La preocupación crece sostenidamente entre las paredes de la Casa Rosada. En la noche del lunes, después de que el ministro de Turismo, Matías Lammens, anunciara que la gente iba a poder viajar con normalidad durante las Semana Santa, el ministerio de Salud informó que en el último se día se habían registrado 14.014 casos de coronavirus en el país, la cifra más alta desde octubre. Un número muy elevado que en el Gobierno ya no estaban acostumbrados a ver.
Pocas horas antes del anuncio oficial y del parte sanitario, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, que conduce Roberto Salvarezza, publicó un comunicado anunciando que se habían detectado casos de las variantes de Reino Unido, Manaos, Río de Janeiro y California sin nexo epidemiológico ni contacto estrecho con viajeros. Una mala noticia.
Lo expuesto por la cartera de Ciencia es un retrato del complejo escenario sanitario que se avecina en Argentina con la llegada de la segunda ola de coronavirus. El gran temor del gobierno nacional es que la cepa Manaos empiece a circular a toda velocidad por el país y ponga en jaque el plan de contención que dispusieron en los últimos cinco días con un paquete de medidas. Es una cepa más contagiosa y más letal que la circuló en Argentina el año pasado.
Que los casos registrados con la nueva cepa no tengan un nexo epidemiológico quiere decir que las autoridades sanitarias no saben cómo se contagio esa persona. La deducción inmediata es que el virus está circulando entre los ciudadanos y hay que frenarlo controlando la circulación de la gente. Los epidemiólogos lo repiten con frecuencia. Si la gente circula, el virus también lo hace.
En los últimos días el Gobierno comunicó una batería de medidas para controlar la llegada de las nuevas cepas y frenar el crecimiento de los contagios. Suspendió vuelos desde Brasil, México y Chile, implementó una serie de testeos que deben ser abonados por los pasajeros y estipuló aislamientos controlados por autoridades provinciales y municipales para todos los que arriban al país desde el exterior.
El domingo el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y la ministra de Salud, Carla Vizzotti, agregaron un anexo a esas medidas. Recomendaron a las provincias volver a implementar parámetros estipulados por la cartera sanitaria para determinar si reducen o no la circulación nocturna en las localidades donde haya más casos de Covid-19. Además, solicitaron que tanto estamentos públicos como empresas privadas vuelquen la mayor cantidad de gente al teletrabajo.
Todas las medidas sirvieron para preparar el terreno para potenciales medidas más restrictivas. La película de los últimos cinco días anticipa un escenario de extrema complejidad sanitaria en el que el Gobierno deberá hacer equilibrio entre la multiplicación de contagios, las nuevas cepas latentes, la necesidad de mantener activa la economía y la circulación de la gente. Un desafío complejo donde hay poco margen de acción.
En la Casa Rosada quieren esperar a la semana posterior a las Pascuas para conocer si las decisiones que implementaron surtieron efecto o no. Si la ecuación no cambia, deberán profundizar las medidas para no poner en riesgo el sistema sanitario, que por ahora está lejos de colapsar.
La decisión oficial de avanzar con las medidas está ligada a la idea de cortar el crecimiento de casos antes de que la multiplicación obligue a evaluar un confinamiento. Con la premisa de no frenar la actividad económica y reducir lo mínimo que se pueda la circulación, en el Gobierno evaluaron la posibilidad de aplicar cuarentenas focalizadas en el corto plazo.
En Balcarce 50 nadie piensa en una medida general aplicada a todas las provincias por igual. Cada lugar tiene su realidad, y actualidad, epidemiológica, por lo que focalizar el aislamiento en aquellos distritos que tengan más casos, podría ser una posibilidad para abordar el aumento de contagios.
La restricción en la circulación nocturna es una medida que el Gobierno no aplicó como tal, pero que el último domingo le dio la potestad a los gobernadores de que la apliquen según consideren necesario. Dar un paso más implicaría un acuerdo político con los mandatarios para que lograr que la medida rija en gran parte del país.
Alberto Fernández no quiso romper la dinámica de la Semana Santa que ya estaba planteada en Argentina. Muchos ciudadanos viajarán por el país para tomarse unos días de descanso, lo que implica una bocana de aire para el sector turístico que tuvo una temporada irregular debido a la pandemia.
El comportamiento de la gente será determinante. Por eso los infectólogos que asesoran al Gobierno fueron reiterativos en la necesidad de que los ciudadanos tomen conciencia del peligro que implica la llegada de la segunda ola de coronavirus. Tantos ellos como los funcionarios del gobierno nacional notan un fuerte relajamiento en la sociedad, una vida similar a la que existía antes de la pandemia.
El sistema de alerta mediante la comunicación y un paquete de medidas sin tanto peso específico le sirvieron al Gobierno en el verano para reducir el impacto del rebrote generado en las fiestas, donde la sociedad dejó de lado el comportamiento bajo estrictos protocolos sanitarios.
En los próximos días el gobierno nacional apuesta a aumentar el ritmo de vacunación debido a la llega de más de millones de dosis. El objetivo inmediato es vacunar a los mayores de 70 años cuánto antes. Son los que corren más riesgo con la segunda ola. Más vacunados bajan el porcentaje de internaciones y reducen la tasa de mortalidad.
Las medias oficiales fueron solo un llamado de atención, una señal de alerta de que si los casos siguen en aumento y la transmisión de las nuevas cepas se aceleran, el Presidente tendrá cada vez menos margen para evitar profundizar las medias restrictivas. Fernández tiene que hacer equilibrio en forma permanente. Un ejercicio al que ya está acostumbrado por practicarlo dentro de la coalición política que integra.
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