Las propias internas en temas sensibles -Justicia y Seguridad, los capítulos más recientes- expusieron en pocos días cierto desconcierto y contradicciones del Gobierno, en un ritmo de vértigo alarmante. La semana que concluye con el explosivo enfrentamiento entre Sergio Berni y Sabina Frederic había comenzado con la designación de Martín Soria en el Ministerio de Justicia, final del ciclo que esmeriló a Marcelo Losardo y anticipo de duras batallas en el frente judicial. Pero no es ese el asunto que mayor tensión provoca en Olivos. La preocupación central refiere al coronavirus: la falta de vacunas, la perspectiva de los primeros fríos, las nuevas cepas. Eso gatilló la cadena nacional de Alberto Fernández, un dato político en sí mismo. No ayudaron la factura y la concepción del mensaje, que sólo por un rato alternó con los ruidos de las peleas domésticas.
El resultado es realmente riesgoso. Los datos de agravamiento en las proyecciones sobre la pandemia están a la vista: lo expresan con crudeza las cifras de vacunación. Y, se admite, no será fácil acelerar la provisión de dosis. Todo, incluso esa evaluación, asoma con altibajos en el día a día, con expectativas sobre miles de dosis y decepciones según la marcha de alguna negociación en el exterior. Pero si eso genera sensación de desmanejo, las internas no hacen otra cosa que profundizar la señal.
“Está muy preocupado”, dice una fuente cercana al circuito presidencial. Usa palabras más fuertes. Se trata de las limitaciones que expone el plan de vacunación, con previsible inquietud social, y de la casi imposible alternativa de un duro confinamiento, frente al agotamiento social y el impacto negativo en la economía. Lo admiten en el oficialismo. Y ese doble problema explicaría las inconsistencias del discurso presidencial del jueves.
El mensaje en cadena de Alberto Fernández pareció finalmente orientado a exponer lo que podría venir. Abrir el paraguas, se dice. Si el horizonte que imagina el Gobierno es el que se deja trascender, el Presidente quedó a mitad de camino. Y más bien ajustado a la necesidad de tratar de liberarse de responsabilidades o culpas por anticipado. Apuntó únicamente a problemas de escala mundial -reales, pero exagerados, desde la provisión de vacunas a las nuevas cepas- y pintó una tela que no refleja la política oficial.
Existen además otros gestos incomprensibles, atados al cálculo político, a los increíbles ensayos que supone la idea de imponer agenda. Hubo alguna especulación que se dejó correr sobre el juego de espejo que expondría, de un lado, el Presidente preocupado por la pelea contra el coronavirus y, del otro, Mauricio Macri buscando volver al centro de la escena. Algo de eso expresó el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. No ayudaría a darle la dimensión pretendida a la exposición presidencial.
Alberto Fernández registró el cuadro planteado por los gobernadores en la vuelta a los contactos colectivos y virtuales. Más expresa fue la posición de las provincias del Norte, convocadas para anunciar una baja de aportes patronales para la actividad en esos distritos. El punto saliente en esos diálogos es la situación en las fronteras, con Brasil, especialmente, y con Paraguay. En ese contexto, volvieron los planteos sobre la suspensión o postergación de las PASO. Es algo sobre lo que vienen insistiendo gobernadores peronistas, en primera línea el chaqueño Jorge Capitanich y el tucumano Juan Manzur, y algunos provinciales y opositores, como el correntino Gustavo Valdés.
Sin un plan sólido de vacunación, las especulaciones giran alrededor de cuál sería un nivel tolerable de cuarentena. La cuestión económica -es decir, otra depresión en un terreno crítico- asoma como peor fantasma. Las señales de recuperación, frente a los bajos registros del año pasado y en algunos casos de 2019, son parciales y en algunos rubros. Están en danza tarifas -con muchas prevenciones entre las empresas sobre aumentos y subsidios-, combustibles, paritarias con revisión en el último trimestre por desconfianza sobre las cifras de inflación del Presupuesto, y la negociación de ritmo incierto con el FMI.
Por supuesto, el foco inmediato está puesto en los precios. El primer trimestre va camino a concluir con datos de tendencia alcista, según el cálculo de diversas consultoras. El IPC marcó 4% en enero y 3,6% en febrero. Marzo, dicen, oscilaría en esos registros, según evaluaciones de las dos primeras semanas y anotando el alerta que expuso el índice mayorista del mes pasado, con el 6,1%.
De manera contradictoria, en estos días, el oficialismo se muestra más tomado por las internas que por la atención del delicado horizonte sanitario y sus posibles consecuencias económicas y sociales. Con un agravante: algunos pasos se encaminarían a tensar la cuerda institucional y a escalar en la batalla con la oposición. El último caso, el de Berni y Frederic, lo expone con amplitud.
El ministro bonaerense repuso públicamente y extremó su enfrentamiento con la ministra. Causó sorpresa, pero los gestos más o menos públicos y los más reservados expresaron que la disputa no estaría saldada. Berni fue ratificado por Axel Kicillof, lo cual implica un aval de Cristina Fernández de Kirchner. Frederic recibió el apoyo del Presidente y su equipo. Ningún cambio después del escándalo, al menos hasta ahora.
No termina allí esta entrega. Fuentes del Gobierno nacional dejaron trascender el malestar por la embestida del ministro de Seguridad de la provincia. Y destacaron que también pesó el hecho de que se mostrara con el porteño Diego Santilli, cuando el objetivo de la carga política debería haber sido el gobierno porteño. La ministra de Seguridad nacional se encargó ayer mismo de poner en la mira a la gestión de Horacio Rodríguez Larreta.
Ese gesto, como la línea de cuestionar a Macri y tratar de contraponer “campaña electoral contra campaña de vacunación”, no se produce precisamente en el mejor momento: exhiben una posición a contramano de los esfuerzos conjuntos que demandaría la pandemia. Del mismo modo puede evaluarse la ofensiva sobre el Poder Judicial que proyecta el designado ministro de Justicia.
No es el único punto. El mensaje presidencial no sugirió siquiera algún balance reflexivo sobre las políticas oficiales frente a un cuadro que tendería a agravarse, según los propios datos y la interpretación de ellos que deja trascender el Gobierno. Existen al menos dos puntos de quiebre en este largo año con el coronavirus. El último es el capítulo de las vacunaciones de privilegio, expresión del uso del poder, algo que el Gobierno buscó minimizar en su dimensión y en su impacto. Y el primero fue la despedida a Diego Maradona, una ruptura profunda en el mensaje de las restricciones sociales frente al común de la gente que ni siquiera pudo despedir a sus muertos. Desde allí debería empezar a reconstruirse ahora cualquier convocatoria.
SEGUIR LEYENDO: