El dato rebotó con rapidez por la Casa Rosada y generó mucha preocupación en la Quinta de Olivos, donde estuvo el presidente Alberto Fernández durante todo el miércoles. Ayer se informaron 16.056 casos de coronavirus en todo el país durante un día. Fue la cifra más alta desde el 21 de octubre del año pasado, cuando se registraron 18.326 casos.
El retrato es escalofriante. Argentina tuvo el primer caso de COVID-19 en los primeros días de marzo y la cuarentena estricta comenzó el 19 de ese mes. Pasaron siete meses para llegar al pico de casos. El crecimiento fue sostenido en el tiempo y el pico se retrasó por las restricciones en la circulación. En esta oportunidad el aumento de casos fue exponencial. La segunda ola llegó y las preguntas sobre como surfearla pican todo los días en el interior del Gobierno.
“Decían que la cadena nacional no tenía sentido. Hace mucho venimos hablando de la llegada de la segunda ola”, sostuvo un funcionario cercano al Presidente en la tarde del miércoles, cuando todos los argentinos ya estaban informados de la nueva cantidad de contagios que había en el país. La reflexión esconde una crítica, una ironía, sobre los cuestionamientos políticos y mediáticos que recibió Fernández por hacer una cadena nacional para marcar su preocupación por el rebrote y asumir la tardanza en la llegada de las vacunas.
La intranquilidad crece vertiginosamente en el Gobierno, donde asumen que la semana que viene, cuando tengan los datos sanitarios que reflejen el movimiento durante la Semana Santa, se podrían tomar más medidas restrictivas. Medidas que sirvan como paliativos para ralentizar el crecimiento de los contagios. Frenarlo y romper ese aumento solo se puede hacer con una cuarentena estricta, medida que, por el momento, no está en evaluación.
Es un hecho que, si el número de contagios crece, las restricciones aumentarán. Las decisiones van de la mano de los casos. El Gobierno puede tener una postura frente a la nueva etapa de la pandemia, pero no puede disociar la realidad sanitaria de la decisiones políticas. Por eso en Balcarce 50 reconocen que al ritmo en que crecen los contagios habrá que profundizar las medidas.
La voluntad política de Alberto Fernández es evitar un confinamiento estricto como el que tomaron algunos países de Europa como Francia. No hay margen para frenar la actividad económica. “Más abajo no se puede estar. No podemos volver a freezar la economía”, reconoció una voz gubernamental mientras los medios de comunicación mostraban el nuevo índice de pobreza del 42%. En ese contexto, lo esperable es que si los casos siguen aumentando a un ritmo muy veloz, lo que siga sea otro paquete de medidas restrictivas y focalizadas, y no una cuarentena estricta.
Si bien no está definido qué medidas podrían aplicarse después de las Pascuas, en el oficialismo no descartan avanzar con una restricción nocturna en todo el país - que debería ser el resultado de un acuerdo con los gobernadores -, reducir la cantidad de personas en encuentros sociales y ajustar los controles en el transporte público para evitar que viaje gente que no es esencial ni tiene la habilitación para hacerlo. Además, se analiza la aplicación de cuarentenas focalizadas en las ciudades más complicadas.
En el corazón del Gobierno asumen con resignación que la segunda ola impactará con fuerza en poco tiempo y que la cuarentena solo es una opción viable si el sistema sanitario está al borde del colapso. Ese escenario destruiría la voluntad política del Presidente. Sería imposible sostenerla frente a un desmadre de contagios en pocos días.
“Las decisiones sobre la pandemia siempre están a medida de los índices”, explicó un funcionario a Infobae. Eso quiere decir que si los casos se multiplican rápidamente el Gobierno tendrá que recalcular las medidas, su discurso y su proyecto político sanitario para los próximos meses.
Según el último reporte del ministerio de Salud, en el AMBA, la zona con mayor concentración demográfica del país, las camas de terapia intensiva están ocupadas en un 61,5%. Los pacientes que las ocupan no son solo de COVID-19, también tienen otras patologías. Eso quiere decir que un aumento de casos de coronavirus podría comprimir el sistema en el corto plazo.
Frente a la necesidad de evitar todo lo que se pueda las medidas restrictivas más extremas, en el Gobierno apuestan a acelerar el plan de vacunación como principal herramienta para combatir la segunda ola de COVID-19. Con un paquete de 2.500.000 de dosis que terminarán de tener en su poder cuando este jueves lleguen más de un millón de dosis desde China y Rusia, el oficialismo inicia una nueva etapa de emergencia dentro del esquema de vacunación.
La estrategia sanitaria es vacunar lo más rápido posible a los mayores de 60 años. El objetivo de la cartera de Salud que conduce Carla Vizzotti es vacunar a 4 millones de personas en abril y un número similar en mayo. Para que eso ocurra es necesario que el Gobierno logre cerrar los embarques de vacunas y se mantenga la fluidez en la llegada de vuelos al país. De ser así, el plan de vacunación tomará ritmo y volumen.
El dinamismo de la pandemia marca a fuego las decisiones del gobierno nacional sobre el escenario sanitario. La realidad de hoy es diferente a la de mañana y puede ser extremadamente desigual a la de dentro de quince días. Por eso las medidas no están decididas pero sí en evaluación. Día a día. Minuto a minuto. En el Gobierno aseguran que no existe otra forma de gestionar la pandemia.
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