Álvaro Zicarelli es analista político y uno de los influencers más polémicos de los medios y de las redes sociales. Pertenece a la agrupación La Nueva Centro Derecha.
En una entrevista sin filtros con Infobae, nos recibió en su departamento de dos ambientes, ubicado en el barrio de la Recoleta, en donde hay más libros que muebles, y cuadros por todos los rincones, que le dan una mística especial a lo que él denomina “su templo”.
Durante la charla, Zicarelli recordó el calvario que vivió en su adolescencia por ser homosexual: “Padecí cosas inenarrables. Desde violencia verbal hasta una posible agresión sexual en manada”. Sin embargo, asegura que eso hoy lo transformó en una persona resiliente.
—Para los que no lo conocen, ¿quién es Álvaro Zicarelli?
—Lo que te puedo decir es lo que hoy por hoy quiero ser: una persona que mueva las placas tectónicas de un sistema que, para mí, ya está muerto, política, social, económica y culturalmente. Realmente lo quiero hacer porque, como pienso hablo y como pienso, actúo. Lo que estás viendo en este momento es nada más y nada menos lo que soy como persona, en lo público y en lo privado. En pocas palabras: quiero hacer bastante lío (risas).
—¿Cómo ve a la sociedad actual?
—Creo que esta es una sociedad llena de corporaciones, que cada una atiende su juego y no piensan en la Argentina como un proyecto de individuos que quieren crecer, que quieren progresar, que quieren vivir en libertad. Hace falta gente que rompa con esos paradigmas, con esas formas de hacer política, de hacer economía, de hacer periodismo, de hacer sindicalismo.
—Si estuviera cara a cara con el Presidente, ¿qué le diría?
—Gobierne. Y que gobierne él.
—¿Quién gobierna?
—Es muy difícil que, a una empresa, a un sindicato o a un partido político lo cogobiernen. No está bueno tener una copresidenta. En primer lugar, le diría al Presidente que rompa el pacto fáustico que hizo con Cristina Fernández de Kirchner. Y que aproveche que tiene a Sergio Massa al lado; que con él convoque a un gobierno de unidad nacional para sacar de manera definitiva a la Argentina de este fango en el que ellos mismos la metieron.
—¿Qué opina hoy de Cristina Fernández de Kirchner?
—¿Tengo que decir lo que pienso?
—Y sí.
—Y, entonces, te voy a decir que es la única persona que conozco que solo puede convivir con el poder y con el dinero, porque creo que no puede convivir ni con ella misma.
Cristina es la única persona que conozco que solo puede convivir con el poder y con el dinero
—¿Con qué partido político se siente más representado?
—Yo hoy me siento consustanciado con la idea de construir un gran polo republicano opositor del centro a la derecha, y voy a utilizar una frase que no va a caer muy bien ni en un lado ni en el otro: que sume a todos aquellos que hicieron bien y muy bien las cosas durante el gobierno de Mauricio Macri, y que vengan todos los que tienen que hacer bien y muy bien todo aquello que Macri, por desgracia, hizo muy mal.
—¿A quién rescataría del gobierno de Macri?
—Creo que los que hicieron bien y muy bien las cosas en el gobierno de Mauricio Macri, si hay que nombrarlos, son: Patricia Bullrich, Guillermo Dietrich, sus dos cancilleres, la canciller Malcorra y el canciller Faurie, Andrés Ibarra, Hernán Lombardi y los que hoy llaman los Halcones.
—¿Qué es lo que más le avergüenza de la política?
—El cortoplacismo. El atar todo con alambre. El pateemos los problemas para adelante. Los políticos viven con el piloto automático, si más o menos algo les sale bien lo dejan funcionar. No ven que este es un mundo cada vez más complejo, más dinámico, más problemático.
—¿Cómo ve a la comunicación del Gobierno actual?
—Y, lo que pasa es que el medio es el mensaje, entonces, el desastre que vemos en las redes sociales es el reflejo del desastre que es este gobierno.
—¿Cómo se maneja con las redes sociales?
—Producto de la pandemia tuve que trasladar mi presencia en los medios tradicionales a las redes sociales, y bueno, tuve un crecimiento que agradezco muchísimo a los miles y miles de seguidores que confían en mis análisis. Además, hay algo que también me caracteriza como persona, yo nunca le voy a decir a nadie lo que quiere escuchar, yo le voy a decir todo aquello que, producto de mi estudio, mi análisis y mi comprobación, creo que es lo correcto que tiene que escuchar. Yo no soy un demagogo.
—¿Siente que su palabra influye en los demás?
—Sí.
—¿Cómo se da cuenta?
—Cuando muchísimos jóvenes, que durante años se desinteresaron por la política, me empezaron a pedir que me involucre activamente y que los represente. Ahí me di cuenta de que mi mensaje estaba llegando y que se estaba entendiendo, que es lo más importante.
—¿Qué le diría a los jóvenes?
—Que se involucren, parece un cliché, pero que se involucren. El lugar que no ocupan los buenos lo ocupan los malos.
—¿Ser homosexual le generó algún tipo de problema?
—Ser homosexual implica en mi vida lo mismo que para vos ser castaña, por ejemplo. Es una condición normal. Para mí ser homosexual es como tener bigote o no tenerlo; ser blanco o ser moreno. Es una condición más. Detesto a todo aquel que hace de su condición homosexual un kiosco.
—¿A quién se refiere?
—Todos aquellos que, por ejemplo, quieren ser el primer diputado gay, el primer ministro gay, el primer presidente gay. Como si eso fuera una cucarda que habla de tu condición ética, moral o de tu capacidad para la gestión pública o privada. Siempre repudié eso. Y decir que yo viví dos décadas muy jodidas para el homosexual, la primaria en la década del 80 y la secundaria en la década del 90, donde ser homosexual era un estigma. Aun así jamás me victimicé, padecí cosas inenarrables, en momentos donde incluso si uno las denunciaba el que te tenía que ayudar se reía o justificaba lo que te pasaba. Sin embargo, eso me transformó en una persona resiliente.
—¿Qué fue lo que más padeció?
—Supongo que las cosas que padecí siguen pasando, nada más que hoy hay un marco al que uno puede recurrir para pedir ayuda. Viví cosas terribles. Desde violencia verbal a física, y dentro de la física la posible agresión sexual en manada.
—¿En qué lugar fue la agresión?
—En el colegio. Yo cursaba la primaria, y mis agresores iban la secundaria.
—¿Denunció el hecho?
—En ese momento uno no tenía en la cabeza que eso se tenía que denunciar. Por suerte llegó una tercera persona que impidió el acto. Lo que creo que iba a ser una agresión sexual, comenzó como un acto de violencia en un baño del colegio y hoy mirando para atrás me doy cuenta de que si no llegaba esa tercera persona iba a terminar en algo peor.
—¿Se lo contó a su familia?
—Que yo vivía actos de discriminación, de violencia, sí. Así tan puntual como te lo estoy contando, creo que se están enterando en este momento. Por suerte he tenido una familia muy cariñosa, muy afectuosa, muy contemplativa, aunque uno de mis padres no supo comprender rápidamente mi decisión de decirles, de forma abierta, que mi condición natural es ser homosexual. Aun así, eso no generó ningún acto de violencia intrafamiliar, todo lo contrario. Pero repito, era muy difícil en ese momento reclamar por la integridad de tu hijo frente a actos de estas características cuando tenías, por ejemplo, profesores que te decían: “Bueno, hablá como varón, ponete a jugar a la pelota si no querés que te peguen o que te discriminen”. Ahora, eso sí, yo estoy convencido de algo: si mi madre hubiera sabido que yo fui casi víctima de un acto de este tipo, creo que mataba a alguien.
—¿Cómo marcó su vida ese episodio?
—Lo que me enseñó es que es el individuo el que se tiene que defender. Es el individuo el que se tiene que hacer respetar. Es el individuo el que tiene que exigir ser respetado. No tolerado, respetado. Yo no tengo por qué ser tolerado. Yo, por mi condición sexual, que repito, es una condición natural, no soy ni peor persona que otra, ni hago peores cosas que otro, ni mucho menos cometo un crimen por ser quien soy. Eso sí, tampoco me siento diferente al heterosexual, yo soy un igual y lo que siempre exigí es igualdad ante la ley. Entonces, lo que me marcó ese hecho de violencia es que el primero que se tiene que cuidar es uno mismo. Y a partir de ahí nadie está por encima para dañarme, para hacerme sentir inferior, para rebajarme o para humillarme.
—¿Cuáles son sus planes para este 2021?
—Bueno, ya lo dije públicamente en otras entrevistas, me presento como precandidato a diputado. Pero quiero hacer una aclaración, esa precandidatura va a estar sujeta exclusivamente al éxito de esa construcción opositora que va del centro a la derecha, que suma todo lo mejor del gobierno de Cambiemos más todos los que tienen que venir a hacer muy bien lo que no hizo bien Cambiemos, porque si no hay un triunfo de la oposición en el 2021, no hay 2023. La bala de plata es hoy, en el 2021. Contra el kirchnerismo, contra el populismo y contra el proyecto de país pobrista, atrasado y aislado que ellos representan. Así que, en definitiva, voy a estar en el lugar que haga más exitoso a ese proyecto.
—¿Cómo cree que nos ven en el mundo?
—Pésimo. ¿Cómo nos pueden ver en el mundo si tenemos un canciller que con suerte habla argentino y estupideces? ¿Cómo pueden vernos en el mundo si la política exterior argentina en vez de estar dirigida por un canciller y todo el gran equipo de diplomáticos de carrera de la Cancillería, la maneja Gustavo Béliz y Jorge Argüello, a los que tengo el máximo respeto en su relación con Estados Unidos y Europa… a Cecilia Nicolini con Rusia… a Sabino Vaco Narvaja haciéndole un golpe de palacio al embajador Kreckler en China y a Felipe Solá que no sé ni con quién habla…?
—¿Tiene contacto con Alberto Fernández?
—Lo tengo, poco, menos de lo que tenía antes. Siempre muy cordial, muy respetuoso, incluso cuando le he mandado mensajes bastante críticos de las medidas que toma.
—¿Y le responde?
—Sí, él responde con absoluta cordialidad, puntualidad, no le escapa a las balas.
Ping Pong
—¿El Papa?
—Una gran desilusión.
—¿Por qué?
—Porque esperaba otra cosa. Esperaba un hombre que piense su papado a nivel global y terminó siendo un puntero del PJ.
—¿Alberto Fernández?
—Un Presidente que no sé si asumió todavía.
—¿Cristina Fernández?
—Dañina, cínica, en el sentido político del término, muy inteligente y de las pocas políticas que usa el circo y la farsa para lograr hechos políticos trascendentales para todo.
—¿Elisa Carrió?
—Una gran estratega y la mayor superviviente política que he conocido en este país.
—¿Patricia Bullrich?
—La líder indiscutible de la centroderecha argentina.
—¿María Eugenia Vidal?
—Una gran mujer, castigada, de manera injusta, electoralmente en la provincia de Buenos Aires; hoy los bonaerenses están pagando ese error.
—¿Marcos Peña?
—Espero que se retire definitivamente de la política y que tenga un gran futuro en el sector privado.
—¿Horacio Rodríguez Larreta?
—El mejor gobernador de la Argentina.
—¿Lo ve como presidente?
—Creo que va a eso.
—¿Santiago Cafiero?
—El nieto de Antonio, el hijo de Juan Pablo y el sobrino de Mario.
—¿Máximo Kirchner?
—Un peligro para la democracia.
—¿Por qué?
—Porque tiene más ambiciones y menos escrúpulos que su padre y su madre. Y encima es inteligente, más joven y mejor rosquero.
—¿Gabriela Michetti?
—Una gran dirigente, un gran ser humano que no construyó políticamente lo suficiente que podría haber construido.
—¿El político más temido?
—Mauricio Macri hoy.
—¿Por qué?
—Pero fijate, ¿qué va hacer, qué no va hacer?; ¿qué dice, qué no dice?; ¿se presenta, no se presenta? Todo gira en torno a Mauricio Macri, claramente genera mucho temor en todos los sectores.
Seguí leyendo: