoso embarque desde China, pero Sinopharm debe responder a la demanda interna y sus vacunas recién volarían desde Beijing hacia fines de la semana próxima. En la Casa Rosada están preocupados: ya saben que la compañía asiática reducirá sus envíos en mayo y aún no hay stock para suplir esta falencia durante el invierno.
No se descarta una comunicación del jefe de Estado con Xi Jinping para que Sinopharm haga un esfuerzo de producción y no use como variable de ajuste a la Argentina.
Mientras tanto, Carla Vizzotti agota la batería de su celular para lograr que COVAX y AstraZeneca cumpla con sus promesas y remitan al país las millones de dosis que ya fueron contratadas en 2020. Las llamadas de la ministra de Salud todavía no dieron resultado y puede ocurrir que en abril se reciban muy pocas vacunas frente a la multiplicación de contagios por la segunda ola.
Alberto Fernández volvió a hablar con Noubar Afeyan, titular de la empresa farmacéutica Moderna. Y la respuesta fue casi una obviedad: Afeyan prometió al Presidente que las vacunas de Moderna podrían llegar hacia principios de septiembre.
La última apuesta del Gobierno se hizo en Washington. Felipe Solá protagonizó un call con Antony Blinken, secretario de Estado, y solicitó la posibilidad de adquirir las millones de vacunas de AstraZeneca que Estados Unidos guarda en sus depósitos y no utiliza por falta de autorización legal.
Alberto Fernández sabe que Joseph Biden ya envió dosis de AstraZeneca a México y Canadá y aspira a que la Casa Blanca repita idéntico movimiento geopolítico con la Argentina. No tiene inconvenientes en aceptar una donación humanitaria de los Estados Unidos, como sucedió la semana pasada con tres hospitales de campaña enviados desde el Pentágono.
Y si finalmente no se corona la donación, el Presidente pagaría por las millones de dosis de AstraZeneca que se apiñan en los hangares ubicados en Ohio y Baltimore. Jorge Arguello, embajador argentino en Estados Unidos, se quedó con la misión de continuar las conversaciones que iniciaron en Buenos Aires.
En este contexto de promesa incumplidas y negociaciones contra reloj, Alberto Fernández sólo tiene a mano la predisposición de Putin, un líder político que se formó en la KGB y no tuvo inconvenientes en invadir Crimea, intervenir en las elecciones presidenciales en Estados Unidos y detener a los referentes de la oposición en Rusia.
Putin compite con Xi Jinping en su carrera por ocupar espacios geopolíticos en América Latina y la Sputnik V es una herramienta de soft power formidable ante el acaparamiento de vacunas que ejecuta Estados Unidos y Europa desde la irrupción mortal del COVID-19. En Argentina, si la vacuna rusa no llega en las cantidades prometidas por el Kremlin, la situación sanitaria podría complicarse en plena segunda ola.
Alberto Fernández descarta que la necesidad de millones de dosis coloque al país en una situación de dependencia de China y Rusia, ante un tablero internacional de máxima incertidumbre económica y social causada por la pandemia del coronavirus.
“Necesitamos las vacunas. Es lo único que importa. El mundo está cambiando, y todos nos necesitamos mutuamente”, aseguró el presidente en Olivos.
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