Ya no le festejaban los chistes. En el gabinete de Santa Fe a Omar Perotti cada vez le costaba más defender los desplantes de su ministro estrella, y la incomodidad en el Gobierno era cada vez más notable. Con ese cuadro, el gobernador tuvo que tomar la decisión que menos quería, y hacer lo que en política está desaconsejado: entregar la cabeza de un ministro en el mismo momento que se la reclaman.
Pero no tenía salida. Las razones para poner fin a los días del “Picante” Marcelo Sain como ministro de Seguridad fueron varias: se va en medio de un pedido de juicio político en la Legislatura provincial, una polémica por una licitación de armas y después de un escándalo tras la viralización de un audio en el que llamó a los policías “negritos pueblerinos”.
La salida de Sain fue de algún modo bastante pueblerina. Se venía insinuando desde hace varias semanas, pero se confirmó recién ayer al mediodía cuando algunos medios comenzaron a publicar no sólo la noticia de su salida, sino también el nombre de su reemplazante.
Lo sucederá Jorge Lagna (60), un abogado de Venado Tuerto que se define como “peronista, abogado y goleador”. Forma parte del equipo designado por el propio Sain en el Ministerio, como secretario de Gestión Institucional y Social de la Seguridad, y es un dirigente de estrecha relación con el gobernador Omar Perotti. También llegó a jugar al fútbol en la primera de Central, fue dos veces diputado provincial y es coautor de un libro que se tituló “La secta socialista”.
Desde que se empezó a conocer la novedad del cambio a través de algunos pocos medios, pasaron varias horas de incertidumbre y datos confusos. En el medio, el propio Sain parecía seguir en funciones y Lagna era convocado de urgencia a la Casa de Gobierno, a pesar de que hasta el día anterior negaba la posibilidad de su designación.
Recién anoche se confirmó la renuncia del ministro y el nombre del sucesor de boca de los propios protagonistas, que se reunieron con el resto del equipo en la delegación de la Gobernación en Rosario.
La salida de Sain era reclamada por todo el arco político santafesino, cansado de que protagonizara repetidas peleas no sólo con dirigentes de la oposición, sino también del oficialismo peronista. Fue el ex ministro a quien acusó el senador Armando Traferri (PJ) de estar detrás de la investigación en una causa de juego clandestino en la que se llegó a pedir el desafuero del legislador peronista, artífice de la llegada de Perotti al gobierno.
En una pulseada que mantuvo con el ex jefe de Policía de Santa Fe, Víctor Sarnaglia, el gobernador le dio la derecha a Sain y desplazó al comisario, con lo que desde mediados del año pasado tenía también a su cargo el control de esa jefatura y mantenía además en uso de licencia el cargo de director del Organismo de Investigaciones que asiste a los fiscales de la provincia.
Pero hasta ahora, ante cada polémica, siempre había sido confirmado por Perotti. En la trastienda de la política santafesina se decía que el gobernador lo sostenía porque era una especie de “pitbull” con el que asustaba a todos. Pero se creó demasiados enemigos. Se enfrentó con medios, periodistas y siempre parecía a punto de responder con un carpetazo a quien se le opusiera o criticara.
Tan temible era que varias veces se frustró su presencia en la Legislatura que pretendía convocarlo para que explicara las fallas en su plan de seguridad. Los diputados dudaban de la conveniencia de citarlo, temerosos de que protagonizara un show mediático en el que repartiría palos para todos.
Su salida del gabinete será celebrada por la política santafesina a la que le dio un tono de confrontación que no existía. No obstante, el gobierno provincial aclaró que piensa mantener las líneas directrices de gestión que puso en ejecución el ahora ex ministro.
Su propio sucesor Jorge Lagna adelantó en sus primeras declaraciones que “no hay soluciones mágicas” para resolver la inseguridad. La violencia en las calles, el descontrol de las fuerzas policiales y la reiteración de hechos delictivos fueron la principal debilidad de la gestión que llevó adelante Sain, más enfocado en el combate a las mafias que a la inseguridad de la vida cotidiana.
Ese es un cambio que la ciudadanía reclama y que podría reencauzar la gestión de gobierno de Perotti, que ganó las elecciones con el lema “Paz y orden”, y al que la gestión de su ministro no le permitió exhibir mejores resultados inmediatos.
El envío de tres leyes a la Legislatura para reformar la institución policial era la zanahoria prometida por el ministro saliente como solución a todos los problemas de su área, aunque para que fueran aprobadas debían sortear primero las oposiciones propias y extrañas en la Legislatura y recién iban a ofrecer resultados y a ponerse en práctica dentro de varios años.
Con la renuncia de Sain se cae uno de los bastiones del gobierno provincial. Cuando Perotti anunció cambios en el gabinete a fin de año, justificados por la pandemia, se decía que Sain y el ministro de Hacienda, Walter Agosto, eran los únicos inamovibles de su equipo.
Fue precisamente el funcionario que maneja las finanzas el que objetó una licitación de armas que su par de Seguridad había autorizado con algunas falencias que impedían la participación de varias empresas. La objeción fue primero administrativa y después de la Justicia. Tuvieron que hacerse cambios para que pueda seguir adelante.
Simultáneamente apareció un audio con declaraciones racistas y groseras de Sain, recortadas, editadas y subtituladas de una conversación privada que mantuvo un año y medio atrás, que se viralizaron a la velocidad de la luz.
No era la primera vez que se conocían palabras con ese tono del ex ministro. “Es puteador” justificaban en su entorno. Pero esta vez el crédito estaba agotado, y no fue suficiente su salida temporaria de la escena pública como reparación.
Para colmo, cuando intentó volver lo cruzó por twitter el intendente de Rosario Pablo Javkin. “La calle no está para informes ni peleítas”, le dijo en la última pelea que tuvo que enfrentar ya sin fuerzas el ex ministro.
Al propio Gobierno dejaron de cerrarle las cuentas entre el delito que Sain combatía y el futuro que anunciaba, versus las discusiones en las que se enredaba, y que varias veces empañaron buenos momentos de la gestión del mismo gobernador que se cansó de ratificarlo.
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