El presidente Alberto Fernández, en la segunda jornada de su visita a Chile, brindó una conferencia magistral en la sede central de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Durante su exposición, señaló que es en “el conocimiento” donde se encuentra “la riqueza del futuro” y destacó la importancia de la gratuidad de la educación pública en la Argentina. En ese marco, se refirió a Domingo Faustino Sarmiento como el responsable de la instrumentación del guardapolvo blanco como prenda escolar: un error histórico bastante frecuente.
“La educación pública no empezó en la universidad. Empezó en la escuela primaria, cuando en el siglo XIX liberales de la mejor cepa, como Sarmiento o Alberdi, propusieron que todos los chicos en la Argentina tuvieran un lugar donde aprender y maestras que los eduquen. Eran muy liberales pero entendían la importancia de esa educación y no la dejaron en manos privadas. La asumieron como parte de la responsabilidad del Estado. Y hasta Sarmiento tuvo una idea maravillosa, y es que todos los chicos vayan al colegio con un guardapolvo blanco, un delantal blanco, para que toda diferencia social quede oculta debajo de ese delantal blanco y todos sean tratados del mismo modo”, fueron las palabras de Alberto Fernández en su conferencia.
El motivo de la instrucción del guardapolvo -promover la igualdad en el alumnado- fue acertado, pero no así la competencia de Sarmiento en este asunto. Con un simple repaso cronológico por los hechos se puede apreciar la diferencia entre el año de fallecimiento del ex Presidente, ocurrida en 1888, y el de la aprobación oficial del uso de la prenda escolar, en 1919, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen.
Cuando Sarmiento murió, el guardapolvo blanco todavía no formaba parte de la educación pública. Recién en 1915, la maestra Matilde Filgueira de Díaz de la escuela Cornelia Pizarro (que hasta el día de hoy se encuentra en la calle Peña 2670, en el barrio de Recoleta) reunió a los padres del colegio para decirles que la ropa de los estudiantes ponía de manifiesto su condición social y generaba divisiones.
En un comienzo la mayoría de los padres del colegio se opuso a la medida y no fue aprobada. De todas formas, el debate continuó y hasta se intensificó, llegando a otras escuelas y otros ámbitos más allá del escolar.
La idea de que el guardapolvo fuese blanco estaba basada en el ambo de los médicos por su estrecha vinculación con la salud. Un tema netamente de actualidad: se consideraba que el colegio podía ser un espacio de propagación de enfermedades. Por lo tanto, se le prestaba particular atención a la limpieza del lugar y la higiene de los alumnos.
La discusión por este tema continuó a lo largo de todo el año y el 23 de diciembre de 1915 el Consejo Nacional de Educación, presidido por el doctor Pedro Narciso Arata, recomendó al personal docente que usara guardapolvo en la escuela y que les inculcaran a los alumnos de primaria “vestir con sencillez”.
Al año siguiente, el reconocido médico Genaro Giacobini, concejal y benefactor de los barrios del sur de la Ciudad, pidió que se otorgara una subvención mensual para el Consejo Escolar 19 (Parque Patricios y Pompeya) destinada a alimentos, útiles y ropa para los alumnos. Por primera vez, se contempló el guardapolvo.
Finalmente, el 1 de noviembre de 1919 se aprobó oficialmente la recomendación de usar guardapolvo blanco, considerándolo “uniforme característico del traje escolar”. Fue durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, a través de la instrucción de su ministro de Justicia y Educación, el riojano José Santos Salinas. De esta manera, el ciclo lectivo de 1920 fue el primero en el que el guardapolvo llegó de forma masiva a los colegios primarios. La obligatoriedad de su uso recién tuvo lugar 22 años más tarde, en 1942.
La conferencia de Alberto Fernández
El Presidente convocó a que Latinoamérica se constituya en “un continente unido para poder enfrentar el desafío que se viene” y superar los impactos del coronavirus. En ese sentido, dijo que la pandemia “es mucho más que una enfermedad que se ha llevado vidas”, ya que “ha dejado al descubierto la insuficiencia de un sistema”. Por ese motivo, llamó a “barajar y dar de nuevo” en las sociedades latinoamericanas.
“No hablo de la insuficiencia del capitalismo, sino de recrear un capitalismo más humanitario. Porque este capitalismo de los derivados financieros, donde fortunas se hacen en minutos simplemente por apostar a un bono o a una acción, la verdad es que hace ricos a muchos, pero posterga a millones de seres humanos en el mundo”, reflexionó al brindar su discurso en la Sala Raúl Prebisch.
Al respecto, indicó que la pandemia visibilizó que “las bases económicas no eran sólidas, las bases sociales eran débiles, la injusticia existía y quedó al descubierto que la desigualdad era un problema que se expuso en su modo más perverso”.
“Gobernar la Argentina no es cosa fácil. Pero en un mundo globalizado, donde la necesidad del multilateralismo se impone cada vez más, nosotros necesitamos ser un continente unido para poder enfrentar ese desafío que se viene”, afirmó. Fue entonces que llamó a construir “un multilateralismo que parte del principio de solidaridad”.
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