Alberto Fernández terminó de dilapidar el sentido del viaje a México con sus declaraciones para descalificar el alcance del vacunagate, que ya es bastante más que un vacunatorio VIP. La reacción presidencial en una conferencia compartida con su anfitrión, Andrés Manuel López Obrador -que un día antes había enfatizado distancia con casos como Perú y Argentina-, expresó más que cualquier otro gesto la magnitud del escándalo. No desarmó la agenda formal, sino su sentido final: nada escapa de la densa lógica local. Había buscado cerrar el caso con la salida de Ginés González García, el rápido reemplazo con Carla Vizzotti y la difusión de una lista de vacunados. No alcanzó y llegó entonces la descarga sobre jueces, fiscales, opositores y medios. Con escenografía mexicana, poco quedaba de mensaje y estrategia regionales.
El malestar del Presidente había superado la categoría de enojo difundido para tomar distancia frente a algún episodio negativo o costo autoinfligido. Un dato en sí mismo: el volumen del caso había superado la estrategia inicial de control de daño y la realidad desbordaba a la respuesta. Además, asomaba la necesidad de gestos destinados a las piezas esmeriladas en la primera reacción oficial, empezando por la salida de Ginés González García y la baja de dos legisladores en la comitiva de este viaje. No se trató sólo de los destinatarios referidos, sino del cierre de filas doméstico ante la adversidad.
Alberto Fernández buscó una respuesta que contemplara los rubros más sensibles de su gestión en estos días, empezando por la vacunación, eje sanitario y a la vez político y económico, en un año complejo y con elecciones a la vista. Y finalmente, recurrió a una fórmula repetida en política y extremada por el kirchnerismo: fabricar un enemigo. En este caso, no para confrontar por la marcha de la gestión sino para minimizar un hecho grave.
La letra elegida expone también el sentido doméstico. Pareció dirigida a la franja electoral propia y en especial al núcleo duro, para abroquelarse frente al “enemigo”. Y apuntó de manera expresa a reivindicar la gestión del ministro que debió renunciar y a justificar las vacunaciones antes cuestionadas, es decir, los casos del diputado Eduardo Valdés y el senador Jorge Taiana. Los tres a su manera habían hecho llegar su enorme enojo o malestar, según el caso, en particular el ex jefe de Salud. Con menos peso político pero sí funcional, también Martín Guzmán había dejado trascender sorpresa indignada porque él mismo y su equipo aparecían en la lista de vacunados difundida por el Gobierno.
La lista en cuestión fue presentada como informe final y restringida después con explicaciones sobre lo que califican como vacunaciones a “personal estratégico”, separados de los hechos “reprochables”. Fue parte del argumento para hablar de una operación o invento mediático, como línea discursiva repetida por el jefe de Gabinete.
Quedó claro que la dimensión del caso superaba, incluso en la visión presidencial, los pasos articulados en Buenos Aires por Santiago Cafiero y Vizzotti. Y las declaraciones de Alberto Fernández en México fueron mucho más allá de una razonable respuesta en el exterior, limitada a señalar, en todo caso, lo que consideran su respuesta práctica. No se trataría de una tendencia a la alta exposición mediática, al menos no únicamente. La respuesta del Presidente fue articulada punto por punto, en el orden que se prefiera: descomprimir malestares domésticos, minimizar los hechos y armar un bloque de enemigos.
Hacia el frente doméstico, fue significativo el énfasis para elogiar de hecho la gestión de Ginés González García. También, la justificación de Taiana y Valdés, de Guzmán y por carácter transitivo, del equipo del ministro. El fastidio del jefe de Economía fue por la exposición pública en la lista. En cambio, la situación de los legisladores era más delicada: habían sido bajados del viaje a México en lo que se difundió como un castigo por haber sido de la partida vacunada en el Ministerio.
Para intentar bajarle el tono a la vacunación de privilegio, el Presidente dijo que no se puede considerar un delito favorecer a quienes se “adelantan” en la fila. Más allá de las repuestas en el plano del derecho y de la específica gama de delitos contra la Administración Pública, resultó más impactante desde el sentido común frente a los temores e incertidumbre que sigue generando la pandemia.
Ese paso fue el necesario para escalar contra jueces y fiscales. Con el agregado de una supuesta complicidad para proteger a Mauricio Macri. Y con la pieza que completa el juego: una carga sobre los medios como un todo orquestado y opuesto al Gobierno. Una apelación al discurso kirchnerista duro que ha dejado de ser novedad.
En línea con el Presidente, el jefe de Gabinete sostuvo que lo ocurrido con las vacunaciones irregulares es un hecho puntual, no sistémico. Ese último parece un buen punto para el debate de fondo. La visión del Estado es finalmente práctica. La repetición del privilegio, que en parte expresa el vacunatorio VIP y expone más ampliamente el vacunagate -en diversas áreas del poder, no exclusivamente nacional- dicen que no es un dato aislado. Expresa una concepción.
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