En plena crisis sanitaria, social y económica causada por la pandemia, Alberto Fernández presidirá una Cumbre del Mercosur que será protocolar, virtual y con una duración prevista de 60 minutos: un tiempo limitado si se considera que Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay enfrentan al COVID-19 en soledad y con temor a una segunda ola que puede ejecutar una tragedia mortal entre la población de los socios fundadores del foro regional que hoy cumple 30 años de existencia institucional.
Las diferencias ideológicas y los estilos personales de los cuatro presidentes conspiraron contra la posibilidad de realizar un acotado homenaje a la estratégica idea de crear un organismo multilateral -pensada por Raúl Alfonsín y José Sarney en 1985, y finalmente consolidada en el Tratado de Asunción de 1991-, para después avanzar en una agenda común que contemple la crisis actual de la pandemia y el diseño de un plan de largo plazo para crecer en un sistema global que aparece incierto y distópico.
El Mercosur es un foro regional que sufre de anomia y es incapaz de resolver sus propias contradicciones. Alberto Fernández considera que se debe fortalecer al organismo multilateral y eso implica postergar la decisión de “flexibilizar” su funcionamiento interno. Jair Bolsonaro, en cambio, apuesta por la flexibilización porque implica la posibilidad de cerrar acuerdos bilaterales al margen de los otros tres socios del Mercosur.
Luis Lacalle Pou y Mario Abdo Benítez, acompañan la posición de Bolsonaro. Para los jefes de Estado de Uruguay y Paraguay ese eventual esquema de flexibilización abre una eventual zaga de tratados con países europeos, asiáticos y Estados Unidos. Uruguay y Paraguay tienen poco riesgo país, baja inflación y no deben 44.000 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Argentina se opone a la flexibilización empujada por Bolsonaro, Lacalle Pou y Benítez, y como esa reforma estructural necesita la voluntad de los cuatro socios, el Mercosur seguirá con una lógica jurídica y comercial aprobada cuando aún existía la Unión Soviética y nadie conocía a Barack Obama.
Al margen del debate infructuoso sobre la flexibilización del Mercosur, Alberto Fernández, Bolsonaro, Lacalle Pou y Benítez difieren respecto a la posible solución a la crisis populista en Venezuela. El Presidente argentino considera que el dictador Nicolás Maduro debe formar parte de las negociaciones para abrir una transición democrática, mientras que sus pares de Brasil, Paraguay y Uruguay piensan exactamente lo contrario.
Y este contrapunto geopolítico se confirmó con la decisión de Alberto Fernández de abandonar al Grupo de Lima, un foro multilateral que fue creado para terminar con el régimen populista de Maduro y poner a Venezuela rumbo al sistema democrático. Sólo Brasil y Paraguay integran el Grupo de Lima, pero Uruguay siempre se mostró crítico de Maduro y su gobierno autoritario.
Junto a las desavenencias estructurales que paralizan al Mercosur, se deben añadir las diferencias personales e ideológicas que protagonizan Alberto Fernández y Bolsonaro. Argentina y Brasil son los socios principales del Mercosur, y si sus presidentes no se llevan como sucede hasta ahora, es imposible que el foro regional cambie de velocidad y pueda trazar un plan en vista al mundo post pandemia COVID-19.
Alberto Fernández respalda al Tratado de París sobre Cambio Climático, considera un caso de Lawfare los juicios por supuesta corrupción contra Lula da Silva y apuesta al funcionamiento pleno del acuerdo Mercosur-Unión Europea. Bolsonaro, en estos tres temas claves de la agenda global y regional, está en contra.
Las diferencias internas -estructurales y personales- ahogaron la posibilidad de un debate a puertas cerradas entre los cuatro socios principales del Mercosur. La región padece al COVID-19, y el futuro hacia adelante aparece trágico e incierto. Sin embargo, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay acordaron diseñar una cumbre formal del Mercosur y postergar el debate de fondo para un encuentro que protagonizarán los ministros de Relaciones Exteriores en Buenos Aires.
La cumbre iniciará a las 10 AM. Habrá un vídeo institucional ratificando la intención de unir fuerzas entre los cuatro países y sus asociados. Después cada miembro fundador - Alberto Fernández, Bolsonaro, Benítez y Lacalle Pou- hablará 10 minutos. A continuación, Sebastián Piñera y Luis Arce, como presidentes de los estados asociados de Chile y Bolivia, tendrán 5 minutos a disposición. Y por último, el canciller Felipe Solá utilizará otros 5 minutos para presentar el Estatuto de Ciudadanía del Mercosur (ECM).
Es decir, la Cumbre del Mercosur para repasar su historia y pensar la futura inserción del bloque regional, tendrá una duración formal de 55 minutos. Con una extensión prevista de 5 minutos más, si los discursos se alargan o sucede alguna circunstancia imprevista. Total: una hora.
Un tiempo escaso frente a la segunda ola del COVID-19, la situación económica en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y un tablero internacional difícil de entender y protagonizado por Joseph Biden y Xi Jinping.
Se aguardan discursos muy preparados de Alberto Fernández -que hablará desde el Museo del Bicentenario-, Bolsonaro, Benítez y Lacalle Pou. Y nada más.
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