Ginés González García se expuso quizá como nunca antes a la acidez de la política y a la voracidad de las redes sociales. Nada difícil: pronosticó que para agosto estaría vacunada buena parte de la población, pero consideró que en ese mismo mes no estarían dadas las condiciones sanitarias para realizar las PASO. No dijo nada que no sea parte de la estrategia que perfila el Gobierno, aunque dicho en simultáneo hace demasiado ruido. Vacunar masivamente y al menos neutralizar la pandemia del coronavirus es un objetivo central, sanitario por supuesto y también político y económico. Los efectos, si va todo bien, no serían inmediatos. En espejo, el cálculo electoral recomendaría postergar las elecciones primarias y si es posible las generales. Un camino además para tratar de lograr consenso interno en el oficialismo.
El contexto doméstico no es un componente menor, incluso para las lecturas menos críticas de los dichos del ministro y más atadas a la pulseada real por la realización de las PASO. Es curioso también el juego de contradicciones en ese plano. En los últimos días, con aliento de gobernadores -en especial el chaqueño Jorge Capitanich y el tucumano Juan Manzur- había trascendido que sin más demoras sería impulsado en Diputados el tratamiento de la suspensión de las primarias. Sin embargo, en el ámbito legislativo las señales fueron en sentido inverso. Desde el oficialismo y desde la oposición niegan conversaciones en firme sobre este punto, al menos por ahora.
En rigor, el bloque oficialista debe definir cuál sería en concreto el proyecto. Y en ese punto, Alberto Fernández hizo un guiño a los gobernadores, pero no coloco en cabeza del Ejecutivo la redacción de una iniciativa para la pelea con la oposición. En rigor, abrió el juego interno entre la mayoría de los jefes provinciales y La Cámpora, que no quiere sentar antecedente que sea interpretado como abandono de la pelea por espacios territoriales. Ese es el punto. Todos descuentan que Cristina Fernández de Kirchner será decisiva en la confección de las listas de diputados y senadores nacionales, mientras que la pulseada por los cargos provinciales y municipales sería diferente. Máximo Kirchner dio muestras de rechazo a la suspensión de las primarias y eso abrió el tablero doméstico.
Esos movimientos son los que mira con detenimiento la oposición. Varios jefes de JxC recibieron el mensaje directo o indirecto del jefe del bloque del Frente de Todos. La oposición insiste con que deben realizarse las PASO, al tiempo que evita llegar a fisuras con los gobernadores propios -el de Jujuy y el de Corrientes- que se pronunciaron en contra de las primarias. El rechazo es cerrado a las opciones de suspender esos comicios o realizarlos junto a las generales, en una especie de engendro de ley de lemas. La otra idea que circula en el oficialismo es postergar por un mes las fechas. No estaría claro el camino para una negociación incluso con los interbloques considerados más o menos aliados.
Esto último fue sugerido desde el kirchnerismo duro como salida de compromiso. Y fue acompañado por un cambio de argumento, que rápidamente comenzó a ser expuesto en el discurso oficial: el foco ya no debería ser puesto en el “gasto” electoral, sino en el marco sanitario. Tanto es así que hasta la insistencia con el “ahorro” presupuestario empezó a ser referido como un gesto de cierta austeridad frente a los recursos que demandan el sistema de salud y la asistencia del Estado para enfrentar el coronavirus y el impacto socioeconómico de las restricciones.
Pero el componente de los tiempos comenzó a ser fundamental. De hecho, todas las variantes -más allá de las disputas internas- incluyen ese factor. La suspensión y la idea de una suerte de ley de lemas colocan el último domingo de octubre como única fecha, es decir, el día de las elecciones generales. Y la postergación llevaría las PASO de agosto a septiembre y las generales de octubre a noviembre. Eso es lo que circula.
Todo va de la mano con la idea o la esperanza del gobierno en materia social: que la economía comience a dar señales de alivio palpables en el último trimestre del año. La expectativa por ese vuelco tendría a su vez otro componente, como requisito y como hecho en sí mismo: el avance de la vacunación masiva.
Esa evaluación del Gobierno explica en buena medida la contradicción expuesta por Ginés González García. De manera lineal: se destaca el objetivo razonable de una vacunación masiva y exitosa -si se superan las cuestiones operativas propias y ajenas- y a la vez se apela a la descripción de un panorama sanitario complejo como argumento para correr las elecciones en el calendario, a la espera de una mejor situación económica y social.
Lo dijo pero todo junto el ministro. Pronosticó para agosto/septiembre un nivel de vacunación que alcanzaría a todas las personas mayores de 18 años. Y al mismo tiempo, dijo que las elecciones en agosto representarían “un riesgo muy innecesario” porque no estarían dadas las condiciones sanitarias.
Ginés González García volvió al ministerio de Salud como figura superadora en esa área de la interna para distribuir cargos en los días en que Alberto Fernández armaba el gabinete. Un error inicial y grave -la subestimación del coronavirus- modificó el cuadro y precipitó el ascenso de Carla Vizzotti, viceministra de hecho. Algunas declaraciones en toda esta etapa lo expusieron innecesariamente y en algunos casos, fue esmerilado sin cuidado alguno. Ahora, expresó de manera ruidosa un juego que lo supera. Un nuevo pronóstico sobre la vacunación lo hizo avanzar sobre un área que no le es propia -la estrategia electoral- pero tampoco le es ajena.
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