Jaime Durán Barba: “Cristina Kirchner es la persona que ha tomado el poder en Argentina”

El consultor de imagen y artífice de las campañas electorales de Mauricio Macri considera que es la vicepresidente la que toma las decisiones en la actual gestión. Cómo ve al Presidente, la gestión de la pandemia, el futuro de Rodríguez Larreta y lo que le pediría a Máximo Kirchner

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"A Máximo Kirchner le reclamaría un poquito más de preparación. Este mundo es muy complicado"

En una entrevista distendida pero descarnada, el consultor y asesor político ecuatoriano Jaime Durán Barba opinó sobre el desempeño de la dirigencia argentina y mundial durante la pandemia. Todavía confinado en Quito, mientras espera ser vacunado en los próximos días, accedió a una entrevista con Infobae. Habló sobre el presente y el futuro de Mauricio Macri, y aseguró que Cristina Kirchner es quien verdaderamente conduce el actual gobierno.

Se atrevió a decir que a nivel mundial hay “un vacío de poder total” en el rol ejecutivo respecto de la pandemia de coronavirus, y expresó que es necesario entender que debe cambiar la concepción de liderazgo porque la gente cambió.

—¿Quién fue el personaje mundial de 2020?

—Los personajes se han deteriorado bastante. Yo creo que fue un año en el que casi todos los presidentes, desde Jair Bolsonaro a Donald Trump, pasando por Boris Johnson y otros, demostraron no estar a la altura del enorme problema que se armó con la pandemia. A nivel mundial lo que ha habido es un vacío de poder total. Probablemente, el personaje más lúcido del mundo haya sido Bill Gates, que ha orientado mucho, que ha hablado con solvencia sobre temas que no le corresponden además, como la medicina. Pero en la política creo que estamos en un momento de crisis descomunal. Descomunal. El liderazgo político se ha devaluado de una manera brutal.

Durán Barba comparó a Cristina Kirchner con Rosario Murillo, la esposa del presidente de Nicaragua y, según él, verdadero poder detrás del trono

—¿Y el personaje 2020 de Argentina?

—Yo creo que, sin dudas, Cristina Fernández es la persona que ha tomado el poder en Argentina. Ha demostrado que tiene una capacidad de avance y de provocar miedo en su entorno, lo que la ha llevado a ser algo muy semejante a la señora (Rosario) Murillo, que es una vicepresidente que gobierna Nicaragua escudada en un militar decrépito, que es el coronel sandinista ¿no? [N. de la R.: en referencia a Daniel Ortega]. Murillo maneja Nicaragua, realmente. El presidente no opina. Algo semejante ha hecho Cristina, avanzando sobre el poder de una manera muy impresionante. Creo que es un personaje, sin dudas, importante.

—¿Quién le tiene más miedo a Cristina?

—Todos.

—¿Todos?

—Sí. Sí. Es un caso muy curioso para el estudio de la política, una persona que logra producir temor en el Presidente, en los aliados, en los diputados, en todo el mundo.

—¿Entonces cuál es el rol del Presidente hoy?

—Es un delegado que acompaña a Cristina Fernández, pero finalmente la que manda es ella, en todo.

—¿Mauricio Macri también le tiene miedo a Cristina?

—No, los que le tienen miedo son los peronistas. Los de la oposición, no creo.

—Recientemente el ex presidente dijo que sentía una fuerte persecución judicial. ¿Macri no le tiene miedo a Cristina?

—No creo que tenga miedo, no. No creo que tenga miedo porque tampoco tiene razón para tenerlo. Hay una persecución como suelen hacer este tipo de Gobiernos de orden totalitario. A ver, si hubiese algún ministro de Mauricio, o un viceministro, que se hubiera asomado en un convento con nueve millones de dólares, bolsos y una ametralladora, claro, Mauricio estaría contrariado diciendo “¿y ahora qué hago?” Si hubiese algún chófer que recaudaba plata y que tomó nota detallada de cada día y de las sumas y de las personas, datos que luego fueron ratificados por decenas de testigos, Macri estaría nervioso. Si su secretario, que fue implicado tontamente en lo del espionaje cuando fue allanado, hubiese tenido millones de dólares y propiedades en Miami, estaría nervioso. Pero ningún secretario de Macri está en eso, ningún funcionario de Macri llevó bolsos. Ningún chófer tiene relación con coimas. El de Macri fue un gobierno limpio. Entonces, no creo que esté nervioso, porque no hay razón.

—¿En qué hay que focalizarse para revertir la ausencia de líderes políticos?

—Ante todo hay que entender que debe surgir un nuevo tipo de liderazgo. La gente evolucionó, y con la pandemia cambió muchísimo. Venía dándose ya la revolución, la cuarta revolución industrial, hace rato que estaban cambiando las cosas. La gente se había vuelto mucho más horizontal. Ahora el niño no obedece ciegamente al padre, ni el estudiante al maestro. Yo soy una persona que se ha dedicado a estudiar toda la vida, pero cuando mi nieto me pregunta algo y yo le doy una respuesta, me mira con sospecha y consulta en Google. Ese es el mundo en el que vivimos. Entonces la política tiene que reciclarse. Tenemos que ir a una política que sea mucho más horizontal, que escuche mucho más a la gente y que tenga más bases científicas. En Argentina tenemos el tema de que hay demasiada ideología. Algunos políticos viven en un mundo de fantasías y tratan de que la realidad se acomode a la fantasía.

—Cuando dice “algunos políticos”, ¿a quiénes se refiere específicamente? ¿Puede ponerles nombre y apellido?

—A muchísimos. Es un ambiente que hay en Argentina. O sea, mucha gente de izquierda cree que es una gran cosa revolucionaria hacer negocios con Rusia, y no se dan cuenta de que objetivamente Putin no es líder del proletariado mundial. Eso pasaba hace años. La Unión Soviética ya se disolvió. Putin es un zar peligroso que manda a matar adversarios en cualquier sitio, y envenenarlos. Es un tirano, pero no es un líder proletario. Pero es como que no lo ven. “Es revolucionario, vamos a hacer negocios con Putin”. Bueno…

—¿Cómo está hoy su relación con Juntos por el Cambio? ¿Sigue trabajando para ellos?

—No trabajo para ellos, pero tengo un contacto muy frecuente con varios de ellos. Con los que conocí durante muchos años y he compartido ideas, experiencias y demás. Entonces sí, mantengo buena relación con varios dirigentes de Juntos por el Cambio.

—¿En la actualidad asesora a alguno de ellos?

—No, no asesoro a nadie. Pero hablo mucho con Horacio, con Mauricio, con María Eugenia, con Marcos. Con un montón de gente más, con Dietrich. La gente que empezó este proyecto hace quince años en la Ciudad y que ha permanecido en él.

"Macri no debe hiperactuar para competir con el Presidente, pero sí defender sus puntos de vista"

—¿Qué debería hacer Mauricio Macri en 2021?

—Yo creo que lo que está haciendo. No hiperactuar para tratar de competir con el presidente, porque el presidente debería ser presidente, y tener una voz que defienda sus puntos de vista. A mí me parece que lo que hace Mauricio es correcto.

—En lo personal, ¿qué le sugeriría al ex presidente?

—No le sugeriría nada, pero es una voz muy importante y autorizada, porque es un ex presidente que hizo muchas cosas importantes. Diría que es el ex presidente argentino más conocido en el mundo, por lejos. Por lejos el más respetado. Yo todos los meses hablo al menos con un presidente distinto. De varios países. Bastantes. Y todos ubican a Macri, pocos se acuerdan del nombre del presidente Fernández.

Macri es el ex presidente argentino más conocido y respespetado en el mundo, por lejos

—¿No saben que el actual presidente se llama Alberto?

—No. Dicen… “este señor que tiene el apellido de Cristina Fernández”. Tiene imagen cero en el mundo. Mauricio tiene una fuerte imagen en el mundo.

—¿Le aconsejaría a Macri que se vuelva a presentar para presidente?

—Es complejo, hay que ver qué pasa en tres años. Hay que ver. Es muy incierto el futuro de Argentina. Hay demasiada improvisación. Demasiadas idas y vueltas. No se sabe bien quién es el presidente. Es muy desconcertante lo que ocurre en el país. Pensar qué es lo que pasará en tres años es aventurado.

—¿Cómo define el trabajo de Horacio Rodríguez Larreta durante el primer año de Alberto Fernández?

—Luchando por la Ciudad, por los intereses de la Ciudad, haciendo lo que puede. Enfrentando el lío de la pandemia, que no ha acabado. A ratos, y esta es una de las razones por las que ha resurgido esta nueva ola de enfermedad y de muerte, mucha gente dice “no, ya pasaron unos meses, no hay problema, viva la farra, salgo a tomar unos tragos con mis amigos”. Y eso es lo que nos está matando. No está controlado este virus. Es más, estos nuevos brotes que hay de virus evolucionados todavía no acaban de ser analizados. Estamos en una situación de peligro mundial. Esto es peligrosísimo.

—¿La separación matrimonial de Larreta puede debilitar su imagen política?

—No. Macri estaba divorciado dos veces. Velazco Ibarra también estaba divorciado. No tiene que ver lo uno con lo otro. Me da mucha pena, conozco a Bárbara [la esposa de Rodríguez Larreta], la quiero muchísimo, me parece una mujer que tiene espíritu. A mí me gustan las mujeres emprendedoras, que hacen una cosa, hacen otra y hace sus bodas, etcétera. Tiene mucha vida. Sus hijas son una maravilla. Conozco muy bien a esa familia. Y me da pena que se haya disuelto. Les tengo mucha estima a Horacio, a Bárbara y a las niñas.

—¿Qué opina sobre la quita de la coparticipación de la Ciudad?

—Es una barbaridad del Gobierno central. Perseguir a una ciudad porque no vota por sus satélites es un acto de salvajismo.

—¿Larreta se sintió defraudado por Alberto Fernández?

—No. Creo que nunca estuvo demasiado ilusionado como para ser defraudado después.

—¿Confía en las vacunas actuales contra el COVID-19?

—Hay vacunas que se han hecho con seriedad: fase 1, fase 2, fase 3, y sobre todo aquí hay un punto para mí importante, que fueron hechas en países democráticos. El papel de la prensa es absolutamente vital para que funcione una sociedad. Si una persona con la que estaban experimentando los de Pfizer o los de Moderna en Estados Unidos se enferma o muere, el Washington Post, el New York Times lo publican, perfecto. Si ocurre eso en Alemania, igual. Por eso es tan buena la democracia. En los países totalitarios, como en China, una enfermera que dio el alerta del COVID hace años, cuando empezaba la cosa y no le hicieron caso, es condenada a cinco años de reclusión por inquietar a la sociedad. En Norcorea no hay enfermos de COVID. Al que se enferma lo matan y listo, la estadística sigue en cero. Pero no es la forma de combatir una enfermedad. Lo mismo pasa en Rusia. ¿Es posible creer que si algo sale mal con un enfermo van a publicarlo los medios rusos? No, matan al enfermo y no ha pasado nada.

—¿Qué rol juegan los medios en esta pandemia?

—La democracia tiene problemas, tiene dificultades, la prensa es una complicación, a veces exagera, a veces corre, pero es la garantía de que las cosas funcionen. Es importantísimo, para confiar en una vacuna, que haya sido producida y testeada en países democráticos en donde la prensa pueda dar el grito de alarma si la vacuna no funciona.

—¿Se vacunaría hoy?

—Sí, sin duda. Me voy a vacunar en quince días.

—¿Qué vacuna se va a aplicar?

—Sé que llega la Pfizer a Ecuador, en quince días, la Pfizer va a estar masivamente en Ecuador. Van a vacunar a todo el mundo. Y claro, yo tengo prioridad, por mi edad, 73 años, mi diabetes y mi alta presión arterial. Entonces me inscribí.

—¿Se va a vacunar en su casa o en un hospital?

—No sé, primero hay que conseguir la vacuna (risas).

—¿No le da miedo?

—No. Porque está bien hecha. Yo leo permanentemente la revista The Lancet, que es lo mejor en medicina, y veo qué pasa con los experimentos. Los Gobiernos eficientes del mundo, por el momento, aprobaron la de Pfizer, están aprobando la de Moderna, y personajes como el mismo presidente Biden, su señora, gran parte de los líderes políticos de toda Europa, se han puesto la Pfizer. Porque está garantizada. En el caso de Rusia, Putin no se pone su propia vacuna. Por sentido común, uno tiene que pensar que algo está pasando.

—¿En algún momento tuvo miedo de contagiarse o de morir de COVID-19?

—Todo el tiempo. Hubo momentos en que en Quito colapsó el sistema sanitario. No había ninguna cama en ningún hospital. Ahí uno se asusta, porque no solo es la pandemia. Yo vivo en un departamento muy cómodo, amplio, pero me he cuidado al máximo, porque ¿y si me tropiezo y me rompo un pie? Voy a la clínica. Y en la clínica me contagio de COVID y me muero. Le pasó a la madre de Santiago Nieto, mi socio, con el que he escrito tantos libros. Una señora de edad, tenía otras enfermedades, fue a una clínica de las mejores de Quito a tratarse por otro tema. Ahí adquirió COVID y murió. O sea, el riesgo de ir a una clínica es enorme. El riesgo de ir a un hospital es enorme. Entonces uno tiene que cuidarse no solo del COVID, sino de cualquier accidente que te conduzca a una clínica, porque te puedes morir. Es una sensación de tensión muy, muy, horrible.

—Cuando esté vacunado, ¿qué es lo primero que va a hacer?

—Ir a Buenos Aires.

—¿Qué sintió el día en que Argentina comenzó a vacunar?

Espero que esa vacuna esté sirviendo para algo. Yo no me la pondría. Comparto el criterio de Putin: es una vacuna sospechosa.

(Presidencia)
(Presidencia)

—¿Qué consejo le daría a la dirigencia política para este año?

—La mayor sugerencia va a ser el uso del sentido común. Tengamos sentido común. Si todos los países importantes del mundo adoptan dos vacunas y solo dos países marginales adoptan la rusa, algo está pasando.

—¿El poder enferma a los dirigentes?

—Casi siempre. Yo creo que el libro de David Owen En el poder y en la enfermedad es espectacular. El poder atonta muchísimo, porque se produce un entorno que enferma al presidente. Es rarísimo que un presidente no caiga en la verdad compartida, que es que cuando un grupo de veinte personas inteligentísimas, científicos, lo que quieras, se reúnen permanentemente y repiten algo, creen que es verdad porque se lo cuentan entre ellos. Y eso es gravísimo, porque al presidente le siguen el hilo, él dice algo, y “sí presidente, qué bien, qué inteligente”. Y el presidente termina creyendo que es una especie de dios o de ser infalible. Los presidentes son seres humanos como cualquiera, algunos más preparados, otros menos, algunos más inteligentes, otros inteligentes, pero si tienen un entorno de obsecuentes, están aniquilados.

—Hablando de obsecuencia, ¿el ex presidente Macri tuvo un grupo de obsecuentes a su lado durante su mandato?

—A ver, obsecuentes hay siempre en toda corte. Pero en el entorno inmediato de Macri, no. Era un entorno que discutía, que analizaba. Que estudiaba. Cuando quieres evaluar el trabajo de un presidente preguntas cuántas personas de sus cincuenta colaboradores más inmediatos han estudiado y qué han estudiado, qué posgrados y en qué universidades. Hay presidentes que están rodeados de mucha gente que ha estudiado mucho. Hay presidentes, como el sargento (Nicolás) Maduro, que están rodeados de sargentos que no han estudiado nada. Por eso Venezuela está como está, y por eso otros países que cuentan con entornos presidenciales que estudiaron están mejor. Lo mismo en cuanto a idiomas. ¿Cuántas personas del entorno presidencial hablan o leen idiomas distintos del suyo y cuáles?

—¿Cuál es el futuro de Juntos por el Cambio?

—No sé, es muy difícil, hay que ver qué pasa. La tendencia después de la pandemia ha sido la dispersión política. En Ecuador tenemos al menos diecisiete candidatos presidenciales. Esto no ocurrió nunca.

—¿Qué opina de Máximo Kirchner?

—Parecería que es el heredero de la dinastía. Yo a Máximo lo que le reclamaría es un poquito más de preparación. Este mundo es muy complicado y si uno no estudia, si uno no analiza, va a cometer errores. Y Máximo no tiene un background académico mínimo.

—¿Y del papa Francisco?

—Me habría gustado, porque es argentino, que tenga más influencia, pero en la pandemia no tuvo mayor figuración. No vi a presidentes, primeros ministros ni líderes del mundo que le consulten algo. No pasó eso. Y eso me da pena. Me parece que el Papa, además, tiene un problema, y es que el número de católicos ha decrecido estos últimos años de manera impresionante. En México, que es el país con más católicos en el mundo, han dejado la Iglesia católica alrededor de 17 millones de personas. En mi criterio, y respeto mucho su punto de vista, no es una buena idea mezclar la política con la religión.

—Una evaluación del primer año de la presidencia de los Fernández.

—Hay elementos contradictorios. El manejo de la pandemia, por ejemplo, fue bueno. No soy amigo del blanco y el negro, “porque me llevo con los de Cambiemos todo lo que hace Fernández está mal”. Que un presidente tenga inquietud social es muy bueno. Creo que se equivoca en el tema internacional, muchísimo. Pensemos que él quiso llevar a Evo Morales triunfante a la toma de posesión del presidente boliviano. Después quiso llevarlo a Bolivia cuando el presidente de Bolivia no lo invitó a la posesión. Uno tiene que manejar los principios de la diplomacia. Si el presidente no quiere que alguien vaya a la posesión, debe ser porque no le quiere cerca. Y tú, como presidente extranjero, no puedes imponerle que vaya Morales cuando (Luis) Arce no quiere. Arce es el presidente. Es el que manda en Bolivia.

—¿Qué mensaje le daría a su nieto?

—Que sea libre. Que siga pensando como quiera. Que estudie. Que se ponga en contacto con la tecnología más avanzada, porque cuando él sea grande, compartirá el mundo con robots que serán nuestros compañeros de vida. En diez años más habrá tantos robots como seres humanos, y robots tan inteligentes como vos y yo. Entonces hay que aprender a vivir con los robots y con la inteligencia artificial.

—Un mensaje para los argentinos.

—Honestamente quisiera que a la Argentina le vaya bien. Que al Gobierno le vaya bien. Me encantaría. Ojalá salga bien lo de la vacuna. Ojalá entiendan que el camino no es ahuyentar las inversiones, sino atraerlas. No es repetir mitos antiguos, sino incorporarse a la revolución de la tecnología, que está cambiando al mundo. Ojalá eso se logre. Argentina tiene gente muy valiosa como para eso; no me refiero solamente a los líderes, sino a los jóvenes comunes, que son inquietos, que estudian, que analizan. Ojalá nos vaya bien.

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