Alberto Fernández este lunes discutió el espinoso tema con algunos de sus ministros y secretarios más cercanos. En el Frente de Todos muchos esperaban que, después de la denuncia judicial de su empleada doméstica, la titular del INADI, Victoria Donda, dejara su cargo. Aunque acusó recibo de los cuestionamientos y arrastra malestares previos con la funcionaria, el Presidente no forzará su renuncia, basado en su evaluación del calibre de los hechos, y con el fin de preservar la unidad de la coalición de gobierno.
Las capturas de pantalla de los chats entre Donda y su empleada no solo provocaron una ola de indignación en los sectores críticos del Gobierno, sino también al interior del Frente de Todos. Esa incomodidad llegó hasta las oficinas de Alberto Fernández, quien a pesar de todo, decidió mantener el statu-quo político.
El primer mandatario esgrime dos argumentos para sostener a la titular del Inadi en su rol. Por un lado, cree que tuvo buenas intenciones al ofrecerle un plan social y un cargo a una señora que trabajaba para ella. “La están matando sin razón, quiso darle una mano a una mujer”, le dijo Alberto Fernández en la Quinta de Olivos a su círculo cerrado.
Pero además de creer que Donda obró bien, se preocupa por la estabilidad de la coalición gobernante. La premisa de la unidad está por encima de todo desde el comienzo de su gestión. Incluso cuando se trata de “funcionarios que no funcionan”, como deslizó la vicepresidenta Cristina Kirchner en la primera de sus explosivas definiciones epistolares, el año pasado.
En Gobierno comparan el caso de Donda con el affair del canciller Felipe Solá, quien permaneció en su rol a pesar del escándalo que se generó cuando se conoció que había inventado detalles de una conversación entre Alberto Fernández y el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, poco después de las contradicciones en la postura oficial respecto de la crisis en Venezuela.
Pero más allá de la situación actual, el Presidente y su entorno tienen reparos previos sobre la funcionaria, en parte, por su gestión al frente del INADI. Califican que su actuación, hasta ahora, fue “inoperante”, en especial por la demora de las designaciones en las cúpulas de las delegaciones del organismo en todo el país, y por el nombramiento de allegados a su seno que causaron fricciones.
También resienten las internas que protagonizó junto a otros funcionarios. En especial, su reciente alejamiento de Barrios de Pie, uno de los movimientos sociales que integran el Gobierno. Hace meses, Donda se distanció de su conductor, Daniel Menéndez, subsecretario en el Ministerio de Desarrollo Social, para armar un proyecto electoral propio, de corte urbano, vinculado a la clase media porteña.
El nuevo espacio de Donda se llama “En Común” y fue lanzado en diciembre junto a figuras de peso. En la Casa Rosada aseguran que, pese al impacto político y mediático de la denuncia, la titular del Inadi no tuvo apoyo de los movimientos sociales con los que compartió importantes espacios de poder, ni del albertismo y La Cámpora. “Ni siquiera de las organizaciones feministas”, deslizaban.
Con todo, en el primer piso de Balcarce 50 minimizan la denuncia judicial de la empleada de Donda. Lejos de creer que es un caso de “corrupción”, como señalan desde la oposición, y tal como figura en la misma causa, lo consideran exclusivamente un tema de “contradicción ética”, que no justificaría una renuncia forzosa.
“No es ladrona”, insistían en la cercanía del Presidente, en medio de las críticas que llovían sobre Donda. Sin embargo, admitían que su actitud ante la empleada doméstica no cayó bien al interior del oficialismo por su “trasfondo ideológico”.
“Este es un problema de mirada de clase”, decían quienes ayer esperaban que Victoria Donda diera un paso al costado por iniciativa propia, algo que no ocurrió. En cambio, la titular del Inadi se defendió a través de las redes sociales sobre lo ocurrido, dijo que “todo se encuentra en regla” y consideró que la acusación en su contra es una “fake news”. Es decir, una “noticia falsa”.
Y lo más importante para ella: Alberto Fernández ni siquiera sugirió un tirón de orejas. Al contrario: la respaldó cada vez que se tocó el asunto en la intimidad de Olivos.
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