Quién es Eduardo Murúa, el funcionario de Alberto Fernández que fue enemigo de Lorenzo Miguel, asesoró a Hugo Chávez y se reúne con el Papa

Sufrió una dura paliza en manos de una patota sindical cuando militaba contra el líder metalúrgico y luego fundó el Movimiento de Empresas Recuperadas. Hoy ayuda al sector desde un cargo de director en el Ministerio de Desarrollo Social. Su mirada crítica sobre el gremialismo

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Eduardo Murúa, titular del Movimiento
Eduardo Murúa, titular del Movimiento de Empresas Recuperadas y actual funcionario de Desarrollo Social

Su destino pudo haber cambiado ese 3 de junio de 1987, cuando caminaba por la calle Gascón para tomar el colectivo 160, en Almagro, y tres matones se bajaron de un auto y, sin decirle nada, le dieron una paliza inolvidable. Por entonces, Eduardo Murúa era delegado de una empresa metalúrgica y uno de los referentes de una agrupación sindical que desafiaba el poder de Lorenzo Miguel en la seccional porteña del gremio y buscaba presentar una lista opositora en las elecciones de la UOM de 1988.

Pero lo que verdaderamente cambió su vida fue cuando, durante el gobierno menemista, decidió que la forma de enfrentar el cierre de las empresas era ocuparlas para que sus trabajadores se pusieran al frente de la actividad mediante cooperativas. La primera fue IMPA (Industrias Metalúrgicas y Plásticas de Argentina), que entró en convocatoria de acreedores en 1997, con una deuda de 8 millones de dólares y, ante el riesgo de que quebrara, sus 40 trabajadores tomaron las instalaciones y retomaron la producción.

Murúa, más conocido como “Vasco”, participó de la experiencia de IMPA y el paso siguente fue fundar el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), desde donde hace 21 años que ayuda y asesora a trabajadores en circunstancias similares, con un balance impactante: desde el año 2000 fueron recuperadas 416 empresas cerradas por sus dueños y se pudo mantener el empleo de unas 17.000 personas.

En su derrotero de “recuperador serial” de empresas, este militante peronista desde los 12 años que nació en 1961 en Villa Diamante, Lanús, se instaló a lo Gandhi en decenas de oficinas públicas y despachos de funcionarios (como el de Oscar Parrilli cuando era secretario general de la Presidencia de Néstor Kirchner) para esperar respuestas a sus reclamos por los derechos de su sector, la continuidad de los servicios de luz, gas y agua en los establecimientos tomados o la sanción de una ley para que se facilite la expropiación de unidades productivas en crisis y su traspaso en comodato a los trabajadores para la autogestión (una iniciativa que elaboró su movimiento en 2001, nunca fue tratada por los legisladores y en febrero de 2019 fue presentada de nuevo en el Congreso).

Eduardo Murúa: "Se necesitaba otro
Eduardo Murúa: "Se necesitaba otro método de lucha y por eso pensamos en ocupar las fábricas que quedaban vacías"

Gracias a su tarea con las empresas recuperadas, Murúa llegó a ser contactado por funcionarios venezolanos porque, según le confesaron, Hugo Chávez compartía su mirada sobre cómo desarrollar en América Latina el formato de autogestión de los trabajadores. Así llegó a Caracas para entrevistarse con el líder bolivariano, que quería crear un fondo fiduciario de casi USD 50 millones para apoyar a las empresas recuperadas en América Latina, que en la Argentina nunca se pudo ejecutar.

También estuvo dos veces con otro interesado en las empresas recuperadas: el papa Francisco. En la primera visita, en febrero de 2016, Murúa asegura que Jorge Bergoglio -a quien conocía desde que era arzobispo de Buenos Aires- estaba alarmado por las primeras semanas de gestión de Mauricio Macri y que le dijo a él y a otro dirigente de su movimiento: “Ustedes son muy jóvenes, no vivieron el 55. Yo estoy sintiendo lo mismo, una especie de revanchismo de un sector del poder contra el pueblo humilde”.

Hoy, luego de haberse enfrentado a varios gobiernos, incluso al kirchnerismo, se desempeña desde el año pasado como director de Políticas de Inclusión Económica dentro de la Secretaría de Economía Social, conducida por Emilio Pérsico, en la estructura del Ministerio de Desarrollo Social, un cargo que no existía en el Estado y desde donde se administran programas que incluyen líneas de créditos y subsidios para ayudar a las empresas recuperadas.

¿Cómo llegó un activista sindical a convertirse en el cerebro de las empresas recuperadas? Murúa explicó a Infobae: “Es la misma lógica que generamos entre un grupo de compañeros para intentar un recambio de la dirigencia sindical, pero en 1995 nos dimos cuenta de que no alcanzaba con los métodos tradicionales de los sindicatos por las reivindicaciones salariales mientras había una desocupación que iba creciendo exponencialmente. Se necesitaba otro método de lucha y por eso pensamos en ocupar las fábricas que quedaban vacías, que nadie iba a rematar y en donde las máquinas se iban a vender como chatarra. Si no, el trabajador mayor de 40 años, mayoritario en el gremio metalúrgico, iba a quedar desempleado. No teníamos experiencia en autogestión, aunque hubo muchos casos en el mundo y en la Argentina. Por eso dijimos: ocupemos una fábrica y la ponemos a trabajar”.

Eduardo Murúa y el Papa
Eduardo Murúa y el Papa Francisco

Así propusieron a los trabajadores la toma de una autopartista y de un laboratorio que habían cerrado en la Ciudad de Buenos Aires, pero sus dueños pagaron rápidamente las indemnizaciones y fracasó el intento de autogestión. No fue el caso de la siguiente empresa en problemas, IMPA, en mayo de 1998: “Ahí no apareció nadie y con los trabajadores tomamos la fábrica -recuerda Murúa-. Fue un trabajo muy duro, todos los días desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche y sin luz ni gas, que es lo esencial para volver a producir. Nos ayudó el senador (Alfredo) Avelín, que no nos conocía, pero pidió que restablecieran el servicio”.

¿Y la propiedad privada? ¿No hay una parte de la sociedad que puede considerar a esos mismos trabajadores como usurpadores? Murúa lo relativiza. “A diferencia de otros movimientos sociales, nosotros tenemos una gran llegada al conjunto de la sociedad. Diría que el 90% de la sociedad nos apoya porque lo nuestro está muy fuertemente arraigado al trabajo, a la historia de nuestro país con pleno empleo. Quizá haya un 5% o un 10% que plantea el tema de la propiedad privada, pero son empresas que ya están quebradas y sólo tienen destino de liquidación. Además, en una quiebra, la mayor parte de esas acreencias generalmente son los créditos del Estado y los créditos de los trabajadores. Casi toda la actividad privada conoce cómo son estos manejos”.

Para el titular del MNER, “no hay posibilidad de cambio de la realidad de nuestro país si no hay unidad entre los sectores más humildes de los trabajadores y la clase media, y siempre trabajamos en función de eso: abrimos nuestras puertas a los sectores medios, a los hijos de los compañeros de los sectores medios para que hagan cultura, para que terminen los procesos de educación. En IMPA y varias fábricas hoy no sólo producen sino que tienen un centro cultural, un bachillerato para adultos, un centro de salud y la Universidad de los Trabajadores, en todos los casos con acceso abierto y gratuito”.

“Lo mejor que hicimos fue instalarnos dentro del movimiento obrero, ya que casi todos los trabajadores conocen hoy que existe un proceso que no se termina cuando se pone una faja de clausura a una fábrica o cuando el patrón se va y los deja solos -sostiene el actual funcionario-. Nuestro movimiento no tiene una presencia muy fuerte en las calles, sino que su trabajo lo hace para adentro porque si salimos perdemos plata. Estamos todo el día tratando de sostener nuestras fábricas. Igual hago una autocrítica porque no pudimos torcer de alguna manera el brazo del Estado, que todavía no entendió la importancia de que nuestro país tenga una política para que no se pierdan estas unidades productivas. Y si bien somos críticos del sistema, trabajamos con todas las empresas y, de hecho, tuvimos más apoyo de las empresas privadas, sean proveedores o clientes, que del propio Estado”.

Eduardo Murúa, con el ministro
Eduardo Murúa, con el ministro Daniel Arroyo y el secretario de Economía Social, Emilio Pérsico

¿Y ahora que es funcionario de ese Estado que critica? “No me siento mal -confiesa-. Es el día a día y a la noche veo qué pudimos hacer, qué no pudimos hacer y qué podríamos hacer hecho si hubiéramos estado del otro lado del mostrador. El balance del último año fue muy positivo, pese a la pandemia. Dentro del Ministerio de Desarrollo Social la mayor parte de los recursos tenía que ir a los sectores más humildes y no hacia nosotros, que al menos teníamos trabajo. Para nuestro sector quedó un presupuesto reducido, pero de cualquier manera logramos que todas las empresas recuperadas reciban una compensación salarial y que muchas accedieran a subsidios para comprar maquinarias o materias primas, y tenemos 65 proyectos que se van a ir liberando”.

Murúa exhibe como un trofeo otro logro de su sector: Farmacoop es, según dicen, el primer laboratorio recuperado del mundo. Anteriormente conocido como Roux-Ocefa, en 2017 terminó ocupado durante tres meses por sus trabajadores luego de una crisis que incluyó un concurso de acreedores, despidos y un pasivo de 50 millones de dólares. Desde 2019 quedó en manos de una cooperativa formada por sus empleados luego de que la Justicia les concedió que continuaran con la explotación de sus plantas de Villa Luro y Mataderos. Allí, a partir de la pandemia comenzaron a fabricar alcohol en gel y, en alianza con el Conicet, la Universidad de La Plata y el INTI, desarrollaron el primer test rápido que se produjo en la Argentina para detectar anticuerpos de COVID-19.

Este militante-funcionario tuvo una vida intensa. Además de comerciante, su papá fue secretario de prensa del legendario intendente de Lanús Manuel Quindimil y por eso desde chico se interesó por la política. Empezó a militar en la Unión de Estudiantes Secundarios, tuvo un exilio interno en La Pampa durante la última dictadura militar, regresó para instalarse en el barrio de Barracas y trabajar en una parada de diarios en las avenidas San Juan y Entre Ríos. Su primer trabajo como metalúrgico lo consiguió en 1983, enseguida fue elegido delegado y un año después se acercó al entonces dirigente combativo Francisco “Barba” Gutiérrez, flamante titular de la seccional Quilmes de la UOM, en busca de su aval para armar una agrupación opositora a Lorenzo Miguel en Capital.

Murúa, en un encuentro del
Murúa, en un encuentro del Movimiento de Empresas Recuperadas

“Fue una etapa muy interesante -asegura Murúa-, aprendí mucho de los trabajadores, de su capacidad. Yo tenía una mirada muy dura respecto del sector más dominante del gremio, pero hay que entender que no es sólo un problema de la burocracia sindical, sino que también que hay un ida y vuelta entre la conciencia de los trabajadores y esa dirigencia”.

-¿Qué quiere decir con eso?

-Lo que digo es que la burocracia no es solamente una instalación desde el poder sino también una representación de la conciencia de los trabajadores. Hoy creo que los trabajadores eligen ese tipo de dirigentes para no avanzar en sus enfrentamientos con el capital, mientras que antes pensaba que a cierta dirigencia “la instalaba la patronal”. La historia de los dirigentes sindicales es muy interesante y hay muchos compañeros que empezaron peleando y después se desviaron. A mí no me pasó porque sé lo que quiero y tengo un ideología muy firme, pero te podés quebrar. A veces en los dirigentes sindicales se produce el quiebre cuando no se sienten acompañados por las bases. Algunos van mucho al frente y cuando llegan al sillón se van acomodando. Es que el poder es muy seductor y los beneficios son muchos. Terminan diciéndose: “¿Para qué voy a pelear con el capital si los trabajadores tampoco quieren que yo me pelee? Mejor negocio salarios y veo cómo me acomodo”. También hay una dirigencia sindical que en todo el mundo se profesionalizó y perdió el sentido de la liberación del hombre del capital y entró a disputar con qué porcentaje de la renta se quedaba. Y si vos tenés eso solo en la cabeza te puede joder. Es lo que le pasa muchas veces a nuestra dirigencia sindical.

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